Estas imágenes son entrelazamientos entre la conciencia que las forma y aquellos fenómenos del mundo objetal a los cuales están referidas. No podría verificarse esa comunicación si no existieran estas conexiones que han partido como impulsos y han sido traducidas a imágenes que se emplazan en el nivel que corresponde en el espacio de representación y efectúan su disparo de señal sobre el centro de respuesta correspondiente, para que la señal verdaderamente se manifieste en el mundo externo o interno.

«Habitualmente se acepta que durante el sueño la conciencia abando­na sus intereses cotidianos desatendiendo los estímulos de los sentidos externos y responde a éstos, excepcionalmente, cuando los impulsos sobrepasan un determinado umbral o cuando rozan un «punto de alerta».

Sin embargo, durante el sueño con ensueños la profusión de imágenes revela una enormidad de percepciones correlativas que tienen lugar en tal situación. Por otra parte, los estímulos externos no solamente son amor­tiguados, sino transformados en función de la conservación de ese nivel.

Esta forma de estar la conciencia en el sueño no es, por cierto, una forma de no estar en el mundo, sino una particular manera de estar en él y de actuar, aunque esta acción sea dirigida al mundo interno. Por esto, si durante el sueño con ensueños las imágenes tienden a transformar las percepciones externas, contribuyendo así a conservar el nivel, además colaboran en las tensiones y distensiones profundas y en la economía energética del intracuerpo. Tal cosa también ocurre con las imágenes del «soñar despierto» y, precisamente, en ese nivel intermedio se tiene acce­so a dramatizaciones propias de los impulsos traducidos de un sentido a otro.

A su vez, en vigilia la imágen no sólo contribuye al reconocimiento de la percepción, sino que tiende a lanzar la actividad del cuerpo hacia el mundo externo. Necesariamente, también de esas imágenes se tiene regis­tro interno, por lo cual terminan, además, influyendo en el comporta­miento del intracuerpo. Pero tal cosa es secundariamente perceptible cuando el interés está puesto en dirección a la tonicidad muscular y la acción motriz. De todas formas, la situación experimenta un rápido cam­bio cuando la conciencia se configura «emocionalmente» y el registro del intracuerpo se amplifica, al tiempo que las imágenes siguen actuando sobre el mundo externo o, en ocasiones, inhiben toda acción como una «acomodación táctica del cuerpo» a la situación, lo que luego podrá interpretarse como una actitud correcta o equivocada, pero que sin duda es una adecuación de conducta frente al mundo.»6

Tanto en el caso de la vigilia, como en el sueño y semisueño, esas imá­genes conectan el psiquismo con aquellas realidades psíquicas que se quieren señalar, las cuales aparecen notablemente traducidas.

Los impulsos, que han partido del aparato sensorial se verán fuertemente traducidos y transformados, aun antes de alcanzar la conciencia, llegando una información que no corresponde exactamente al dato perci­bido por el sentido. Esto depende de las condiciones sensoriales previas y del trabajo particular de los distintos niveles de conciencia. Y otro tanto va a suceder con datos que, provenientes de la memoria, abren las vías abstractivas o asociativas en la conciencia pero que antes de llegar, salien­do de la memoria, ya han sufrido variaciones.

Destaquemos una vez más que de cada sentido parten impulsos que se traducen luego como imágenes correspondientes, aunque tales imágenes no son necesariamente visuales. Todos los sentidos hacen su disparo sen­sorial que se va a modificar al convertirse en una imagen adecuada al sen­tido: imágenes táctiles, auditivas, cenestésicas, etcétera.

Llamaremos «imagen» a la representación estructurada y formalizada por la conciencia, de sensaciones o percepciones que provienen o han pro­venido de los medios externo o interno, por vía sensorial. La imagen a su vez es el conjunto de impulsos que la conciencia envía hacia los centros para movilizar respuestas.

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[pie] 6. Silo, Ibis.; pgs. 55 y 65-66.[/pie]