Es conveniente destacar que en materia de aprendizaje hay un gran problema de correlación entre las formas en que se organizan cada una de estas percepciones, según el canal que se usa y el modo general de estructurar los datos que provienen de los distintos sentidos para configurar el objeto bajo sus diferentes aspectos. Téngase en cuenta que el aprendizaje es un proceso de registro, elaboración y transmisión de datos y que esa actividad de la conciencia es, a su vez, registrada internamente. Cuando se establece esa suerte de retroalimentación es cuando la grabación se acentúa. De manera que se aprende haciendo y no sólo registrando, y este sistema genera una nueva retroalimentación entre quien enseña y quien aprende, ya que las operaciones efectuadas por el aprendiz se manifiestan como preguntas, que exigen de quien enseña la elaboración de operaciones y asociaciones no pensadas por él. En este sistema de relación ambos enseñan y aprenden al mismo tiempo.
Volviendo al problema de correlación entre las formas en que se organizan cada una de las percepciones según el canal usado, ¿cómo se hace, entonces, con datos sensoriales, auditivos, táctiles, etcétera, estructurados de tan distinta manera? ¿Cómo se opera para hacer corresponder algo tan diverso en la estructura de la conciencia? ¿De qué manera se puede con sonidos, por ejemplo, y otros tipos de percepciones estructurar un objeto, que es mezcla de sonido, de visión y de tantas otras impresiones sensoriales?
Todo esto es posible porque este dilatado sistema de percepción se estructura dentro de una forma perceptual que está ligada, lógicamente, a registros internos. En ese contexto, cuando se reconocen los objetos, observamos que éstos pueden usar distintas líneas, signos diferentes que son codificaciones de registros, pues cuando tenemos de un objeto un registro codificado, dicho objeto aparece delante de la percepción como un signo.
Es así que el signo cumple, entonces, con la función de codificar registros internos. Los signos pueden ser numerosos. No son signos solamente los del lenguaje, que desde luego son registros codificados de formas estructuradas. ¿Qué sucede con una palabra que se escucha?; visto desde afuera es una expresión que tiene un significado. Esto visto desde afuera, pero desde adentro, desde la configuración de la conciencia, esta palabra que se escucha, es un impulso cuyo registro está codificado. De modo que una palabra pone en movimiento diversas actividades de la mente, porque suelta el registro correspondiente; otra palabra dispara otro tipo de registro, y así sucesivamente.
Destacaremos -una vez más- que estas expresiones que llegan son ordenadas con una determinada forma. Muchas palabras van articulando frases, enlazando oraciones, reuniendo conjuntos, y estos conjuntos, a veces, también funcionan como signos codificados.
Ya no se va a tratar de que a la palabra «casa» se la considere signo porque está codificada como registro. Ahora es todo un conjunto de palabras el que está codificado de un modo coordinado. De manera que estas estructuras, estas formas de organizar las cosas, de disponer el lenguaje, por ejemplo, también aparecen codificadas.
Los distintos niveles de conciencia, hemos visto, ponen cada uno su propio ámbito formal. Esto quiere decir que los niveles estructuran los datos que llegan a la conciencia de modo diferente, cumpliendo con la función de compensar estructuradamente a los estímulos del mundo, sean éstos del mundo interno o externo. De manera que cada nivel procede como la estructura de ámbito más general, estando ligado ese nivel a formas características. Las formas que emergen en la conciencia van a depender, en gran medida, del nivel que está poniendo su ámbito estruc-turador. Así es que el estímulo se va a convertir en forma, en imagen, cuando la conciencia lo estructure desde su nivel de trabajo.