En la sala de conferencias, un reducido publico vio el filme en el que una rata enjaulada trataba de morder al objeto incandescente, despreciando el queso que aparecía a su lado. En un momento, la rata perdió fuerza. Luego cayo sobre uno de sus lados y comenzó a patalear violentamente, quedando al poco tiempo inmóvil. Estaba muerta. La película mostró a la Tolmacheva, mientras era asistida por el biotrónico. Mas adelante, un minúsculo vehículo eludía los objetos que encontraba a su paso. Era tan pequeño como un auto de juguete. Sus ruedas delanteras se movían a derecha a izquierda con precisión, desplazándose sobre una mesa de acrílico transparente. La cámara se acercó al objeto en movimiento, delatando un fenómeno insólito: allí no había ningún sistema de impulsión… ni cuerda, ni motor. Durante varios minutos, el aparato siguió maniobrando al tiempo que se lo mostraba desde todos los ángulos. Había terminado una parte del espectáculo. Nietzsky, desparramado en su butaca, exclamó en voz alta:

‑ Si la Tolmacheva logró invertir los impulsos de la rata con una fuerza que terminó desorganizando su sistema nervioso, no es absurdo suponer que podría haber influido en decisiones mas simples actuando sobre un cerebro humano.

Uno de los concurrentes pregunto: ‑ ¿Que posibilidad hay de que la Tolmacheva, así como desplaza el coche a voluntad, influya en el circuito de un misil, o en un percutor nuclear?

‑ Ninguna ‑replicó Nietzsky‑. Está irremisiblemente loca y al borde de la muerte.

La sala se oscureció y apareció en pantalla Tókarev entrando en la piscina de supresión sensorial. El vapor obstruyó la escena en que el sujeto flotaba apoyado en una banda de caucho. Luego de una interrupción, se vio a dos hombres dialogando en un pequeño cuarto.

‑ Se trata de alucinaciones muy estudiadas por nosotros ‑dijo el psicólogo.

‑ ¿Y si en esa alucinación, llegando hasta mi casa, hubiera visto al pequeño Vladimir cortarse un dedo con el cuchillo del pan?

‑Seguiría la misma cadena alucinatoria. Convénzase, Tókarev, no hay un «algo» que se desprende del cuerpo. Solo alucinaciones.

‑ ¿Hay un teléfono a mano?

‑ Desde luego ‑ asintió Kárpov.

En el filme se vio a los dos hombres pasar a un cuarto contiguo. Yuri tomó el teléfono y deslizó sus dedos por el teclado. El sonido de llamada se escuchó en la pantalla de proyección. De pronto contestaron en el otro extremo de la línea. La voz del pequeño Vladimir se percibió amplificada.

‑ ¿Quién es? ‑ dijo Vladimir.

– Tu papá… ¿no me conoces, Vladi? ‑ preguntó suavemente Yuri.

‑ Papá, papá… ¿cuándo vas a venir? Tienes que venir… me he cortado un dedo con el cuchillo del pan.

La pantalla quedó en blanco y se encendieron las luces nuevamente. El biotrónico, desparramado en su butaca, explicó:

‑ Cuando se publicó el artículo de Tókarev en la revista, varias frases eran exactas, textuales, calcadas de las que aparecían en el memorándum que había llegado a nuestras manos un mes antes. Además, su apreciación general de los hechos correspondía a lo explicado en ese trabajo recibido en una de nuestras Embajadas en América del Sur. – Nietzsky se detuvo un instante, para acomodarse erguidamente. ‑ Sí, el memorándum fue entregado en nuestra Embajada. De allí lo remitieron como curiosidad a Moscú. Como dicha curiosidad se refería a «profecías», llegó finalmente a nuestra sección. Ustedes saben que los biotrónicos y parapsicólogos somos brujos de nivel universitario. – La concurrencia rió y cuando se apagaron los murmullos, Grigori tomo la palabra.

‑ La primera profecía se cumplió al detalle. Se refería a los suicidios de Guyana. Entonces articulamos una comisión que se dirigió al Ministerio de Defensa con pruebas a la mano. Allí fuimos recibidos con frialdad, pero de todas maneras se nos encargó la formación del comité. Al principio pensamos enviar a Tókarev a la India y Latinoamérica, porque el memorándum terminaba precisamente con esa frase: «Los saludamos cordialmente, esperando verlos en la India y América del Sur.»

‑ Una y otra vez comenzamos a interrumpimos el proyecto ‑dijo una mujer de aspecto armenio‑. Luego las «profecías» se fueron cumpliendo. Una tras otra: la revolución de Irán, los desplazamientos del Papa, etcétera. Finalmente y cuando se produjeron los accidentes nucleares en Estados Unidos, el Ministerio estaba enardecido y nos conminó a. movernos.

‑ Entonces ‑dijo Grigori‑, sin tener perfeccionado todavía un buen método de interpretación, lanzamos al profesor Tókarev a la aventura. ¡Pobre Yuri!

El biotrónico estaba en pie y se dirigía ahora a los miembros del comité en pleno.

‑ El memorándum terminaba: «Los saludarnos cordialmente, esperando verlos en la India y América del Sur.» La primera parte se ha cumplido, de manera que también ocurrirá con la segunda. Nuestro agente, Igor, informó desde la India que trató de crear malentendidos y bloqueos en torno a Tókarev. Sin embargo, este siempre logró orientarse hacia contactos decisivos. Sabemos que los seguidores de la «Doctrina» se entrevistaron con ellos y que, además, les llevaron a una joven, Ethel, para que la introdujeran en el Consulado británico de Bombay. Ethel, por supuesto, era parte de la trama, como descubrió Igor. En el Consulado contó a los ingleses las explicaciones que había escuchado de Tókarev en un hotel de Poona. Los ingleses, a su vez, habían recibido un memorándum parecido al nuestro, de manera que ahora están tras los pasos de nuestro singular profesor. ‑ Hizo un silencio y continuó: ‑ Como los americanos enviaron a su periodista famoso, para detectar que conocimiento previo tuvimos de Guyana y el Irán, es también lógico pensar que ellos recibieron otra copia del memorándum.

‑ Vaya uno a saber ‑interrumpió Grigori risueñamente‑ si no encontraremos un cocktail diplomático en América del Sur.

‑ ¡Un cocktail Molotov! ‑ dijo Kárpov, agregando: ‑ El hecho es que nos están succionando hacia un punto y allí vamos sin saber de que se trata.

‑ Señores – pontificó el biotrónico‑, si ellos pudieron influir sobre el cerebro de Tókarev para la redacción de su artículo en la revista y Tókarev tiene cualidades de sensitivo, como hemos visto en la película, no es absurdo utilizarlo como «radar» para detectar a esos sujetos tan interesantes que dicen seguir la «Doctrina». Recuerden que en una parte del memorándum ellos explican que harán su propio lanzamiento capaz de desactivar nuestros misiles. La pregunta es: ¿Tienen suficiente desarrollo mental como para actuar a nivel estratégico? Nos han demostrado adelantarse a los acontecimientos, pero, claro está, eso no garantiza que puedan cambiar las cosas.