Un auto desvencijado fue contratado en Bombay para llegar a Poona, a unos ciento cincuenta kilómetros de distancia. En la conversación que Yuri mantuvo con el chofer pudo interpretarlo correctamente. Cada vez que este afirmaba algo, lo hacia negando con la cabeza. Ese gesto contradictorio se lo había destacado Igor, días antes. De manera que a partir de entonces siempre pudo comprender que «no» quería decir «si». Al fin de cuentas en la URSS era común que tanto los lideres, como los artistas del espectáculo, aplaudieran a su publico y esa costumbre tan normal parecía extrañar a los capitalistas.

Llegados a Poona fueron directamente al Amir Hotel. Luego salieron de recorrida, buscando los grupos místicos no oficiales que figuraban en el libro. Terminó la jornada con el fracaso habitual.