Cada ser humano tiene desde su nacimiento, un mayor desarrollo de un centro sobre los otros. De esa situación resultan “tipos”, de este modo: vegetativo, motriz, emotivo e intelectual. Se diferencian entre sí por la distinta velocidad de reacción frente a los estímulos y por la dirección de la energía.

El tipo humano innato, más las experiencias y los hábitos grabados a lo largo de la vida, producen la personalidad de cada individuo.