ANTI-DISCRIMINACIÓN
M.Myriam Fliman Cohen
Santiago de Chile
Enero de 1995
La discriminación hacia la mujer es tan común en nuestra sociedad, que ya nos parece normal y natural y hasta parece difícil expresar en qué consiste.
Si una mujer asume un cargo importante, la primera reacción del grupo se expresa como: ¿por qué llegó a ese puesto?; ¿quién es su «padrino»?; ¿lo hará bien?.
Si ese mismo cargo es asumido por un hombre, se supone automáticamente que va a desempeñarlo bien. Se podría, por lo tanto, inferir que una mujer requiera de mucho tiempo para que su entorno le reconozca su capacidad.
Un hombre, en cambio, requiere de mucho tiempo para que se le reconozca su incapacidad.
Eso es discriminación
Otro ejemplo: cuando un hombre lucha por sus ideas, las defiende ardientemente, tiene diferencias de opiniones con otros para exigir que las cosas se hagan bien y de acuerdo con sus planes. Sabe lo que quiere y aspira a un ascenso, se considera una persona de empuje, un luchador y se ve en él a un hombre de éxito.
A una mujer con las mismas características se la califica de conflictiva. Si usted examina su entorno puede comprobar que prácticamente todas las mujeres que han tenido éxito han sido catalogadas de conflictivas alguna vez. Ese adjetivo es suficiente para desplazarlas en un posible ascenso.
Eso es discriminación.
Otro caso: Imagínese una reunión donde hay que tomar decisiones importantes y uno de los integrantes del grupo es mujer. Ella da una opinión acerca de un tema y recibe como respuesta, de otro de los presentes, un piropo. Puede ser muy fino: «qué bien te queda ese traje». Puede ser ordinario: «¿se ha dado cuenta qué buenas piernas tiene fulana»? Lo importante es que, en vez de una respuesta profesional, el mensaje es «tú eres mujer y ahí estás muy bien, no te metas en otras cosas» (No es que estemos en contra de los piropos, por el contrario, nos parecen gratos, sólo que depende de su oportunidad).
Eso es discriminación.
En una empresa se produce una vacante en un cargo de jefatura, que significa un considerable aumento de sueldo para cualquiera de las personas que tienen suficientes méritos para ocupar el cargo. Tanto un hombre como una mujer solicitan el ascenso. El hombre argumenta que su necesidades económicas son más imperiosas que las de la mujer, puesto que él se compró una casa recientemente, y ella tiene un marido que gana mucho dinero. Los méritos pasan a ser secundarios. Nadie le pregunta al postulante hombre si su señora gana dinero. Con toda seguridad en ese caso se va a privilegiar el ascenso del hombre.
Eso es discriminación.
Está, por último, el caso de la mujer que trabaja en un grupo, en el que a todos sus integrantes los hacen viajar por razones de trabajo, menos a ella. Cuando pide su derecho, el jefe le responde que no podrá viajar porque tendría problemas con el marido. Sin embargo, ni a ella ni a sus compañeros de trabajo les habían preguntado acerca de su disponibilidad. Se supone que los hombres están disponibles para viajar y las mujeres no.
Eso es discriminación.
Hemos querido dar esta serie de ejemplos que patentizan episodios de la vida diaria de las mujeres que trabajan, y que de tanto ser habituales hemos llegado a considerarlos aceptables. No es nuestra intención teorizar al respecto, sólo llamar la atención.
Creo que con esto, si bien no definimos el problema, al menos lo ejemplificamos. Me gustaría pasar al tema de la Mujer y el Mundo del Poder.
Al respecto postulamos que: El mundo del poder hoy en Chile es masculino.
Bastaría para ello dar cifras, que no por conocidas son menos elocuentes. Sólo dos Ministras -aparte de la Ministra de la Mujer- en el gabinete presidencial, una subsecretaria, una intendenta sobre un total de trece, cinco gobernadoras de 50, 23 alcaldesas de 344, 11 parlamentarias de 165, y ninguna ministra de la Corte Suprema. Y eso que debemos reconocer que el Presidente Frei ha nombrado más mujeres en puestos de importancia que muchos otros gobiernos juntos. Pero no es sólo un asunto de cantidad, sino también de calidad, de la forma en que se ejerce, de las conversaciones que se dan en su interior, de los espacios y tiempos en que las relaciones se establecen.
Preo importante el acceso de muchas mujeres al mundo del poder. No sólo por un sentido de justicia, de igualdad de oportunidades. Lo creo porque las pocas mujeres que estamos en este mundo no somos suficientes para imprimirle un sello que incluya a las mujeres.
Porque el mundo de los hombres es guerrero, y se pierde una cantidad de energía muy grande en la guerra, en vez de destinarla a construir.
Porque a menudo dan ganas de abandonarlo todo, al sentir que el triunfo es lo que vale, sin importar el precio.
Porque cuando te dicen «sé racional», lo que quieren decir es que tú hagas lo que ellos quieren (citando a Humberto Maturana).
Porque cuando se plantea el ocupar un cargo nunca se piensa en una mujer, ya que ésa es una decisión que se toma en el mundo del poder donde no hay mujeres.
Porque las mujeres no nos alejamos nunca tanto del mundo real, como para olvidarnos de sus necesidades. No tenemos una esposa que se ocupe de nuestros niños, de nuestra casa, de nuestros padres si se enferman.
Porque como el trabajo no constituye toda la vida, lo hacemos rápido, no perdemos tanto tiempo en la oficina, en los cafés, en los almuerzos de conversaciones. Transformamos el trabajo en trabajo y nuestra esencia no pasa por ahí.
Se ha repetido hasta el cansancio que las mujeres accederán a los cargos de poder por sus méritos. Si esto es así, debemos inferir que algo les pasa a las mujeres que se van poniendo tontas o carentes de méritos con los años, ya que teniendo igual o mejor rendimiento escolar, obteniendo los mismos puntajes en la Prueba de Aptitud Académica y con excelentes rendimientos universitarios, no tenemos los mismos accesos a puestos de trabajo. Menos aun cuando se trata de cargos de jefaturas o jefaturas de alto nivel. No hablemos de puestos de dirección, donde normalmente se da como ejemplo a 3 ó 4 mujeres. Personalmente, soy la única Directora General en los medios de comunicación de alcance nacional.
Sin embargo, si hacemos un somero análisis del rendimiento de las mujeres en cargos de poder, tanto en el gobierno como en el parlamento, poder judicial o empresas privadas, podemos inferir que, con excepción de un caso, no ha habido ningún problema derivado del comportamiento de una mujer.
En este gobierno se ha observado y reconocido que las mujeres que ocupan cargos de confianza han tenido excelentes rendimiento y no así TODOS los hombres.
Con eso no queremos demostrar que las mujeres somos más eficientes. Sólo queremos demostrar que los niveles de eficiencia que requerimos las mujeres son muchas veces superiores a los de los hombres; sin embargo, éstos nos tienen que considerar aptas o no aptas para desempeñar un cargo, que muchas veces termina ocupando un hombre de más baja calificación o rendimiento.
¿Puede alguien honestamente afirmar que no hay en todo Chile ninguna mujer TAN capaz como los hombres que hoy conforman el gabinete presidencial, con excepción de las 2 Ministras (no nombramos aquí al Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), por razones obvias)?
¿O ninguna mujer -fuera de las pocas que están en el parlamento- es tan capaz como los hombres que ocupan algún escaño parlamentario? Debemos reconocer, por lo tanto, que hay un trasfondo cultural que hace que al pensar en un cargo, habitualmente un hombre considere a otro hombre para ocuparlo. Sin mala intención, sin premeditación, sin siquiera intento de discriminación. No se les ocurre de otra manera. Algunos están dispuestos incluso a aceptar mujeres. Pero en tanto estos asuntos se discutan entre hombres, no se les ocurrirá un nombre de mujer.
Es por ello que planteamos la necesidad de tomar acciones al respecto, promoviendo la contratación de mujeres en cargos de poder mediante algún tipo de ley orientada a la acción positiva en este campo. No como una dádiva, sino en igualdad de condiciones, compitiendo por los cargos. Pero estableciendo, por ejemplo, una cierta proporción de mujeres en cargos públicos, o en postulaciones de representación popular. Y asumiendo que, al tener la obligación de que cierta cantidad de estos cargos sean ocupados por mujeres, la sociedad se verá obligada a pensar en ellas para ocuparlos.
Nos comprometemos a que la sociedad toda se vea beneficiada.
La violencia que se ejerce contra la mujer y la mirada del humanismo en relación a ello.
Ana L’Homme- Miembro del Movimiento Humanista de Chile y concejal por Quinta Normal.
Una de las formas de expresión de la violencia es la discriminación: La discriminación es la negación de la libertad del otro, de sus posibilidades de elegir, de transformarse y desarrollarse.
La discriminación consiste en la acción de sumergir al ser humano o a conjuntos humanos en el mundo de lo natural. Es cierto que la naturaleza afecta al ser humano, pero afecta su cuerpo, no su intención.
Esa es la visión que prevalece cuando a las mujeres se las considera esencialmente en su función procreadora. Cuando a los jóvenes se los ve como seres incompletos, o a las personas de tercera edad se los ve como no productivos, o a los trabajadores como una pieza más de la línea de producción…
En toda esta mirada no se los considera como seres humanos, sino se los ve desde su funcionalidad o no, dentro de un sistema. Esta mirada discriminadora termina dejando de lado, no solamente a las minorías, sino a las grandes mayorías.
La discriminación reduce a los seres humanos a la calidad de objetos, de instrumentos al servicio de otras intenciones. Esto constituye para los humanistas, la esencia de la violencia: reducir al otro o a conjuntos humanos a un instrumento de su propia intención.
Pero volvamos al tema, y veamos en qué forma se ejerce esta discriminación en contra de la mujer. En que forma las mujeres somo tratadas, no en nuestra calidad de personas, sino desde una mirada natural, en que prevalece la función de procreadores y responsables de la cosa doméstica.
No me voy a alargar en las distintas formas de discriminación en contra de la mujer que se refleja en la desigualdad de derechos en la educación, la discriminación en el empleo y las renumeraciones, las garantías de seguridad de trabajo en caso de maternidad, en la salud, en el ámbito jurídico, etc, etc. Creo que estos temas han sido abordados con mucho más detalle en el área de Anti-Discriminación y por personas mucho más competentes que yo.
uisiera más bien meterme en las creencias que siguen prevaleciendo en nuestro mundo que se dice moderno y que devela una gran paradoja: hoy se acepta que cambien las instituciones, los sistemas productivos, las relaciones laborales, las organizaciones sociales y políticas, pero no se acepta que cambie el rol de la mujer.
Voy a ser más clara en esta afirmación: La tecnología está revolucionando el mundo. Está produciendo acelerados cambios.
Estos cambios generalmente se los ve desde la óptica del modernismo y del futuro y dicha óptica permite tener un acercamiento positivo frente a tales cambios. El uso de los computadores, teléfonos celulares, multicarrier, Internet y el sistema de correo electrónico, las noticias en vivo desde otros países, revolucionan el manejo de información y las posibilidades de intercambio con los puntos más distantes en el planeta.
Sín embargo cuando nos referimos a cambios en cuanto a como la sociedad considera la mujer, ya la cosa no parece tan interesante. Cambia la mujer, cambia la familia y ello deja de ser interesante. Es más, cuando a alguien se le ocurre decir que la institución de la familia se ha transformado y seguirá transformándose, se lo acusa de inmoral! Cuando alguien afirma que la mujer ha dejado atrás su rol de procreadora, está diciendo algo inmoral!
Desde la prehistoria y la existencia de las relaciones tribales, pasando por la familia feudal inspirada en las guerras, hasta las familias del renacimiento y sus luchas por el poderío cultural y político, han habido cambios, situaciones que no son ni mejores ni peores, solamente responden al momento histórico.
Nosotros afirmamos que la familia ya se ha modificado, aunque de ello aun no den cuenta nuestras leyes, y se seguirá modificando básicamente porque nadie ha dicho que el ser humano haya decidido detener su proceso. Por ej ahora que la fecundación in vitro es una realidad, evidentemente esto tendrá consecuencias sobre el actual modo de ver la familia. Tal vez el profundo temor que existe frente al cambio de la familia sea el suponer que este cambio llevará a una no-familia y por tanto a un descalabro social. Esta es una suposición antojadiza.
Aquellos que asumen las posturas de defender a la familia «idílica» y que se niegan a los cambios debieran preguntarse sobre, como la ya existente injusticia social, la valoración del dinero frente a la solidaridad, el no reconocimiento de las experiencias más humanas, estan minando las relaciones interpersonales en cualquier ámbito y por supuesto también en el familiar. O acaso una familia que vive en 30 m2 puede convivir armónicamente? O cuando se vive con un sueldo de $70.000, o cuando hay que tener 2 trabajos para poder subsistir, o cuando la salud y la educación dejan de ser derechos y hay que pagarlos para tener acceso a ellos, en esas condiciones acaso una familia no se deteriora?
Acá en Chile por ejemplo no existe una Ley de Divorcio. Y los que están en contra de una Ley de Divorcio, aducen argumentos del tipo de que una ley como está destruiría a la familia. Si fueran coherentes con lo que dicen, debieran luchar por mejorar las condiciones deplorables en que hoy vive un alto porcentaje de familias chilenas…
No estamos dispuestas a que por propiciar una ley de divorcio, o al querer que los hombres también asuman el cuidado de los niños, o al reclamar programas de prevención de embarazo se nos achaque que estamos destruyendo la familia.
No podemos aceptar esta trampa en que nos quieren hacer caer. Queremos cambios, cambios en la sociedad y cambios en la familia, cambios en el rol que ha asumido la mujer hasta el momento. Y estos cambios, que se los quiera o no, estos cambios ya están dándose en los hechos.
Hay otra trampa que también sería bueno comentar: aquella en que el discurso es de una forma, pero la conducta luego es otra. Por ejemplo hoy pareciera ser aceptado por todo aquel que se dice moderno, que efectivamente la situación de la mujer ha cambiado, que ha demostrado su inteligencia y capacidad, que es importante respetar sus derechos, que puede incorporarse a toda actividad, etc. Es el típico discurso de los políticos cuando están en campaña, pero resulta que a la hora de legislar, por ej., no se refleja el discurso en sus actuaciones.
Se habla de nuestros derechos, que los logremos, pero que nada cambie mucho. Este es un absurdo, o asumimos el cambio como sociedad y todo lo que ello implica, o no, pero no podemos decir una cosa y actuar en otra dirección.
Entender los cambios en la dimensión de lo privado es comprender el proceso histórico de las relaciones humanas y los valores de cada época. Tiene que haber un correlato entre estas dos dimensiones, sino como se entiende esto!
Hay una tercera trampa que también es bueno reconocer: esa que está en las propias mujeres. Nadie nos enseña, ni nos enseñará cómo ir modificando nuestras conductas y creencias; como lograr liberarnos de ese paisaje en el cual fuimos formadas y atrevernos a crear nuevos modelos, nuevas respuestas, nuevas relaciones familiares, con la pareja, con los hijos, con los padres. Tendemos a recrear esos modelos conocidos, aun cuando todo en nuestro alrededor ha cambiado, ya que además de la crianza de los hijos y de la cosa doméstica, estamos trabajando, las mujeres se organizan, y buscan formas de desarrollo personal y social.
Para terminar, quiero sintetizar algunas cosas. Empezamos nuestra exposición diciendo que una de las expresiones de la violencia es la discriminación; y una de ellas, es la que se ejerce contra la mujer. Luego vimos creencias que operan respecto al cambio del rol de la mujer en la sociedad actual, sobre todo en lo que hace al ámbito de la familia, y que impiden esos cambios. También dijimos que, se quieran o no los cambios, en los hechos están dándose.
Cual es nuestra propuesta como humanistas en la situación actual frente a esta paradoja de cambios que se producen pero de los cuales no se quiere hablar, o que no se quieren ver:
– Comunicarnos, es decir comprender lo que está pasando, y que la vivencia personal no está aislada del ámbito mayor, de lo que pasa en el mundo: si cambian las instituciones y las relaciones, también está cambiando la mujer. Comunicarse no significa asumir este tema como un tema de mujeres, esta es una discusión de toda la sociedad, que debe ser asumida como tal, este no es un problema de las mujeres!
– No podemos esperar que los cambios vengan de los legisladores o de los que detentan el poder. La Declaración de los DDHH tiene 50 años, y sin embargo es eso: una mera Declaración de buenas intenciones. seguiremos esperando 50 años más? los cambios van a venir desde la base social, desde las organizaciones en los barrios, de los vecinos. Organizaciones que se irán conectando con otras, buscando la convergencia dentro de su diversidad. Por lo tanto, ahi, donde ya estamos, tenemos que valorar lo que hacemos y aumentar nuestra influencia, y organizarnos en los puntos en que no estamos. – Esclarecernos sobre el tipo de sociedad, de organización y de relaciones humanas que queremos construir. Si las relaciones van evolucionando hacia una mejor comunicación, hacia una mejor capacidad de ver lo humano en el otro. Si cambian dentro de un enmarque de justicia social y de no violencia, si vamos aprendiendo a enfrentar las transformaciones del mundo, si vamos aprendiendo a que cada uno de nosotros oriente su futuro en libertad, bienvenidos los cambios!
Paz, Fuerza y Alegría.