La opinión que tenemos del ser humano es muy importante, ya que tiene grandes consecuencias personales y sociales.
Así, resulta insuficiente la definición del ser humano por su sociabilidad ya que esto no lo distingue suficientemente de numerosas especias (abejas, hormigas, etc.); tampoco su fuerza de trabajo es lo característico, cotejada con la de animales más poderosos (elefantes, búfalos, etc.); ni siquiera el lenguaje lo define en su esencia, porque sabemos de códigos y formas de comunicación entre diversos animales (delfines, hormigas, etc.). También encontramos una suerte de “moral” animal y resultados sociales punitivos para los transgresores, aun cuando desde afuera de la regulación de esas conductas, se pueda interpretarlas por el instinto de conservación de la especia, o por la acción de reflejos condicionados e incondicionados.
Observamos reconocimientos químicos de organismos de otra colmena, hormiguero, cardumen o manada, y atracciones o rechazos consecuentes.
El rudimento técnico tampoco es ajeno al mundo animal (el castor y sus diques, los pájaros y sus nidos, etc.), ni tampoco sentimientos similares al afecto, odio, pena y solidaridad entre miembro de un mismo grupo o entre grupos, o entre especies. Existen organizaciones huéspedes (cangrejo ermitaño-actinia, etc.), parásitas (piojos, etc.) o simbióticas (alga-hongo en el liquen, etc.) en las que reconocemos formas elementales de lo que luego veremos desarrollado en las agrupaciones humanas (destrucción, dominación, complementación).
Todo animal es siempre el primer animal (ya que repite códigos genéticos), pero cada ser humano es su medio natural y su medio histórico y social; y es, además, la reflexión y el aporte para la transformación o la inercia de ese medio.
Para el animal, el medio es el medio natural. Para el ser humano, el medio es histórico-social, es transformación del mismo y, por cierto, es adaptación de lo natural a las necesidades inmediatas y a las de más largo plazo.
En otras palabras, al encontrarse cada nuevo ser humano con un mundo modificado por otros, y ser constituido por ese mundo cargado de intenciones, descubrimos su capacidad de acumulación (de la experiencia social) y de incorporación a lo temporal; descubrimos su dimensión histórico-social, no simplemente social.
Esta respuesta diferida (imaginada con anticipación o pospuesta) del ser humano frente a los estímulos inmediatos; este sentido y dirección de su obrar respecto de un futuro calculado (o imaginado), nos presenta una característica nueva en comparación al sistema de ideación, de comportamiento y de vida de los exponentes animales.
La ampliación del horizonte temporal (pasado y futuro no sólo inmediatos) de la conciencia humana permite a ésta retardos frente a los estímulos y la ubicación de estos en un espacio mental complejo (con entrecruzamientos de tiempos), habilitante para el emplazamiento de deliberaciones, comparaciones y resultantes fuera del campo perceptual inmediato.
En otras palabras: en el ser humano no existe “naturaleza” humana; a menos que esta “naturaleza” sea considerada como una capacidad diferente a la animal, de moverse entre tiempos fuera del horizonte de percepción. Dicho de otro modo: si hay algo “natural” en el ser humano, no lo es en sentido mineral, vegetal o animal, sino en el sentido de que lo natural en él es el cambio, la historia, la transformación.
Si la conciencia humana trabaja gracias a su enorme ampliación temporal, y si la intencionalidad de la conciencia permite proyectar un sentido, lo característico del ser humano es ser y hacer el sentido del mundo. Lo verdaderamente humano es lo que va más allá de lo natural.
Vistas así las cosas, podemos intentar una definición: El hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza. “Ser histórico” se refiere, como mínimo, a que se manifiesta en continua transformación; es devenir, es apertura, es sujeto. También se refiere a la amplitud temporal de su conciencia y a su acción. Es de notar que no se lo define por inclusión entre los animales o los objetos. “Su modo de acción social” se refiere a que socialmente produce objetos y signos que se incorporan a la sociedad y que se transmiten históricamente, no genéticamente como los animales. “Su propia naturaleza” es refiere tanto a su propio cuerpo como a todas sus manifestaciones en un determinado momento.
Esta concepción del ser humano nos pone a gran distancia de otras concepciones en boga.