“En el lento progreso de la humanidad se han ido acumulando factores hasta el momento actual en que la velocidad de cambio tecnológico y económico no coincide con la velocidad de cambio en las estructuras sociales y en el comportamiento humano. Este desfasaje tiende a incrementarse y a generar crisis progresivas. A tal problema se lo encara desde distintos puntos de vista.”

Veamos algunos de ellos que asumen una postura de simple adaptación o de adaptación decreciente al cambio. Veremos que todos ellos no proponen una acción posibilitaria, solidaria y contractiva, frente al problema en común.

Están quienes suponen que el desencaje se regulará automáticamente y, por tanto, recomiendan no tratar de orientar ese proceso que, además sería imposible dirigir. Se trata de una tesis mecanicista optimista.

Están otros que suponen que se va a un punto de explosión irremediable. Es el caso de los mecanicistas pesimistas.

Ambas posiciones mecanicistas tratan de eximir a quienes las plantean de su responsabilidad por el desarrollo de los acontecimientos. Ambas suponen que lo social tiene una dinámica propia en la que la propia intencionalidad no cuenta. Nuestra postura es la opuesta. Ambas creencias, tanto la ingenuidad imprudente de la primera como la resignación derrotista de la segunda, resultan inútiles para la vida de quien las profesa y la de los demás. Opuestamente, nos podemos preguntar a qué intereses sirven esas posturas.

También aparecen las corrientes morales que pretenden detener el cambio y, en lo posible, volver a supuestas fuentes reconfortantes (por ej. autoritarismo, oscurantismo, economía preindustrial, etc.). Ellas representan una actitud antihistórica. Aquí se pueden ubicar todos los fundamentalismos y chauvinismos de tipo religioso, político, ecológico, etc. que se presentan abiertamente de modo irracional y autoritario, o en modo embozado.

Pero también los cínicos, los estoicos y los epicureístas contemporáneos comienzan a elevar sus voces. Los cínicos contemporáneos niegan importancia a la crisis y sentido a toda acción. Generalmente asumen esta postura quienes, por el momento, gozan de una posición privilegiada o se benefician con la crisis.

Los estoicos contemporáneos afrontan los hechos con entereza, aun cuando todo salga mal. Un estilo de sobrellevar la crisis que no se expande positivamente a otros ni aporta a la solución de la misma

Los epicureístas contemporáneos tratan de sacar partido de la situación y piensan simplemente en su hipotético bienestar que extienden, a lo sumo, a sus hijos. El beneficio individual o de parte como máximo valor tampoco aporta en términos de solidariedad o de solución a la crisis.

“Como en las épocas finales de civilizaciones pasadas, mucha gente asume actitudes de salvación individual suponiendo que no tiene sentido ni posibilidad de éxito cualquier tarea que se emprenda en conjunto. En todo caso, el conjunto tiene utilidad para la especulación estrictamente personal.”

En todos los casos vemos la cortedad de mira de quienes asumen esas posturas, ya que no advierten que su situación individual o de bando se encuentra expuesta, mediata o inmediatamente, a los mismos problemas del sistema en el que se insertan. Negar, degradar o desviar la mirada de estos problemas no los pone ciertamente a reparo de sus consecuencias. Por otra parte, no advierten que sus mismas posturas individualistas reflejan esa misma crisis.

“Hoy, detentando una pequeña parcela de poder o dependiendo absolutamente del poder de otros, todos nos encontramos tocados por el individualismo en el que claramente lleva ventaje quien está mejor instalado en el sistema”.

A esta altura es claro que nuestra postura no puede compartir las características de las posturas mencionadas. Nuestra postura deberá ser de adaptación creciente; o sea, que no de respuestas simplemente al presente sino también al futuro, y que permita transformar positivamente las condiciones del medio, avanzando en el proceso de humanización. Para más precisiones, nuestra postura resultará clara al leer –aparte de otros materiales bibliográficos- la “Tercera carta a mis amigos” de Silo.