Será interesante que la estructura funcione muy aceitadamente, porque precisamos un cuadro muy eficaz para lanzarnos con fuerza hacia el medio.
No podemos desatar influencia sin estructuras que funcionen bien, sin estructuras compactas.
Entre otras cosas los nuestros van advirtiendo, por ejemplo, que para nosotros no es confiable un «antisistema». Se han admitido cosas como que se incorpore alguien a la estructura porque es «antisistema» en sus formas. Sin embargo esos antisistema son poco confiables; tienen una ideología y una actitud mental que no son las nuestras. Por ejemplo: en los ’60, ¿por qué iba a ser antisistema un hippie si llegado cierto momento hacían frente con el sistema contra nosotros?
Los nuestros van cayendo en cuenta sobre esos antisistema publicitados por el sistema. Ya no interesan porque, aunque critiquen al sistema, no se llevan bien con nadie y no influyen sobre nadie. No son cuadros de interés, no es buen material para cuadros, no tienen esa calidad que queremos. Que ese desorden puedan ser a futuro una fuerza de interés como número, ok, pero como cuadro no se ve que ganemos mucho.
La gente que necesitamos para nuestros cuadros es capaz de relacionarse, de influir sobre medios, de confluir con un conjunto en una acción no con cuanta persona encuentre. Si no es así, no es adecuado.
Con los antisistema y los marginales, el tema es su mentalidad e ideología y no sus formas (pueden, por ejemplo, tener aspecto de oficinistas medios). Y no los estamos definiendo por criterios sociológicos de la company. Para la company son marginales los que no deciden, por ejemplo los que no son miembros de sus directorios, o los países periféricos. El de la marginalidad es un concepto propio del sistema, cosas mal pensadas, sin reflexión.
Para nosotros, por ejemplo, todo el planeta sería marginal porque está fuera de la idea. ¿Pero adónde vamos con eso? Nuestro problema es en qué debemos apoyarnos. No en esos que no influyen sobre nadie ni tienen esa intención. En el desorden futuro serán un ariete más, pero no un cuadro. No coinciden con nuestras intenciones. ¿Qué podríamos hacer con ellos? Los nuestros van viendo esto cada vez más.
La evidencia ya está marcada de que las cosas se desajustan, de que la gente está desreferenciada, y los nuestros lo ven claramente. Sin embargo esta apreciación no es suficiente para que mucha de nuestra gente acelere el paso en proporción a la urgencia del momento. Se ve que se acelera el tempo histórico, el desorden, etc. Ya no se discute ésto en nuestras estructuras, pero no todos estamos de acuerdo en que tenemos que apurar el paso.
No va rápidamente la implementación de medidas. No se observa una cosa nerviosa en nuestros orientadores para acelerar los procesos internos, y no tenemos todo el tiempo del mundo para ésto.
El problema no está en la base sino en la orientación. Da la impresión de que muchos delegados de equipo y delegados generales son conservadores a la hora de acelerar los procesos que orientamos, como si acelerar pudiera desvencijar las estructuras. Hacen largas parábolas, toman muchos recaudos y precauciones antes de mover algo.
Talvez sea una reacción sicológica frente a los cambios o la aceleración general, hasta que los nuestros se familiaricen con ésto y les caiga la ficha. En cambio el sistema está desbocado, acelera sin miramientos.
Ahí hay una cuestión, una cosa gris. Nuestros cuadros de orientación están muy conservadores. No se los ve a los orientadores salir a la palestra arrastrando la máquina.