Muchos se preguntan: ¿Cómo son en sus actividades cotidianas, los hombres y mujeres de la Escuela ?

En sus necesidades básicas y en la forma de cumplir con ellas son como cualquier otro hombre y mujer, pero en otros aspectos, son distintos.

Supongamos a una persona de Escuela al lado de otra común. Digamos que son compañeras de trabajo en una oficina. Se parecen mucho en el grado de eficiencia. Ambas se desplazan en el mismo medio de transporte, pueden encontrarse en una fiesta o en casa de una de ellas, comer juntas y de modo parecido. Tal vez las dos están casadas y tengan hijos. Ambas envejecen y mueren.

Es claro que hay algunas diferencias frente al medio, pero sin mucha importancia. Por ejemplo: al hombre de Escuela se le atribuyen maldades de toda naturaleza y se le acusa de cosas contradictorias. Se le coloca artificiosamente en conflicto con su familia y sus amistades. Se le expulsa de su trabajo y se le persigue políticamente. Como sus actividades no son claras para la Iglesia oficial y para el Poder constituido, se lo detiene a menudo con cualquier pretexto, y luego de denigrarlo públicamente mediante órganos informativos se le deja en libertad, pero sin darle posibilidad de defensa. Al hombre de escuela le está vedado defenderse públicamente y defender a la Escuela, ya que tal actitud es considerada como propagandística. El periodismo en general no puede permitir ser «usado», ser «instrumentado» para fines «inconfesables», pero desde luego que se presta rápidamente a todo lo que sea calumnia y delitos similares que se puedan ejecutar por su intermedio contra la Escuela o sus miembros.

Es sumamente interesante observar las actitudes automáticas de los filisteos frente a los hombres de Escuela… pero ésto es tema aparte.

Quien está en el Trabajo no se refugia en ninguna religión, ni en ningún partido político. Concurre a su grupo y lleva adelante un riguroso entrenamiento.

Para un buen observador, ese individuo tiene un «estilo» distinto al de los demás y un comportamiento sin agresividad. Lo más notorio es su sentido del humor.

Algunos de ellos van a retiros en donde pasan un corto período.

Unos pocos se alejan del mundo, trabajando en lo que podríamos llamar «monasterios», pudiendo siempre abandonarlos y regresar a ellos voluntariamente. Los retiros y monasterios no son lugares de refugio espiritual sino de trabajo superior.