Aun cuando en la vida habitual usen un lenguaje adecuado a las circunstancias, los miembros de la Escuela ponen sus límites.

En primer lugar, al impedir que los temas tratados los «atrapen» o los apasionen. Hablan, participan, pero como sin creer en lo que se dice, sabiendo que todo es mecánico e independiente de la voluntad del ser humano.

En segundo lugar, saben que ciertos temas o el modo de dirigir una conversación aproximan o alejan de la Escuela. Así es que hay tópicos a los que son completamente refractarios, otros en cambio les proporcionan una grata sensación al reconocer en ellos la cercanía de los asuntos fundamentales.

Gracias a esa especie de estilo en el lenguaje, aquel que desea participar de la Escuela puede descubrirla a través de sus miembros, sin que éstos le hayan buscado a él.

Así fue aproximadamente, lo que Silo desarrolló a quienes decidieron empezar a trabajar bajo su dirección cuando comenzó a impartir la enseñanza de Escuela. El sistema de técnicas y la imagen del mundo y del hombre que delineó, es patrimonio de los grupos que continúan su trabajo. Lo explicado fuera de la Escuela, aparece íntegramente en las páginas que siguen.