Madrid, plaza de Colón. Entre árboles, aguas y flores, dos protagonistas hieráticos y distanciados plantean su contrapunto. Mientras el Monumento al Descubrimiento de América se asienta centralmente, la estatua de Cristóbal Colón ocupa un espacio lateral. Y en la noche, cuando el tumulto urbano se ha silenciado, un mundo de calculados laberintos, de contradicciones apenas esbozadas, cobra relieve. El monumento iluminado por potentes haces de luz blanca impone el peso de su masa al tiempo que la silueta del célebre navegante se yergue lejana y fantasmal. Así, el observador queda atrapado en una situación onírica en que los objetos se le hacen extraños. La estatua, en una esquina de la plaza no puede ser apreciada con justeza porque está de espaldas. Tampoco se puede llegar al monumento pues un estanque lo circunda. Es necesario salir de la plaza y, dando un rodeo, entrar desde la calle. Pero allí se está demasiado cerca de los bloques y es imposible, retrocediendo, regular las distancias que serían necesarias para observar los detalles y el conjunto. Finalmente, cuando se intenta otra perspectiva, unos árboles impiden la visión. Así es que se puede apreciar del complejo un solo aspecto por vez. Solo un aspecto, paso a paso. Entre los bloques del monumento se recortan dos severos cipreses mientras en los jardines van alternándose olivos y magnolias. Pequeñas farolas con luces amarillas y algunos bancos de piedra enmarcan al ambiente calmo, recogido y desconcertante.
La plaza fue inaugurada hacia 1841. Actualmente se alza en los jardines una fina columna neo gótica de 20 metros sobre la cual está emplazada la figura del gran genovés (nota 1). Este, llevando en su mano derecha un estandarte plegado con una cruz en su ápice, parece avanzar un paso. En la escena de piedra no se leen fechas decisivas. Los nombres de los reyes de España no aparecen bordados en la bandera. No se ven carabelas, ni nativos de América. Están ausentes las figuras de los hermanos Pinzón acompañando el desembarco en Guanahaní. Es que el escultor no pretendió mostrar la realidad de una extraordinaria aventura sino que materializó la imagen que el marino tuvo de sí mismo cuando se sintió encarnando al San Cristóbal de la leyenda. El artista hizo visible el ensueño que impulsó a Cristóbal Colón a reemplazar su nombre civil por uno ficticio. Así se comprende que la grafía estampada en numerosos documentos de la época no es un seudónimo sino la representación del autor(nota 2), es su firma que dice “Cristo ferens” y que significa ”el portador de Cristo.”(nota 3)
El Monumento al Descubrimiento de América (nota 4) está emplazado en el espacio central sobre una plataforma escalonada provista de rampas. Sobre ese piso se levantan unas enormes murallas de hormigón. El monumento consta de 4 volúmenes, de los cuales él más alto mide 17 metros de altura. Grandes dibujos incisos y textos macizos ocupan los 2.000 metros de superficies decoradas de los segmentos murales. La luz juega en las caras planas o curvas de los muros compuestos con áridos rojos de Alicante. Esta gran construcción impresiona por sus sorprendentes características.(nota 5)
Los dos volúmenes centrales del monumento llevan grabadas las principales fechas, lugares y nombres en la historia previa del descubrimiento. Se ve a Colón con su hijo Diego y se aprecia la entrevista con los reyes. Más allá están las barras, los castillos y leones de Castilla y Aragón, junto a las barras y las águilas de Sicilia. Se trata de la heráldica estampada en la bandera que se llevó a las tierras de Guanahaní.
En el enorme bloque final, llamado “El Descubrimiento”, se leen en bajorrelieve los nombres de la tripulación y las circunstancias de la aventura: “… El Almirante bajó a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez su hermano que era capitán de La Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los dos capitanes las dos banderas de la cruz verde con una ´F´ y una ´Y´ encima de cada letra su corona. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas, y frutas de diversas maneras… luego se juntó allí mucha gente de la isla”. Una figura de Colón de siete metros, con los pies en el agua y el gran báculo en la mano, al estilo de los San Cristóbal de las catedrales, domina al conjunto.
El inquietante primer bloque, al que el arquitecto de la obra llamó “Las Profecías”, presenta varias inscripciones. Una de ellas corresponde al coro de la Medea de Séneca tal cual fue traducido del latín al castellano por Colón para respaldar sus argumentos en la Corte. En esa traducción libre de los versos del cordobés romano se lee: “Vendrán en los tardos años del mundo ciertos tiempos en los cuales el mar océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una grande tierra y un nuevo marinero como aquel que fue guía de Jasón y que hubo de nombre Typhis descubrirá nuevo mundo y ya no será la isla Thule la postrera de las tierras”. Frase bastante diferente a la que, en realidad, escribe Séneca: “ Tiempos vendrán al paso de los años en que suelte el océano las barreras del mundo y se abra la tierra en toda su extensión y Tetis nos descubra nuevos orbes y el confín de la tierra ya no sea Thule.” (nota 6)
Otro escrito, ahora de San Isidoro de Sevilla, acompaña en el muro a las palabras de Séneca. El autor de las “Etimologías” afirma ocho siglos antes del descubrimiento: “Además de las tres partes del mundo existe otro continente más allá del océano”. Esta inscripción, por demás sugestiva, poco tiene de profética y en todo caso se aproxima a la percepción de Raymundo Lulio en la que se habla de la existencia de una gran tierra “en la que el océano debe estribar por occidente.”
También han sido llevadas a la muralla las palabras anotadas por Colón en el margen de una página de la “Ymago Mundi” de Pierre d´Ailly(nota 7): “Allende el trópico de Capricornio se encuentra la morada más hermosa, pues es la parte más alta y noble del mundo, es decir, el Paraíso Terrenal.” El tema del paraíso terrenal es considerado por el Navegante especialmente en su tercer viaje y esto crea algunos problemas en cuanto a la fiablidad de los documentos y el lenguaje usados. Pero superado el escollo aparece una extraordinaria geografía mítica que ayuda a comprender algunas motivaciones de los nuevos viajes y descubrimientos.(nota 8) “La Sacra Escriptura testifica que Nuestro Señor hizo al Paraíso Terrenal y en él puso el árbol de la vida, y d´él sale una fuente de donde resultan en este mundo cuatro ríos principales.” Ese lugar se encuentra en el punto más alto del mundo y por mar se va subiendo a medida que se avanza hacia el sur. “Y bien qu´el parecer de Aristotel fuese que el polo Antártico o la tierra qu´es debaxo dél sea más alta parte del mundo y más propincua al cielo.” Y más adelante comenta que el mundo “… es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el peçón que tiene allí más alto, o como quien tiene una pelota muy redonda y en un lugar d´ella fuesse como una teta de muger allí puesta, y qu´esta parte d´este peçón sea la más alta e más propincua al cielo.” (nota 9) Desde luego que la idea de Colón (en cuanto a que hay un lugar más alto que todos los demás en la esfera del mundo y que también en esa zona el agua es también más alta), respode a creencias que ya habían sido desvirtuadas desde siglos anteriores. Al respecto, se debe recordar lo que el Dante escribe en 1320: “El agua no tiene joroba alguna que sobresalga de su circunferencia regular”(nota 10), y también: “Este argumento arranca de una falsa imaginación pues los marinos en el mar imaginan que no divisan la tierra desde el barco por ser el barco más alto que la tierra; pero esto no es así, sino que más bien sucedería todo lo contrario, pues divisarían un panorama mucho más ancho que el que ven. La causa consiste en que el rayo directo de la cosa visible se rompe entre el objeto y el ojo por la convexidad del agua, pues como el agua tiene necesariamente por todas partes forma redonda alrededor de su centro, de ahí proviene que, a cierta distancia, el agua forma un obstáculo a la mirada con su propia convexidad.” (nota 11) Si bien el Dante refuta las ideas sobre las partes más altas de las aguas en el globo, sostiene que en el hemisferio sur se encuentra la gigantesca montaña sobre la cual está emplazado el Paraíso Terrenal. Estas imágenes mezcladas con la concepción geocéntrica de Tolomeo van a seguir inflamando la imaginación de los navegantes hasta avanzado el S. XVII. (nota 12)
En este primer bloque se lee una profecía que parece haber nacido en tierras de América antes de la llegada de los europeos. La inscripción dice: “A la distancia de un grito, a la distancia de una jornada estan ya, ¡oh, padre! Recibid a vuestros huéspedes los hombres barbados, los del oriente, los que traen la señal de Ku, la deidad”. La cita está atribuida al libro maya del Chilam Balam de Chumayel, (nota 13) una de las piedras angulares de la literatura indígena americana. (nota 14) Pero la frase está compuesta con dos parágrafos diferentes: El 11 Ahau dice: “ … Del oriente vinieron cuando llegaron a esta tierra los barbudos, los mensajeros de la señal de la divinidad, los extranjeros de la tierra, los hombres rubicundos.” El 12 Ahau dice: “… Recibid a vuestros huéspedes; a la distancia de una jornada, a la distancia de un grito vienen ya.” Todo esto se entiende mejor cuando leemos el 13 Ahau que dice: “Los Ah Kines, Sacerdotes-del-culto-solar, profetizaron porque comprendieron cómo habrían de venir los extranjeros españoles; los leyeron en los signos de sus papeles y por eso comenzaron a decir: ´Verdaderamente los haremos amigos nuestros y no les haremos guerra´, diciendo además: ´A ellos se les pagará el tributo´. “ Por cierto, estos textos son posteriores a la conquista. El asunto es muy claro ya desde el 1 Ahau en el que se “profetiza” luego de pasados los acontecimientos: “… Al término del katun, del Corazón del Monte recibirá su limosna, su parte, César Augusto (Carlos V), en muertes por hambre, en zopilotes en las casas.”
A partir de 1930 empezaron a circular materiales de la cultura maya traducidos a las diferentes lenguas europeas. El caso particular de las profecías todavía es tema de discusión entre filólogos e historiadores y ha servido de inspiración a escritores y artistas, como queda bien claro en este primer bloque del monumento. (nota 15)
A través del monumento de la plaza de Colón se intuye el universo de imágenes que impulsó al navegante a lo largo de su vida. Sus proyectos fueron, sobre todo, grandes vuelos imaginarios y su acción resultó consecuente con esos arrebatos. Después de todo, hay casos en los que algunos ensueños poco posibles terminan orientando la vida del protagonista y, en el juego de fuerzas históricas, se llegan a convertir en factores decisivos. Algo de esto ocurrió con algunos proyectos de Cristóbal Colón. El mismo desechó varios planes por irrealizables (nota 16) y otros errados en la concepción básica terminaron, sin embargo, acertando en el blanco. Ahora se llega al punto de comprender por qué se ha producido una separación, se diría que un choque, entre la estatua de Colón y el Monumento al Descubrimiento. Todo lo que aparece como sorprendente y contradictorio en la plaza es, en realidad, un fiel reflejo del modo en que se dividió el mundo del soñador con el mundo del hombre de acción. –
Silo. Chacras. 24/ 12/ ´99.