Dado el momento en que estamos hay algunos temas sobre los que conviene volver y otros sobre los que hay que reflexionar. Por empezar, acerca del concepto mismo de militancia. Deberíamos también conversar un poco acerca de los organismos «su significado» y aplicarnos posteriormente a examinar algunas cuestiones que tienen que ver específicamente con el momento en que estamos, el voluntario y el caso específico de la militancia.

Anoche conversábamos, precisamente con Luis, algunas cuestiones sobre esto de la militancia.

Lo que desde el punto de vista de uno de los organismos, por ejemplo el Partido, es militancia, desde el punto de vista de otros organismos puede no llamársele así. Hablamos de la acción que desarrollan las bases y ésto en un partido político es militancia, pero si nosotros estuviéramos trabajando con un organismo que está provocando este despelote informático, por ejemplo, que están aplicados a ese organismo, no los llamaríamos exactamente militantes.

Nosotros en el Movimiento a ésto lo tenemos resuelto desde hace tiempo, aunque sea una cuestión de designación, con la figura del voluntario, ya sea por el tipo de actividades que se desarrollan, ora en un organismo, ora en otro, pero con la característica de apertura, de dar, de mover, de realimentar la acción de todo aquello, le hemos llamado a ese señor o a esa señora que procede de ese modo en una estructura, le hemos llamado voluntario. Estos voluntarios, expresándose en un partido político, toman el nombre de militantes. Nosotros tenemos más explicado el comportamiento del voluntario que el comportamiento del militante. (Risas).

No son cosas éstas de desdeñar, estas denominaciones, porque hacen a la tipificación del ser humano con el cual nosotros trabajamos. Es este voluntario al que nosotros apelamos, al que convocamos, con el cual nos organizamos, nos movemos y somos.

El voluntario. Ahí está todo. ¿Y qué trato está recibiendo hoy el voluntario? Esto se trató en su momento en las charlas de Canarias en 1978. No es un tema nuevo este del voluntario. Parece que el voluntario político, al cual se lo ha llamado tradicionalmente militante, y siempre ha sido muy maltratado, parece que hoy lo es en grado sumo, y lo es en grado sumo, yo diría, por una razón hasta mecánica del proceso del sistema… Este punto es de interés, creo.

Los militantes nacen acompañando a los partidos. No es cuestión de irse muy lejos en la historia pero sí de entender que los partidos han necesitado de los militantes como hilo conductor de comunicación entre esos partidos y el resto del pueblo. ¿Cómo se iba a enterar la población de lo que propiciaba un partido, cómo se iba a movilizar la población en la dirección ideológica o en la dirección de la actividad que plantea un partido? ¿Con un bando ahí con un clavo en la puerta? «A los vecinos de la grande y noble ciudad de no sé dónde…» No, lo hacían a través de gente que iba, recorría, movía, golpeaba las puertas, llevaba el mensaje, traía gente. Era el mismo modo de comunicación el que hacía que el militante procediera de ese modo y que el militante fuera importante. Así que la revolución informática, la revolución de las comunicaciones ha alterado el modo de trabajo de los partidos. Por consiguiente ha alterado el modo de trabajo de esas bases, hilos de conducción que usó durante largo tiempo. El militante, para las cúpulas partidarias, ha muerto. Y si no ha muerto en los hechos, ha muerto ya en las cabezas de las dirigencias, de las cúpulas de los partidos políticos.

Esto me parece que es extraordinario. Sí, a fuerza de simple es extraordinario. Nosotros y a lo mejor algunos próximos a nosotros, pensamos que un partido sin militantes se jodió (Risas). «Se están quedando sin militantes, se joden». «Cada día tienen menos militantes», decimos de otros partidos. ¿En qué sentido se joden? Hay que examinarlo. ¿Quiénes se perjudican? ¿Las cúpulas? ¿Quiénes? Aquéllos que nosotros llamamos comunicación intermediada, que es la comunicación a través de los medios de difusión del sistema, lo que para nosotros desde nuestro punto de vista es comunicación intermediada, para la cúpula de los partidos es comunicación directa (Risas). Y lo que para nosotros es comunicación directa a través del militante, para las cúpulas de los partidos es comunicación intermediada.

Las cúpulas están pensando (y si todavía no han llegado a ese «nivel de conciencia», diría Hegel, si todavía no han tomado conciencia de lo que les pasa), por lo menos están sintiendo que el militante deforma el mensaje correcto. Los políticos tradicionales dicen: «Estos muchachos no están capacitados… estos muchachos terminan siendo piantavotos, son piantavotos porque explican mal las cosas y asustan a las viejas». «Los militantes nos están creando problemas, deforman el mensaje. Algunos asustan a la gente». Primera cosa.

Segunda cosa. «¡Después de habernos hecho todo ese desastre, con lo que hemos trabajado las cúpulas, los militantes vienen a reclamarnos porciones de poder! ¡Lo único que faltaba! ¡Qué cuarta rama por aquí (Risas), que las juventudes no sé qué…! ¿Pero qué es ésto señores? Así que vienen a discutirnos cosas, tenemos que darles diputaciones, nos deforman el lenguaje, la comunicación, nos hacen reclamos, nos discuten internamente cuestiones y tenemos que andar explicando cosas que no se pueden decir». Un lío, un lío con los militantes… un lío.

«En cambio cuando yo, Martínez Raymonda (risas) me pongo en un set de TV, nadie me deforma el lenguaje, nadie me hace reclamos, nadie me pide participación en el manejo de la cosa. Estoy en comunicación directa con el pueblo y sin problemas. Sólo hay algunos problemitas menores… que unos ponen más plata que yo, yo menos que otros… sólo eso».

¡A ver si no se piensa, o al menos, se va sintiendo así!

Esto es de mucha importancia y de muchas consecuencias. Porque podría suceder que aunque no se exprese así, las cúpulas de los partidos estén el alejamiento de los militantes. No estoy diciendo que ésto esté perfectamente concientizado, pero creo que van produciendo de este modo. Si ésto es así, son varios los factores que explican la desaparición del militante. Son varios los fenómenos que lo explican. No sólo el desacuerdo de los militantes con lo que pasa, no sólo la falta de participación que da por la mecánica de los partidos, no sólo la postergación, no sólo eso, sino que además hay toda una actitud que contribuye y que va desde las cúpulas hacia el militante. Sea por su forma, sea por la manera de encarar el tema, sea por lo que sea, parece que ellos mismos estuvieran haciendo una fuerza hacia el alejamiento del militante.

La cosa es ya monstruosamente clara en lugares como Japón, Estados Unidos y ya es muy clara y muy acelerada en Europa. Impresionante. Si ésto es así, los días del militante están contados en las estructuras políticas. «Militancia igual a actos barbáricos», dicen y escriben. Están contados los días del militante en las agrupaciones políticas. «A ver si vamos a comparar un militante que anda por ahí transpirando, corriendo, haciendo cosas y demás, con las conejitas de Playboy que hacen uuuyyy» (Risas). Y eso lanzado por TV color a mansalva…

Estoy hablando de la campaña de Ike Eisenhower. Estoy hablando de hace muchos años atrás. Estoy hablando de las chocolatineras con los palitos. Así que en 1986 ésto ha avanzado mucho.

Ustedes dirán que hay condiciones diferentes según las regiones, los modos de producción, el grado de pobreza de la población, según las cosas vayan mal o vayan bien. Eso es cierto. Hay más activismo, más efervescencia, más militancia política donde hay mucho que reclamar, donde el sistema no las tiene todas consigo, donde no tiene todo controlado y donde el tema económico es muy serio y muy candente. Hay lugares donde la misma población tiene vena militante con la situación que se da. Así que no nos extrañe que en Bolivia esté «ardiendo Troya» en Oruro. Y no nos extrañe que en El Salvador pase otra cosa. Pero claro, la tendencia histórica parece ir en la dirección que propicia el sistema en la medida que se va haciendo cargo de toda la razón. Lo anterior ocurre porque el sistema es torpe en esos puntos en esos países. en la medida en que se perfeccione, lógicamente, también van a prescindir de los militantes aún en esos lugares. Eso es porque es torpe el sistema. En esos niveles no controla todo. Ha chupado demasiado, ha empobrecido demasiado ese lugar, y esa torpeza ha creado condiciones de disconformidad que favorecen la militancia.

Así que es muy cierto ésto de que hay mayor efervescencia, mayor militancia, que está más a flor de piel en los lugares más azotados. Pero comprendamos que el sistema en su desarrollo, va también a perfeccionar allí, de alguna forma, el modo de hacer su movimiento político. Y entonces el militante irá perdiendo fuerza también. Así que son las fuerzas económicas (multinacionales y monopolios) las que quitándose toda máscara plantean las cosas de un modo tan brutal que la gente ya no se extraña. Se sabe que tal partido cuenta con el apoyo o, mejor dicho, que tal partido es la colateral de una multinacional: un departamento (gerencia, producción, abastecimiento, servicio, partido político) ¡Partido no sé cuánto! ¡Una oficina! Partido republicano, partido demócrata, rótulos para distintas oficinas.

Está claro que el sistema se mueve así. Está bien. La población no se asombra. Era un descubrimiento a fines del siglo pasado, cuando las corrientes socialistas decían escandalizadas: «Los partidos burgueses responden a los intereses de clase del capitalismo» y demás. Y los otros decían: «Pero cómo no, si es la expresión de las ideas». Hoy, ¿los partidos socialistas dicen eso? No, ni nadie se escandaliza porque efectivamente sea así. (Risas) Es espectacular el cambio que se ha producido. Esa es la tendencia histórica y tiene sus consecuencias.

El militante hoy está particularmente maltratado y no sabe que pasa. En distintos partidos, es una corredera, un lío.

El militante es alguien que quiere participar porque experimenta la necesidad de cambio y se lanza a la actividad, a la acción con lo que buenamente puede, con lo que puede.

Hay alguna militancia, con algún entusiasmo. Hay gente que de algún modo participa; algunos militantes que se sienten fuertes en los distintos partidos, hay todavía. Pero no es la tendencia histórica, no es la tendencia. y no creo que la gente que esté en las cúpulas, en las direcciones de esos partidos, no creo que todos, no lo creo, estén pensando y obrando de un modo avieso para joder a sus militantes. Creo que es un problema mecánico: se va produciendo ese fenómeno.

La revolución de las comunicaciones ha hecho que se prescinda del militante. Así que la revolución industrial en su última etapa, o la revolución tecnológica, como primera etapa posterior, a la revolución industrial, hace que se prescinda de una cantidad de personas: donde antes 1000 operaban máquinas, ahora hay dos o tres para que controlen la producción en cadena de las máquinas robots. Hay una reconversión industrial. Ha cambiado el medio, el modo de producción y también ha cambiado el comportamiento y el modo de comunicación de las agrupaciones políticas.

Este fenómeno de relegamiento del militante también se siente acá, menos pronunciado que en otros países, pero se siente. Va llegando ese oleaje y al llegar a estas playas arrastra mar adentro todo lo que encuentra; pero en las playas algo queda.

Por otra parte, la militancia en cuanto a números se refiere, debemos reconocerlo, de ninguna manera involucra y nunca involucro al total de la población. Hoy involucra a menos población que antes.

Reduciendo todo esto a números de un modo un poco repugnante, podemos decir: «si están habilitados en este país para votar 18 a 19 millones de habitantes, consideremos que la población activa de todos modos será de 14 a 15 millones. Sobre esos 14 ó 15 millones de la población activa de este país, ¿cuántos son los militantes al momento actual de todos los partidos políticos reunidos? ¿100.000? ¡digamos 200.000! ¿2%, 5%? Si fuera el 5%, que no lo es ni de lejos, ¿qué hacemos con el 95% restante de la población? Desde el punto de vista de los militantes se va decir: «es que los demás son los que no se preocupan». Y habrá quién responda: mirá, se preocupen o no se preocupen, ahí hay población. ¿Si no qué sos vos?, ¿la vanguardia fantástica y esclarecida? ¿Y los demás son los giles que hay que llevarlos a palos porque no entienden? ¿Cómo es la cosa? Si ese pequeño porcentaje además se reduce, jodidos estamos. Cada vez va a tener más problemas ese porcentaje, y cada vez es menor para llevar al resto. Y a propósito ¿qué hacemos con los que militaron en su momento y ahora ya no? Ya se que se han descafeinado, pero les han dado de palos, les ha pasado de todo, han sido tipos muy fuertes hasta se han arriesgado, han pasado cosas, sobre todo en estas latitudes; no podés decir que sean unos cretinos los que no quieren ahora militar. No quieren saber nada con los partidos, ni con los militantes ni con nada. Hay en ellos una importante ola de decepción.

¿Qué va a decir ese militante que recién empieza que ha tirado un panfleto? ¿Qué va a decir? ¿Qué los demás son todos unos descafeinados, con todo lo que ha pasado? No, eso no lo puedo decir. ¡Bue… ! ¡No lo debería decir!

Entonces el mal intérprete de estos hechos puede creer que la militancia disminuye por la represión que han sufrido los argentinos en épocas recientes y no tan recientes. Pero ésto no es así, porque entonces tendría que haberse producido acá solamente la disminución de militancia y en aquellos puntos donde ha pasado la tragedia. No, también pasa en otros lugares donde no ha pasado exactamente el mismo proceso general, donde sin duda este factor interviene, sin duda, pero no lo explica concretamente. Es un fenómeno más amplio.

Entonces hay un sector de la población que ha tenido su militancia, su interés político, y hoy no quiere tal cosa. Esto es una realidad. Eso es parte del porcentaje de la población.