Quererse libre es quererse en un mundo en el que el valor humano de uno y de los demás, cobre categoría de tal en reemplazo del hombre-mercancía, del hombre-productor o consumidor.
Quererse libre es no desear un mundo de trabajo imbecilizante sino humanizante, en donde la producción sea el correlato material de la solidaridad y donde cada cual produzca según su posibilidad, recibiendo según su necesidad. No según la necesidad que el Estado quiera fijar. Es querer un mundo socialista sin Estado (1).
Quererse libre no es quererse simplemente en un mundo socialista en el que el autoritarismo de unos reemplace al de la etapa anterior.
Quererse libre es quererse con intimidad y ser para otros garantía de la intimidad. Es quererse individuo pleno y sentir el para-sí y el para-otro con la misma fuerza solidaria.
No es quererse libre: explotar y ser explotado, controlar y ser controlado, espiar y ser espiado.
Quererse libre es por consiguiente: quererse en un mundo socialista, no autoritario, no burocrático, no partidario, sino paradisíaco (2).
En un mundo que siempre estuvo en el corazón de los hombres buenos y acicateó su imaginación y sus obras fuera de la época, fuera de la prehistoria en que vivieron.
Quererse libre es querer salir de la prehistoria produciendo una ruptura temporal y entrar en la historia verdadera y cálidamente humana.
Quererse libre es querer una nueva sociedad en la que no se sienta el freno o el control, sino la total incapacidad de ejercer cualquier violencia propia de la prehistoria humana.
Quererse libre es querer un mundo en el que no sea necesario utilizar la palabra «amor» por pudor y por sobreentendida.
Quererse libre es querer una sociedad en donde el ateísmo no esté reprimido y en donde la religión interior y personal no sea una fuga de la realidad.
Quererse libre es querer un mundo en el que la razón y el saber no tengan ya inquisiciones y en el que incluso la poesía pueda oponerse a la razón, sin división interna del poeta.
(1) Ya en el Pacto de Unión de la Federación Libertaria de 1898, se leía: «Luchar por la reivindicación de la sociedad entera contra toda forma de propiedad privada en manos de pocos privilegiados y con la toma de posesión por parte de los trabajadores de todas las fuentes de riqueza: tierra, máquinas, instrumentos de trabajo, medios de cambio, de comunicación y organizado bajo la base de la cooperación de todas las fuerzas sociales». Más adelante: «La clase privilegiada no desaparecerá, sino con la abolición del ente autoritario, tutelador, depresivo de la iniciativa y de la libertad social: el Estado, sustituido por Ia federación libre y espontánea de las asociaciones de producción y de consumo».
(2) La tesis aparece cercanamente esbozada por Marcuse en «El fin de la Utopía». La aparente ingenuidad de esta proposición es comentada por Castellet de este modo: «En este sentido es posible la eliminación de la pobreza, de la miseria y del trabajo alienado» y cita a Marcuse: «…creo que sobre ésto estamos relativamente de acuerdo; aún más: creo que en ésto estamos de acuerdo incluso con nuestros enemigos. Apenas hay hoy, ni en la misma economía burguesa, un científico o investigador digno de ser tornado en serio que se atreva a negar que con las fuerzas productivas técnicarnente disponibles, ya es hoy posible la eliminación material e intelectual del hambre y de la miseria, y que lo que hoy ocurre ha de atribuirse a la organización sociopolítica de la tierra». (F.U.) De: «Lectura de Marcuse».