En el mundo actual las pesadas ideologías de antaño, se derrumban. Aún aquellas que en su momento fueron verdaderas herramientas de lucha revolucionaria y que contribuyeron eficazmente a la construcción del socialismo.
La aceleración del tiempo histórico hace que toda herramienta quede obsoleta. Las ideologías, como instrumento de comprensión de la realidad social, van siendo reemplazadas por un nuevo sistema de formulaciones aparentemente no ideológico y disfrazado con el daterío estadístico.
La nueva izquierda tiene que vérselas ahora con un enemigo tramposo en grado superlativo que defiende al sistema con números-símbolos de la realidad concreta.
Muchos han advertido el reto y se han apoderado también del mismo sistema explicativo y demostrativo comprendiendo, no sin razón, el valor propagandístico de esas presentaciones.
Sin embargo, otros van abandonando poco a poco los modelos de la sociología matemática tal vez por la oscura sensación de que en todo eso «algo no marcha».
La vieja izquierda puede tal vez seguir discutiendo la validez de una proposición estadística, o si las conclusiones están bien o mal formadas, o si están cercenadas de su real contexto, o si en definitiva reflejan o no la realidad objetiva. Pero los jóvenes advierten que la apropiación de tales instrumentos y su aplicación al mundo de la revolución implica un neonaturalismo deshumanizante y mentiroso.
La situación resulta difícil para aquellos que superando los viejos esquemas, deben rechazar ahora también las nuevas ideologías disfrazadas o no, que se lanzan a toneladas en el mercado del libro y en el ámbito de la cultura. Es que los jóvenes más lúcidos están asqueados de todo. También de las ideologías y si hay algo en lo que están de acuerdo es en que debe hacerse la revolución.
Pero a poco que empiezan a estudiar los métodos más adecuados o a tratar de comprender la situación en que les toca actuar, surge la discusión ideológica hasta el infinito, atascándose todo accionar. Entonces, muchos concluyen por no discutir ni analizar y reemplazan el vacío (o la saturación) teóricos, por la acción directa que en ocasiones aglutina y que siempre hermana contra el común opresor.
En esa situación, reciben el bombardeo ideológico de todos los sectores. Aún de sus antiguos camaradas, partidarios de la «recta reflexión».
La única solución se les aparece entonces como la formación de comandos cerrados de lucha, como organización vertical, cerrada, paramilitar. Esto trae el serio inconveniente de no poder aclarar suficientemente a la clase trabajadora los fines que justifican esa forma de praxis, mientras el sistema desvía de la opinión pública las verdaderas intenciones de los comandos de acción, transformándolos en bandas de delincuentes comunes merced a los medios masivos de difusión que continúan apoyándose en una sensiblería estafadora.
Si la nueva izquierda, tironeada desde todos los ángulos, no acierta a comprender que su organización debe ser por sobre todo generacional y apoyarse en el obrero joven y el estudiante, no podrá hacer tampoco correctos análisis de su situación ni ser permeable a las grandes masas susceptibles de devenir revolucionarias.
Lo dicho en el párrafo anterior suena a «tomar el rábano por las hojas». Sin embargo, no es en la discusión previa ni en el análisis ad infinitum, donde se clarificará la realidad ni de donde surgirán correctas tácticas de lucha, sino de la organización generacional que logre incorporar las dos, hoy por hoy, únicas fuerzas dinámicas de ruptura histórica.
En donde surjan espontáneamente grupos descentralizados, pero organizados generacionalmente y con la aspiración de un socialismo libertario, los jóvenes tenderán a crear su propia ideología -o a dar comienzo a su lucha concreta-, amalgamándose en verdadera vanguardia.
Por otra parte, aún aquéllos que se sientan inclinados a la acción directa reconocerán la necesidad de un brazo político como ha sucedido con todo movimiento revolucionario.
Desde luego que la condición de todo movimiento o grupo del Poder Joven es la no participación en la farsa política de la democracia burguesa, pero sí el aprovechamiento de la falseada libertad política para la denuncia pública de la injusticia y para la polarización de las fuerzas revolucionarias en la línea socialista y libertaria.
Las ideologías se derrumban y las nuevas generaciones no aceptan ya supuestos teóricos, sino que en su dinámica tienden a crear la ideología adecuada a las circunstancias. Tal posibilidad podrá ser explotada partiendo de la formación de grupos espontáneos que se conecten entre sí, hasta coordinarse en verdaderos movimientos o partidos nacionales e internacionales, negando a todos los otros movimientos o partidos (6).
(6) «Se supone que se debe llenar el Poder, llenar los partidos. Es decir, llenar los moldes fabricados por un mundo que muere. Pues bien, digo lo contrario: vacío al Poder, vacío a los partidos, vacío a los políticos… » Ver Silo y la Liberación – Tercera arenga prohibida.