El sistema endócrino regula y coordina las diversas funciones del organismo, por medio de las hormonas que las glándulas vierten al torrente sanguíneo.

La participación glandular en el fe­nómeno de los niveles de conciencia está regulada desde el hipotálamo (neuro-glándula), localización encefálica del centro vegetativo.

Éste actúa indirectamente vía hipófisis y en casos tales como los de alerta o emergencia, prescinde de ésta, enviando impulsos eferentes directamente a las glándulas comprometidas en la elaboración de respuestas requeridas por la si­tuación en el medio.

El caso más significativo es el doble cir­cuito de seguridad que establece con las glándulas su­pra­rre­nales en la secreción de adrenalina.

Como secundarios aparecen en el circuito la ti­roi­des (tiroxina) y las gónadas.

Esta relación con el sistema hor­monal nos va a interesar en cuanto a su participación en la actividad encefálica determinante de los niveles de concien­cia.

Consideramos entonces aquellas sustancias que actúan de un modo directo sobre las distintas estructuras encefálicas y/o la capacidad de transmisión de impulsos de las fibras conectivas.

Atendiendo a estas sustancias en su acción como mediadores sinápticos, y su grado de concentración en las distintas estructuras encefálicas obtenemos otro punto de vista.

Las modificaciones en el equilibrio sodio/potasio, el nivel de azúcar en la sangre (insulina), el metabolismo del calcio y las secreciones tiroidea y paratiroidea entre otras, aparecen como realimentadores químicos de mayor importancia en la dinámica de los niveles de conciencia.

La caída de la glucosa, del calcio, del potasio y el agotamiento de la presencia de adrenalina, están todos relacionados con marcados desequilibrios funcionales dentro de cada nivel, y en casos ex­tremos producen estrés mental y emotivo.

En contraste, su me­tabolismo equilibrado va a corresponder también a una ade­cua­da integración del trabajo de cada nivel.

Por otra parte, y como aspectos secundarios, se observa que a cualquier incre­men­to de la presión sanguínea corresponde una mayor excitabi­lidad de la formación reticular y consecuentemente su función activadora.

Simultáneamente, con­comitan también el aumento de nivel (activación reticular y en­cefálica general) y el concurso de oxígeno, que resulta máximo en el momento del despertar.