El día décimo:

  1. Pocos pero importantes fueron mis descubrimientos, que resumo de este modo:
  2. La Fuerza circula por mi cuerpo y ella es realmente mi vida y la de todos los cuerpos animados.
  3. En mi cuerpo existen puntos de control de sus diversas actividades.
  4. Hay diferencias importantes entre el estado de despierto verdadero y los otros estados mentales.
  5. Puede conducirse la Fuerza al punto del real despertar.
  6. La Fuerza se exterioriza como segundo cuerpo o doble.
  7. El doble se disuelve tras la muerte física por las contradicciones internas y la pérdida de conciencia o evoluciona perfeccionando su unidad al romper las contradicciones y ganar en estado de despierto.
  8. La naturaleza de la Fuerza y del doble es la de la luz.
  9. Existe un centro-luminoso-dador-de-vida del que proviene la energía (o Fuerza) de todo lo viviente.
  10. Del centro luminoso proviene la vida y circula en todas las especies vivas, desde las más primitivas hasta el hombre. Sólo en él puede, unificándose (por sus trabajos bondadosos y conscientes), continuar evolucionando luego de la muerte física. En los otros casos, a la disolución del cuerpo corresponde el obscurecimiento de la luz y su transformación en otras escalas animadas de menor conciencia. Esta aparente declinación de la luz es compensada por la reproducción de los seres vivos en su escala y por la ampliación de posibilidades evolutivas en cada ser.
  11. El centro luminoso continúa produciendo luz y la creación sigue desarrollándose.
  12. El doble puede consolidarse por su actividad unitiva o al recibir la Fuerza directamente desde el centro luminoso.
  13. Estas conclusiones me hicieron reconocer en las oraciones de los pueblos antiguos, el germen de una gran verdad que se obscureció en ritos y prácticas externas, no alcanzando ellos a desarrollar la oración interna que realizada con perfección, pone al hombre en contacto con la fuente luminosa.
  14. Finalmente, advertí que “mis descubrimientos” no eran tales, sino que se debían a la revelación interior a la que accede todo aquel que sin contradicciones busca la luz en su propio corazón.