Dejando de lado el aporte personal de van Doren (su profunda erudición, su vuelo filosófico y su notable brillo como escritor), el tratamiento de los temas que componen el libro es propio del sistema de pensamiento siloísta.
Tres historias muy alejadas en el tiempo se enlazan por un interno leit motiv. Sócrates, Jesús y Rama viven en épocas distintas, en contextos culturales diferentes y sin embargo, la historia de los tres repite ciertas constantes: la lucha del despertar contra el ensueño, el malentendido político creado alrededor de quienes proclaman la revolución interior, el rechazo malsano de los contemporáneos hacia aquello que los dignifica y la violencia sistemática contra las ideas de paz.
En los tres capítulos aparecen los mismos jaqueadores, a veces con nombres similares, como Anito en Sócrates, Anás en Jesús y la logia Anael en Rama. A veces con nombres distintos pero con un mismo conflicto en sus conciencias, tales los casos del “Prefecto”, Poncio Pilatos y “el Jefe”.
Tal vez chocará a algún lector que al final de cada capítulo se trate la muerte y resurrección del personaje central, de un modo humorístico y terreno.
Esta reacción habrá de explicarse por el instinto trágico de la época, que hace adherir lastimosamente cuando los grandes hombres son abatidos y que impide reír cuando se desbarata el jaque, imponiendo un movimiento insólito a las piezas de ese juego.
Van Doren insinúa que la partida arquetípica está llegando a su fin y trata de transmitir su certeza con un breve epílogo puesto en boca de un hombre de América.