Jesús se levantó de la cena y se quitó el manto y tomando una toalla se la ciñó.

Luego puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.

Terminado ésto, dijo:

«Ahora id y caminad por todos los caminos y aún el de los gentiles, porque es allí en Roma desde donde irradiará el Espíritu hacia todos los dominios que le pertenecen. No toméis a la serpiente desde la cola, porque ella puede volverse y herir vuestra mano. Tomad la sierpe desde la cabeza y todo el cuerpo os seguirá, según la llevéis a un lado u otro.

«Estos pies que lavo son además, los peces, la parte última de un cuerpo que termina en muchos años más. Luego, cuando ésto quede cumplido, mandaremos el Espíritu al hombre y será el fin de los tiempos.

«Pero es necesario que se haga la luz en vosotros y comprendáis que así como este vino puede cambiarse en sangre y este pan en cuerpo, así se cambiarán el vino y el pan de la humanidad en sangre y cuerpo de un nuevo ser. Esto será posible tantas veces como la operación sea buena y bueno el artesano.

«Mientras tanto, explicad a todos ésto que os he enseñado y realizad el cambio en vosotros mismos y en memoria mía.

«Mirad que voy ahora a vigilar y vosotros dormiréis, porque el espíritu está pronto pero la carne es flaca. Una y otra vez he despertado vuestro espíritu pero vuestro cuerpo lo ha rendido. Así también volverá a suceder esta noche.

«Vigilad, despertad y el vino y el pan se convertirán en vosotros en sangre y cuerpo de un ser nuevo.

«Estas cosas os he hablado para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas. Y aún vendrá la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios.

«Esto no os lo dije al principio porque yo estaba con vosotros, pero ahora voy al que me envió».

Se recogió un instante y agregó:

«Padre, yo te he glorificado en la tierra. He acabado la obra que me diste que hiciese».

Luego Jesús enmudeció.

Tomó el pan y mojándolo lo dió a Judas y le dijo:

– Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Tras lo cual Judas miró al Maestro y a sus compañeros diciendo:

– Sea la voluntad de Dios -y salió apresuradamente.

Una vez que hubieron cantado los himnos, todos se retiraron.

Jesús y otros que lo siguieron, se dirigieron hacia el huerto de los Olivos.