Era alrededor de la media noche. A lo lejos algunas parejas en las sombras.

Un hombre permanecía en la esquina como esperando. Un automóvil que avanzaba a gran velocidad se detuvo junto a él, pero desde sus ventanillas partieron varios disparos, se vio caer un cuerpo al suelo. Los atacantes se fueron rápidamente y numerosas personas corrieron hacia el baleado.

Casi al mismo tiempo otro coche se detuvo y entre todos los presentes se introdujo en el vehículo al hombre herido. Alguien que dijo ser el doctor Jiménez, afirmó que la víctima había fallecido.

Al día siguiente, todos los medios de información dieron a conocer la siguiente noticia: “El santón Rama fue ultimado en una disputa con otros malvivientes”. Y explicaban: “Anoche, alrededor de las 24, en la intersección de Ayacucho y Paso de Vicente López, se produjo un tumulto entre varios sujetos que, presumiblemente salían de un club nocturno. Por causa que la policía trata de aclarar, uno de ellos desenfundó su arma y disparó cinco tiros contra su víctima, desplomándose ésta en el acto. El resto de los asociales se dio a la fuga en un automóvil. Casi en el mismo instante se hizo presente una patrulla de la seccional y también un médico del Hospital Cabanillas, a donde fue conducido el delincuente herido, dejando de existir a los pocos minutos. La policía trata de esclarecer el hecho, y se labran las acusaciones correspondientes.

Algunos diarios agregaban estas consideraciones: “El occiso presentaba varios orificios de balas calibre 38. Este cronista pudo ver y fotografiar tres perforaciones en distintos puntos del cuerpo. Emitido el certificado de defunción, el cadáver fue entregado a cuatro personas que luego de prestar declaración lo colocaron en un ataúd, llevándolo a aeropuerto para su traslado a Salta, ciudad donde recibirá cristiana sepultura.

“Rama” -según se hacía llamar- era Juan Carlos Escobar, argentino, soltero de 33 años nacido en la ciudad de Salta. Sin oficio ni domicilio fijo. Tenía fama de curandero entre la gente de los arrabales, pero parece que esa actividad encubría sus maniobras extremistas.

“Algunos recuerdan que protagonizó varios escándalos en Salta, Rosario, Córdoba y Buenos Aires el año pasado, cuando fue detenido con varios hippies y elementos de extrema izquierda al organizar actos de protesta en los barrios de emergencia.

“Muchos jóvenes y jovencitas que al principio siguieron con entusiasmo a este nuevo “mesías”, declararon en su contra al descubrir las patrañas de que habían sido víctimas.

“La Iglesia Católica, que fue blanco de sus invectivas lo trató con tolerancia, considerándolo una “oveja descarriada” al decir del párroco de Vicente López. Tal actitud, ha permitido que sus restos reciban cristiana sepultura en el cementerio de Salta”.

Así se cerraba el caso ante la opinión pública.

Los periódicos de la provincia habían publicado dos o tres avisos fúnebres e invitaban a la inhumación para el día siguiente.

Esa noche fue velado por cuatro personas, mientras un policía custodiaba la puerta del rancho.

Hacia las 2 de la mañana abrieron el cajón, sacaron a Rama y le dieron de beber un líquido que lo reconfortó.
El mismo médico que lo recogió de la calle y extendió el certificado de defunción, estaba ahora limpiando unas heridas superficiales y cambiando el vendaje.

Luego, el grupo ajustó unas planchas de plomo en el fondo del cajón y soldó la caja con soplete, ajustó la tapa y se dispuso a salir, quedando en el interior una sola persona.

Se vio subir a tres individuos en un coche, mientras otro más retrasado le daba dinero al policía con estas palabras:

-Luego dirán que yo lo vendí por dinero, ¡qué gracioso!

Y dicho esto, se sumó al grupo que partió velozmente.

A la mañana siguiente los “restos” eran sepultados por un pequeño número de conocidos. Algunas mujeres lloraron y una de ellas en una crisis de nervios afirmó que Rama vivía. Entonces fue vuelta a la realidad con unos golpes en las mejillas.

No hubo ningún sacerdote, ninguna cruz, contrariamente a lo notificado por la prensa.

Casi al mismo tiempo, Rama y sus amigos se encontraban en Antofagasta listos para embarcar.