Cuado fueron cortados los hilos de los hombres muñecos, de los hombres de palo, toda la algarabía se aquietó y se hizo un gran silencio.

Sólo unos pocos quedaron suspendidos y vivos, colgando de los grandes árboles, de los árboles-padres de la selva.

El puma dijo: no.

El yaguareté dijo: no.

El gato-tambo dijo: no.

El zorro dijo: no

Todos los animales se alejaron, oliendo y sacando sus lenguas, pero no tocaron a los hombres de palo porque algo los protegía y no querían morir.

Entonces, por sobre los montes quemados y las ciudades quemadas y los cuerpos de los hombres muñeco, de los hombres de palo quemados, llegaron las naves celestiales brillantes como el Sol, amables como el Sol.

Y los señores despiertos de Agarthi y Shambalá, cubrieron el cielo y la tierra y trajeron alimento a todo lo que era bueno.