El plano y el cuerpo desplazándose en espacios mutuamente envolventes. La entrada y salida de lo cóncavo a lo convexo. Las distintas formas sensoriales y su convergencia en el espacio de representación.

En el vacío se hace surgir el registro de lo “central” que puede asociarse a un punto luminoso. Ese punto luminoso va creciendo como esfera hasta rodearme completamente. Se expande el registro y la noción de las paredes de la esfera hasta estabilizarlos de un modo permanente. Tomando el registro vertical se comienza a subir el “plano”, comienza a levantarse la mitad inferior de la esfera y los pétalos a desplegarse hasta que coinciden en el mismo plano blanco que fuga infinitamente en todas direcciones. Experimento el espacio blanco sin límites en todas direcciones y estoy “afuera”. El registro se “apoya” sutilmente (como representación kinestésica) sobre el plano. El plano se deprime hasta convertirse en un espacio cóncavo cada vez más profundo que va llevando consigo al registro. Una vez estabilizado, se deja en libertad a los registros de situación. Posteriormente, se va ascendiendo hasta llegar al nivel del plano y sobrepasarlo en una prominencia convexa, cada vez más “alta”. Una vez estabilizado se deja en libertad a los registros de situación.

Aunque en la concavidad y la convexidad los fenómenos sean igualmente externos al plano, los registros y representaciones se corresponden con la interioridad y la exterioridad del espacio interno.

Las distintas formas sensoriales convergen transformadas en la concavidad del espacio de representación; las distintas formas efectoras actúan transformadas desde la convexidad del espacio de representación.

Uno está en una concavidad. Ver todo desde “arriba” es bien distinto a verlo desde “abajo”.

Es bueno distinguir entre los estímulos que se reciben y los que se dan, las sensaciones perceptuales y las efectoras. Eso sucede también en la conciencia normal, las efectoras están más cerca de los límites del espacio de representación.

Cuando se quiere tomar algo, se lanza la imagen hacia afuera del espacio de representación. Por el hecho de llevar la imagen hacia el espacio externo, se está a punto de salir. Mientras que cuando uno se ubica en la cenestesia, se está en un espacio más interno, por lo que resulta más difícil salir, se está muy lejos del limite.

Lo que se explica en Psicología IV de la “película bicóncava” está relacionado con eso: “El yo se puede ubicar en la interioridad del espacio de representación pero en los límites táctiles kinestésicos que dan noción del mundo externo y, opuestamente, en los límites táctiles cenestésicos que dan noción del mundo interno. En todo caso, podemos usar la figura de una película bicóncava (como límite entre mundos), que se dilata o contrae y con ello focaliza o difumina el registro de los objetos externos o internos”.

O se va en dirección a lo convexo o hacia lo cóncavo, pero es por la configuración del espacio de representación que se empieza a tener registro de lo de afuera y de lo de adentro. En realidad esa división no existe o es todo interno o es todo externo. Lo que marca las diferencias es esa biconvexidad. Todo actividad se realiza desde una posición en esa lente que comunica con el mundo, puedes irte hacia el mundo o hacia adentro.