Se mixtiona el cuerpo con antimonio, cobre y hierro. La cantidad de polvo gris blanco debe ser mayor que la cantidad de materiales (juntos). Debe hacerse un ordenamiento por cantidades de mayor a menor. Así, si se asignaran valores, éstos serían: cuerpo 7, antimonio 3, cobre 2, hierro 1(21). Se coloca la mixtión dentro del crisol y se somete a 1500º (a esta temperatura el crisol y la mixtión se ponen al “rojo blanco”). Se reconoce a la substancia completamente fijada cuando no es atacada por el fuego. Se mantiene el fuego hasta que todos los elementos intervinientes se funden homogéneamente. Al enfriar y separar las escorias aparecen las vetas de los distintos materiales como si se tratara de una montaña en miniatura. Se introduce el cuerpo en solución sulfonítrica: 1 de ácido sulfúrico por 2 de ácido nítrico, calentado muy suavemente. Se va aumentando la temperatura hasta producirse la reacción violenta y la aparición de colores en sucesión: verde, azul, amarillo, rojo y blanco en vapores y en decantados líquidos(22). La pasta húmeda verdosa en que termina el cuerpo muestra los signos de la muerte. Se mantiene la temperatura hasta que el cuerpo calcinado queda convertido en un polvo grisáceo ceniciento, en él aparecen unos brillantes y diminutos cristales(23).

(21) Las distintas proporciones en este paso responden a las distintas temperaturas de fusión y sublimación de los metales a aglutinar. Así que el hierro se coloca en menor cantidad que el cobre y el antimonio, ya que éstos funden a menores temperaturas.

(22) Estos indicadores de color, conocidos a veces como “el pavo real”, deben ser obtenidos a riesgo de no llegar a concluir exitosamente la operación. Frecuentemente, la impaciencia hace perder algún color indicador y es claro que el proceso queda trunco.

(23) Este paso es el de la “montaña” y las “cenizas”. Ofrece varias dificultades técnicas al llevar la llama del soplete oxiacetilénico (que permite ahorrar demoras innecesarias) hasta los 1.500º. Ese trabajo debe hacerse con mucha rapidez impidiendo que los elementos de baja temperatura de fusión terminen sublimados o volatilizados perdiéndose la posibilidad de integrarlos en la montaña. Por supuesto, se reemplaza el trabajo con el atanor u horno alquímico por otro instrumental.