(…) Estamos claramente intencionando en estructurar ahora la base; estamos en una etapa diferente. De manera que hay muchos esquemas interpretativos que tenemos, que se han ido formando en nosotros con el trabajo de años, y tendríamos que revisar unas cuantas cosas respecto de esas interpretaciones que hacemos, porque han sido interpretaciones para esos cuadros que hemos formados y que no son válidas -esas interpretaciones-, para bases amplias en desarrollo.

Parece interesante revisar esas interpretaciones que tenemos respecto de los procesos, y también revisar en nosotros -y ésto se conecta con temas de trabajo interno-, parece interesante que los orientadores revisen en sus propias cabezas los paisajes de formación que empezaron a articularse allí cuando entraron al Movimiento, estos paisajes de formación con los que ven hoy el mundo y en donde en realidad cada día es mayor el ángulo, la diferencia entre ese paisaje y este mundo que cambia velozmente.

El estudio del paisaje de formación en los orientadores es una sugerencia, una sugerencia en la que cada uno puede hacer silenciosamente su trabajo, al reconsiderar cómo entró tal vez -sobre todo los más antiguos-, cómo entró al Movimiento, en qué condiciones entró a él, cómo era el Movimiento y cómo era el mundo que se presentaba al Movimiento en aquellos momentos.

¡En ese paisaje nos formamos muchos! Ha pasado el tiempo y ese paisaje de formación está influyendo en orientaciones que damos, ese paisaje de formación está influyendo en los modos de relación y de contacto con la gente… Y está bien, no podría ser de otro modo; contamos con nuestra memoria. Pero, claro, se ha abierto un nuevo momento histórico en el mundo, y es oportuno simultáneamente a la apertura de este nuevo momento histórico, es oportuna la revisión de los propios paisajes para comprender la no-coincidencia que hay entre ese paisaje de formación y este mundo que ha cambiado.

Es una sugerencia que tiene que ver con el trabajo interno, que tiene que ver con la comprensión de uno mismo, pero que va más allá de uno mismo en la medida en que uno es orientador de procesos. Tiene que ver con uno mismo pero es interesante, además, porque el modo en que los orientadores ponen su cabeza, el modo en que los paisajes anteriores de ellos determinan su acción, implica a otras personas. Estas revisiones son de interés, y seguramente nos harán descubrir aspectos positivos y también aspectos negativos de ese paisaje de formación del cual, como todo ser humano, partimos. Partimos de un paisaje de formación. Nosotros somos afectos a ver en los demás paisajes de formación que hoy están traducidos incorrectamente. Nosotros tendemos a ver en los políticos, en los líderes sociales y demás, sus paisajes de formación. Decimos: ¡ese señor es un dirigente que hoy cuenta con 50, 60 años, y está hablando antigüedades! Ese señor se formó cuando él tenía 20 años, y discutía con sus coetáneos, con la gente de su misma edad, discutía temas, tenía aspiraciones, ideales, allí cuando contaba con 20 años. Han pasado 30, han pasado 40 años y ahora este dirigente que generacionalmente se instala en el poder -y al decir poder no sólo digo poder político, digo poder económico, poder social, poder cultural, ¿cierto?-, este buen hombre o esta buena mujer que partieron allá cuando tenían 20 años con sus aspiraciones, sus búsquedas, su reconocimiento de la realidad que les tocaba vivir, estos que se formaron allí, ahora por promoción generacional, por edad, están ocupando lugares, están dictando orientaciones a la sociedad y esto que están dictando, en gran medida, es la superposición de un mundo que no existe sobre el mundo actual, nuevo, de gran dinámica, que sí existe y que cada vez más se aleja de aquellos paisajes.

Entonces nosotros vemos toda esta rareza, todo este no-acuerdo entre esa dirigencia que dice cosas, cosas de un mundo que no es así, cosas de un mundo que no existe. Esta discrepancia, esta cosa antigua, esta sensación extraña que nos produce ver a las dirigencias al manejar las cosas, esta es la no-concordancia entre aquel paisaje de formación y esta realidad cada vez más dinámica y más veloz.

Estos paisajes que actúan en ellos y somos afectos a verlos, también actúan en nosotros. También actúan en nosotros y si hay una diferencia favorable a nosotros es que nosotros sabemos estas cosas, y es que nosotros nos preocupamos por entender estas cosas y ellos, claro, no tienen estos elementos en su libreto. Pero tanto ellos como nosotros sufrimos el impacto de la formación de los paisajes de los que salimos. Y si este tema fuera simplemente un tema intelectual no tendría mucha importancia. Pero es que los paisajes de formación nuestros actúan no sólo intelectualmente a través de nuestras cabezas: son modos de relación con el mundo, modos de relación entre las personas, son cierto tipo de sensibilidad en el mundo personal. En el mundo interpersonal inmediato, entre dos personas formadas en ese paisaje, hay un tipo de sensibilidad en la relación. Y hay un tipo de sensibilidad en la relación interpersonal, y un tipo de sensibilidad en la relación social.

Se han formado esos paisajes y cuando decimos paisajes decimos todo lo que implica que es no sólo actitudes intelectuales sino formas de sensibilidad en la relación entre personas. Hay una sensibilidad de otra época que no coincide con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Ya no se trata sólo de lo que la gente habla, de las ideas que expresa: se trata de un modo de relación, un modo diferente cada vez más velozmente en mutación.

Esto de la revisión de los paisajes de formación no es como para verlo trágicamente: es como para comprender un fenómeno que tiene aspectos positivos y también tiene aspectos negativos. Es para comprender que alguna cosa hay que cambiar en uno, porque en uno estos paisajes actúan pero no coinciden con este mundo. Seguramente en otras épocas, 30 años eran poca distancia. En estas épocas 30 años es mucha distancia. 30 años puede equivaler a cientos de años de otras épocas. Los orientadores deberían comprender que los paisajes de formación actúan en ellos y que ellos disparan actividades que no tienen que ver con la realidad misma sino que tienen que ver con aquellas aspiraciones y esas cosas que son de otra época. Por una parte.

Por otra parte, esa sensibilidad, ese modo de ver de esa generación presiona, presiona sobre estos orientadores. Quiero decirles: las personas de más edad, los más antiguos entre nosotros, ven que sus coetáneos, la gente de su edad justamente, se está instalando en el sistema. Ellos advierten que gente de su edad empiezan a formar parte de las dirigencias; incluso tienen amigos o conocidos, o han ido juntos a la escuela con gente que hoy llegan y se instalan en el poder cultural, en el poder económico, etc. Y entonces puede muy bien ocurrir que por ese instinto de coetaneidad, por esa cosa gregaria que tienen las generaciones, puede suceder que los más antiguos empiecen a experimentar una cierta urgencia. Una urgencia por obtener «realizaciones», realizaciones que tienen que ver -en este esquema que estamos presentando-, en realidad, con instalación. Podría suceder que los más antiguos sobre todo, tuvieran más urgencia por instalarse.

Por otra parte, examinan sus estructuras, ven las estadísticas y dicen: «el 70% de nuestra estructura es de 18 a 24 años; más 20% que tiene de 25 a 31, tenemos una estructura que va de 18 a 31 que no tiene ninguna urgencia generacional por instalarse.» Y entonces se produce un fenómeno extraordinario: de urgencias diferentes, de procesos diferentes que seguramente será de interés como trabajo personal que los orientadores -sobre todo los de más edad-, investiguen en sus propias cabezas. ¡Porque claro! Estamos hablando de orientadores, estamos hablando de orientados, estamos hablando de gente que orientan los orientadores… Entonces esas urgencias que pueden tener algunos está muy bien que las tengan, en lo personal, está muy bien que las tengan -está muy bien, es legítimo tener urgencias de tipo personal-, pero no estamos hablando de lo personal: estamos hablando de orientadores de conjuntos y tal vez a futuro de conjuntos humanos grandes.

¿Y por qué esos conjuntos y esos orientados debieran padecer, por los paisajes de otros y por las urgencias generacionales de otros? No es ese el planteo que hacemos a alguien cuando llega al Movimiento. «Mire, yo tengo urgencias, de manera que usted apúrese en estas cosas y además hagámoslas en cierta dirección -que no es la dirección que hemos dado, claro está-, hagámosla en cierta dirección porque yo tengo que realizarme.» No es ese el planteo que se hace.

Y cuánto ganaríamos, cuánto ganaríamos ahora que vamos a ir fuertemente a la base, si esta consideración personal la pudiéramos hacer silenciosamente en cada una de nuestras propias cabezas; comprender este tema de los paisajes de formación de los que venimos, comprender esas urgencias que tienen que ver con las edades, que tienen que ver con las promociones generacionales. Es que estos temas de los paisajes y de los tiempos para nosotros son temas muy caros, muy interesantes. ¡¿Y cómo no habríamos de aplicarlos a nosotros mismos?! Estos tiempos vivos, estos tiempos que actúan en el ser humano, estos futuros que se acortan en las urgencias vitales, estos futuros largos para la gente muy joven, que tiene muchas posibilidades para elegir y que se mueve con otros horizontes. Estas no-coincidencias de tiempos merecen ser consideradas aunque sea al pasar en las propias cabezas de los orientadores.

No digo que este sea un tema fundamental ni digo que haya que neurotizarse por tal cosa: simplemente digo que cómo no habríamos de considerar en nuestras propias cabezas el tema de los paisajes de formación que dicta a futuro tendencias nuestras; el tema de las presiones generacionales que inclinan nuestra actividad en una dirección u otra. El tema de estos roles en que nos formamos, estos modos tácticos que tiene el ser humano para relacionarse con otros seres humanos y con situaciones. Estos roles que sólo por necesidad vamos formando en nosotros frente a situaciones hostiles o favorables desde pequeños, estos roles, estas máscaras, estas personas que somos y que presentamos al mundo, estos roles también están formados en distintas épocas.

Y tenemos roles para el comportamiento social en el mundo, roles distintos para la familia, para los amigos, para el jefe de la oficina… Roles distintos, modos de responder tácticamente a las necesidades. Esto lo sabemos bien, comprendemos su utilidad también, y desde luego estos roles también se habrán formado en el interior del Movimiento. En aquel paisaje de formación inicial, en esas actividades, se formaron muchas cosas. Se formaron también roles, modos con que nos presentamos los unos a los otros. Roles, modos de comunicación, que se han llevado con cierta «naturalidad», con cierta «naturaleza», no es que se haya intencionado ni en la formación de esos paisajes ni en la formación de esos roles. Se han ido produciendo como se ha ido produciendo el crecimiento de nuestras estructuras, como se han ido produciendo muchos fenómenos de nuestra actividad que no han sido intencionados, no se ha puesto un especial estudio en esto de configurar ciertos roles… Se ha estudiado el tema de los roles y se ha visto en su momento -cuando hacíamos y los nuevos hacen autoconocimiento- qué pasa con los roles, y veíamos, y ven los nuevos, que hay numerosos roles que no son adecuados a la situación y sugerimos a la nueva gente que estudia esto la modificación de roles, porque no son tácticas convenientes, porque quitan eficiencia, porque crean barreras innecesarias, porque no se adaptan crecientemente.

Entonces este tema de roles, entre nuestros orientadores, debería ser considerado en el mismo paquete de estudio sobre sí mismo. Porque al fin y al cabo, nosotros entre otras cosas pretendemos conocernos un poco más cada día, conocernos internamente y ver qué va pasando con nosotros. ¿Por qué no estudiar, entonces, estos roles de formación que podrían ser inadecuados para el momento actual? Estos roles que hacen que un orientador, al estar en contacto con nueva gente -no obstante querer a la nueva gente, y la nueva gente querer a ese orientador-, no obstante todo eso este orientador experimenta una tensión, una tensión extraña en la relación con esa nueva gente, que nunca sabe deslindar, no comprende a qué factores se debe. ¿Cómo puede ser que este orientador en relación con gente de sus estructuras, en relación con nueva gente, experimente estas tensiones como si algo anduviera mal, cuando en realidad hay un afecto mutuo, hay una buena relación? ¿A qué se deben estas tensiones que ponen no ya a los orientados sino al orientador en situaciones asfixiantes? ¿Qué es esta asfixia en los orientadores cuando se encuentran con otro, y con nueva gente, sino la asfixia que produce el esfuerzo por el sostenimiento de un rol, como si fuera una táctica de comunicación cuando en realidad parece que hubiera que utilizar técnicas para lo contrario, para disolver esas tácticas que nos producen una cierta tensión y una cierta asfixia?

Comprendo que para muchos de nosotros este no es tema. Bueno, pero si para muchos de nosotros no es aplicable este problema, comprendan que habremos otros, y no pocos, que sí queremos hablar de esto porque notamos que nos afecta. Entonces, aunque perdamos 10 minutos en estas consideraciones, los otros podrán pensar en otras cosas. Pero sin duda hay otros que estos temas nos parecen de interés porque por un lado esta cuestión de los paisajes de formación nos empaña la visión con el mundo actual y sobre todo nos lleva a procedimientos que nos hacen perder energía, que no son adecuados. Este problema de las presiones que recibimos generacionalmente es importante porque nos hace inclinar los intereses de muchísima gente en dirección a intereses nuestros, y cosas estas que para ellos son totalmente ajenas y que tienen luego consecuencias estructurales. ¿Cómo no van a tener consecuencias estructurales, consecuencias en la acción?

Y por último, para estos que no les interesa mucho el tema porque son más bien nuevos y todo esto, consideren que para nosotros, los más antiguos, es importante hablar un poco, 10 minutos, consideren que es importante hablar ya que nos vemos cada 6 meses, 10 minutos, hablar de este tema de los roles en que nos formamos en su momento, que a lo mejor los más antiguos experimentamos una cierta tensión y una cierta asfixia; en lugar de ser una táctica que nos facilita las cosas se nos convierte en una máscara de hierro, se nos convierte en algo asfixiante.

Yo sugiero, al pasar, un poco como tema de trabajo interno, no digo para estos 6 meses -con estos temas no se pueden hacer muchas prácticas: ¿cuántos minutos por día hay que pensar en los roles? ¿Qué estudio hay que hacer semanalmente en torno a los paisajes?-, no. Estoy invitando, a que tenga que ver, por supuesto, con el trabajo interno; estoy invitando a una reflexión en torno a esto que bueno, en todo caso no nos va a perjudicar.

Y si se me dice qué habría que hacer para modificar estos roles porque después de todo terminan en conductas, para modificar estos paisajes y demás, yo les respondería que no tengo la menor idea de qué es lo que se puede hacer. Pero sí me parece que por el hecho de entrar a considerar estas cosas que mecánicamente se han formado, al hacer ingresar la intención de verlas se comienza seguramente a modificarlas. Y no es mucho más lo que como sugerencias quisiera comentarles, sino este tema de los paisajes de formación, de las presiones generacionales y de la configuración de los roles. Tal vez los apoyos y la gente que tiene más gusto por el trabajo interno y todo esto, encuentre en este tema campo, campo suficiente. Y a lo mejor otros que también les interesa el tema.