La historia del hombre debe interpretarse por la finalidad, por el movimiento hacia la libertad. Es decir, por la superación de las dificultades o en general, de la opresión. Todo fenómeno ha de resultar claro si se reemplaza la vieja pregunta “¿por qué?” por esta otra “¿para qué?

¿Para qué los hombres lucharon y murieron; para qué se amenazaron los pueblos, instituciones, campos y ciudades; para qué gozaron, para qué se entristecieron?

¿Para qué se irguieron las civilizaciones gigantescas, para qué se derrumbaron?

A estas preguntas puede responderse sólo en el caso de haber comprendido la finalidad universal.

La curva del proceso histórico halla su interpretación a la luz de la nueva imagen y al serle aplicado el método global.