“perjuicios” en la edición impresa
La palabra “ceremonia”, puede suscitar ideas en torno a procedimientos extravagantes. En efecto, hay ceremonias pintorescas y exóticas. También hay ceremonias sublimes y las hay ridículas.
Pero veamos. Cuando alguien termina o comienza una nueva etapa de su vida, suele acompañar a esa situación con un determinado ritual. Nuestra vida personal y social está ligada a rituales más o menos aceptados por las costumbres.
Decimos nuestros saludos a la mañana, distintos que a la noche, damos la mano a un conocido; festejamos un cumpleaños, una culminación de estudios o un cambio de trabajo.
Nuestros deportes están acompañados de ritual y nuestras ceremonias religiosas, partidarias o cívicas, nos colocan en la situación adecuada según sea el caso.
Cuando hablamos de las ceremonias de nuestra comunidad, lo hacemos en el sentido explicado y no tienen por qué entenderse fuera de esos límites.
Las ceremonias de la comunidad, ubican a los participantes en una actitud precisa y por su “rigidez”, impiden deformaciones que normalmente tienden a producirse en reuniones en las que no se fijan referencias claras respecto a comienzo y fin de las mismas, a orden de temas, a trabajos a realizar, etc.
Hay otro punto a favor de las ceremonias y es el de la actitud mental, el de la buena disposición emotiva que se genera en una reunión entre personas que observan un procedimiento común.