A veces, por prejuicios. Por ejemplo: desde niños se nos explica que vivir es casi lo mismo que sufrir; que todo lo que se logra es en base a sufrimiento; que el sufrimiento da sabiduría, etc.

Hay otros que afirman que al primer paso que uno da, se encuentra con inconvenientes… Pero es claro, nosotros no confundimos los inconvenientes que pueden ser reducidos a su real pequeñez (y que a veces dan a la vida un interesante sabor), con el sufrimiento profundo según hemos venido comentando

¡Tampoco confundimos el dolor físico y con el sufrimiento mental!

Otros, más filosóficos, afirman que después del placer viene el sufrimiento… Pero nosotros explicamos que la raíz del sufrimiento no está en el placer, o en el deseo de mantenerlo indefinidamente.

Por lo demás, hay muchas personas que desean conservar el sufrimiento. Este hecho es aparentemente imposible. Sin embargo, cuántos hay que frente a la posibilidad de cambio en sus vidas la rechazan porque sienten que al sufrir reciben algún tipo de beneficio de su medio o de otras personas. Por eso es una trampa de la mente y un círculo vicioso.

Finalmente están aquellos que realmente aspiran a la felicidad, pero que no harían el más mínimo esfuerzo por lograrla y, por lo tanto, se les aparece como un ideal deseable pero imposible.