El tema jurídico y legal no es un tema menor, es algo a lo que hay que atender. Y son los parlamentos los que dictan las leyes y el poder judicial el que las aplica. Así que si quieres generar cambios en el sistema y que puedan sostenerse en el tiempo hay que atender a ese punto, el tema no es solo quien dirige el gobierno. De hecho las revoluciones han apuntado al cambio de las constituciones, de los regímenes de propiedad, las relaciones de producción, etc. Y en este tema no se puede improvisar, ya que las consecuencias son importantes. Si atiendes solo a lo jurídico, cambias la ley pero puedes dejar una cagada con la gente (como ha sucedido en muchos casos de reforma agraria en Latinoamérica), o bien, por no atender a lo jurídico los cambios no se consolidan y los revierten en corto tiempo. Así que hay que operar en estructura.

Estamos hablando de una revolución, aunque esa palabra no este muy de moda hoy en día. La revolución se define por el hecho de que la voluntad humana, la intención, entra a modificar y cambiar la dirección de los procesos de evolución mecánica. Eso es lo que ha caracterizado históricamente a todos los procesos revolucionarios y no las bayonetas, ni las banderas al viento, ni las bombas, ni la sangre. Es la acción de la voluntad humana alterando el sentido del proceso mecánico.

Esa revolución requiere también, hoy en ida, un salto de nivel de la conciencia humana. Cada revolución, en su momento, ha implicado un cierto cambio del ser humano, pero nunca antes hubo la globalización que hoy tenemos.