Leer de corrido el libro, puede ser un buen punto de partida, si está puesta la intención en recomenzar su estudio del modo que hemos señalado. Y ahora, puestos en esa actitud, retrocedemos un poco y nos preguntamos por su curioso título. ¿Porqué la Mirada Interna?
¿Es que acaso el órgano de la visión no está colocado para atisbar el mundo exterior, como si fuera una ventana o dos, dado el caso, que abre la conciencia cuando despierta cada día? El fondo del ojo, el fondo del ojo, recibe los impactos del mundo externo, pero a veces, cuando cierro los párpados, recuerdo el mundo externo o lo imagino o lo ensueño o lo sueño. Lo veo con otro ojo interior que también mira en una pantalla que no es la del mundo externo.
Mencionar una mirada interna, es implicar a un alguien que mira y a un algo que es mirado. Sobre ello trata el libro. Y su título se enfrenta como una imprevista advertencia, con lo ingenuamente admitido. El titulo del libro resume estas ideas. Señores hay otras cosas que ven otros ojos y hay en vosotros un observador diferente del que vosotros mismos creéis.
Será bueno hacer una pequeña distinción antes de seguir adelante. Cuando digo que veo algo, anuncio que estoy en actitud pasiva respecto de un fenómeno, de un fenómeno que impresiona mis ojos. Cuando, en cambio digo que miro algo, anuncio que oriento mi ojo en una dirección. Casi en el mismo sentido puedo hablar de ver interiormente, de asistir a visiones internas como las del divagar o ensoñar, distinguiéndolo del mirar interno como dirección activa de mi conciencia. De ese modo puedo hasta recordar mis sueños o mi vida pasada o mis fantasías y mirarlas activamente, iluminarlas en su aparente absurdidad, buscando dotarlas de sentido.
La Mirada Interna es una dirección activa de la conciencia. Es una dirección que busca significación y sentido en el aparentemente confuso y caótico mundo interno.
¿Cuál es el sentido que busca encontrar esa mirada? Ese sentido es anterior aún a esa mirada, ya que le impulsa; ese sentido permite la actividad del mirar interno. Y si llega a captarse que la mirada interna es necesaria para develar el sentido que la empuja, se comprenderá que en algún momento, el que mira tendrá que verse a sí-mismo. Ese sí-mismo no es la mirada, ni siquiera es la conciencia. Ese sí-mismo es lo que da sentido a la mirada y a las operaciones de la conciencia. Es anterior y trascendente a la conciencia. De un modo muy amplio llamaremos MENTE a ese sí-mismo y no lo confundiremos con las operaciones de la conciencia o con ella misma.
Pero, cuando alguien pretende apresar a la mente como si fuera un fenómeno más de la conciencia mecánica, aquella se le escapa porque no admite representación ni comprensión sea que se la considere objeto o acto. La mirada interna deberá llegar a chocar con el sentido que pone la mente en todo fenómeno, aún en la propia conciencia y en la propia vida y el choque con ese sentido iluminará a la conciencia y a la vida. Sobre esto precisamente trata el libro en su esencia mas profunda.