La culpa es de Sierra Madre
“Informe de la comisión investigadora del incidente caratulado ‘retransmisión por eco’. Encargados de la observación de campo, Dr. M. Pri y Prof. A. Gort.”
“A las 09.12 p.m. del 15 de marzo de 1990, el complejo astronómico de monte Tlapán dejó de retransmitir señales radioastronómicas. En la red, que a esa hora enlazaba a las estaciones de Costa Rica, Sidney, Sining y Osaka, se detectó una emisión de vídeo que provenía del observatorio afectado. Durante 8 minutos, fue observada una figura humana fija en reemplazo de los destellos estelares habituales. En la investigación abierta los técnicos informaron que el sistema automático de rastreo enfocó accidentalmente a NGC- 132, recibiendo señales de una radiofuente situada a 352 años-luz. La Dra. Shoko Satiru declaró que los 17 miembros del personal a su cargo coincidieron en que hubo una caída de tensión durante ocho minutos, restableciéndose el sistema a partir de ese momento. De acuerdo a lo anterior monte Tlapán debería haber quedado silenciado en toda la red. Sin embargo, la emisión de una imagen de vídeo desde ese punto nos hace considerar la posibilidad de que un eco televisivo comercial haya interferido a Tlapán suplantando la señal de la fuente estelar por su propia emisión. Fenómenos de este tipo se han registrado anteriormente y se atribuyen a rebotes televisivos en el contrafuerte de la Sierra Madre del Sur.
“No teniendo otros elementos que aportar, saludamos a Uds. atte.
M. Pri y A. Gort.
México D. F. 20 de marzo de 1990.”
Habían pasado cinco días desde el fenómeno del observatorio. Los temblores de tierra se sucedían con mayor frecuencia e intensidad. Al principio los sismólogos de ciudad México, atribuyeron responsabilidades a la consabida Sierra Madre. Se conocía una falla por la que se deslizaban periódicamente placas tectónicas produciendo cataclismos de magnitud. Pero luego las cosas habían cambiado. Una vasta zona de Tlapán estaba rodeada por medidores y sismógrafos. El ejército tendió un cordón para evitar que los curiosos llegados de todas partes se acercaran a lugares peligrosos. Ahora se tenía la certeza que se estaba registrando una actividad volcánica subterránea y que, de continuar las cosas así, habría de hacer explosión. Las gráficas mostraban una curva que se haría exponencial en poco tiempo más. Al principio los sismos se repetían cada doce horas, luego cada ocho y así siguiendo. Observatorio y yacimiento fueron evacuados y solo se veía con binoculares a furtivos hombres de T.V. que se arriesgaban más de la cuenta.
Al atardecer, Shoko y Pedro mostraron sus credenciales y luego de mucho rodeo se les permitió franquear el cerco para aproximarse a los montes. A pocos kilómetros de Tlapán salieron del camino y estacionaron en un río seco buscando reparo del viento que a veces se hacía huracanado.