P: Anteriormente, usted afirmó que un sector de la vida humana afectado por la falta de fe, presentaría problemas. ¿Es que habría un sector más importante que todos los demás?
R: La fe en la vida es lo más importante.
P: Eso es muy general.
R: De ninguna manera. Fe en la vida significa la afirmación de que ésta no puede fracasar. Fe en la vida quiere decir que se afirma, sin duda, que la vida no puede ser detenida ni aún por la muerte, que el ser humano triunfa sobre la muerte.
P: ¿Esto debe interpretarse como que los miembros de la Comunidad creen en la trascendencia más allá de la muerte?
R: La Comunidad afirma que la fe en la trascendencia más allá de la muerte, es la creencia más útil para la vida humana.
P: ¿Para ser miembro de la Comunidad, es necesario ser creyente?
R: En la Comunidad hay ateos y creyentes, gentes que creen y gentes que no creen en la trascendencia. Lo que tienen en común es su comprensión del problema: todos saben que la fe en la trascendencia es útil para la vida.
P: Entonces, tal fe es utilitaria. Eso no es verdaderamente religioso.
R: La Comunidad no es una entidad religiosa.
P: Bien. Yo puedo pensar que si mi vida ha sido plena; si me he comprometido con ella; si me he realizado, la muerte en lugar de ser un fracaso, es la culminación que da sentido a todo.
R: Esas son frases a la moda, pero ni usted ni nadie siente así. La muerte es absurda y si ella triunfa definitivamente, también la vida es absurda.
P: Entonces, podría pensar que, en efecto, la vida es absurda.
R: En tal caso, no hay nada más sobre qué hablar ya que todo es absurdo, ya ve qué poco constructiva es esa posición.
P: Podría pensar que si la muerte es un problema sin solución, será más práctico olvidarme del asunto.
R: Eso estarla perfecto si pudiera hacerlo… pero usted no puede hacerlo. Aunque durante todo el día no piense en la muerte, aunque pasen meses y años sin que piense directamente en ella, sus proyectos, sus relaciones con los demás y con las cosas, están armados para poco tiempo más. No podrá reprimir el pensamiento de la muerte en cuanto un pariente, un amigo, o un desconocido muera. No es solución reprimir, sino asumir, hacerse cargo del problema seriamente.
P: Entonces, tal vez pudiera vivir el instante, vivir aquí y ahora despreocupándome del futuro.
R: Esa es otra frase a la moda. Usted puede decir eso, pero no puede hacer eso en la práctica. En cuanto sienta hambre, o sueño, o simplemente mire el reloj, tendrá en cuenta el futuro. Mientras habla conmigo está teniendo en cuenta el futuro y el futuro terminará con la muerte. Tal cosa, invadirá de angustia todos los actos de su vida aunque no piense directamente en la muerte.
P: Si considero la muerte, observo que no me produce angustia. Yo temería morir con dolor, pero no temería morir.
R: Otra frase a la moda. Miles de personas dicen que no temen la muerte y viven asustadas por peligros insignificantes… Esa no es una forma seria de hablar.
P: En realidad, cuando pienso en la muerte, lo que me provoca angustia es pensar en las personas que dejaré y necesitan de mi.
R: Ese es uno de los elementos que pueden acompañar al problema de la muerte. Pero si se tratara sólo de eso, bastaría con que nadie lo necesitara a uno, para ya no temer la muerte. Como ve, tal idea no se puede sostener.
P: Entonces, supongamos que yo temo la muerte y que eso no es útil para la vida. ¿Qué debería hacer?
R: Tiene ahora la posibilidad de querer tener fe en que ni aún la muerte detendrá su vida. Usted morirá físicamente, pero seguirá existiendo… Si comprende verdaderamente la utilidad de tal creencia, habrá dado un gran paso. La fe en la trascendencia es la más útil para la vida. Sin embargo, muchas personas no creen realmente en ello, porque si tuvieran fe en tal cosa, no tendrían problemas de fondo. La cuestión es si verdaderamente quiere usted creer tal cosa.
P: Pero la supervivencia no está demostrada, así como no está demostrada lo contrario. Quedamos en la duda.
R: Sobre lo que no hay duda es sobre la inconveniencia del temor. La forma de superarlo en este caso y de abrir el futuro y de positivizar la vida, es con fe en la trascendencia. De ese modo estará resolviendo el problema de un modo práctico. El temor es una experiencia, no una teoría y la superación del temor se logrará también por una experiencia, no por teoría.
P: Pero la fe es algo que se tiene o no se tiene.
R: De ninguna manera. En primer lugar, la fe es dinámica. Fíjese en cualquier cosa que crea y verá cómo a veces lo cree más y a veces menos; a veces con fuerza y a veces pierde totalmente esa creencia. Esto vale para cualquier cosa de la vida y vale también respecto de la trascendencia.
P: ¿De acuerdo a eso, yo podría lograr fe en la trascendencia?
R: Siempre que reconociera que prestará gran ayuda a su vida.
P: ¿Y bastará con eso?
R: No. Será necesario luego que desee creer con profundidad. Entonces, si su acto es intenso notará como algo comienza a moverse adentro suyo. Será la fe que comienza a surgir. Luego, se producirá una de las experiencias más extraordinarias a que puede acceder el ser humano: la experiencia de la conversión.
P: ¿Qué quiere decir «conversión»?
R: Quiere decir que cuando se produce el fenómeno de fe, toda la vida de esa persona queda cambiada, «convertida». Es como si todas las zonas oscuras recibieran, de pronto, una fuerte iluminación.
P: Verdaderamente, no sé si quiero creer con toda mi fuerza.
R: Ese es el punto y nadie puede hacer nada por usted allí. Ese es el punto que debe decidir libremente.
P: Yo tengo la sospecha de que esa experiencia puede ser fundamental, pero sin embargo ello no es suficiente para que trate verdaderamente de lograrla.
R: Es una pena que en épocas críticas como ésta en las que la gente habla tanto de las «experiencias» y se entrega a tanto disparate, eluda la experiencia más importante que es la de conversión. Ello sucede por prejuicio, al pensar que se trata de cosas «religiosas» y por ignorancia acerca de la utilidad para la vida de semejante fenómeno.
P: Encuentro en todo esto una gran paradoja. ¿Cómo alguien no creyente, por ejemplo un ateo, puede desear creer?
R: No es un misterio. No importa que esa persona sea atea o religiosa, lo que importa es que comprenda la utilidad, y diría mejor, la necesidad para la vida de adquirir tal experiencia.
P: Sigo pensando que es novedoso el hecho de llegar al espíritu desde la utilidad material, o vital, si usted quiere.
R: Esa aparente paradoja se presenta por haber opuesto el cuerpo al espíritu, lo material a lo trascendente. Sin embargo, la palabra «espíritu» podría desviamos del tema que parte del problema de la fe.
P: Pero es que tendré que saber si hay o no hay algún Dios: cómo es la trascendencia, los cielos, los infiernos, etc.
R: Esos son planteos religiosos que usted tiene todo el derecho de hacer o de eludir, pero la Comunidad no se introduce en campos que no le corresponden.
P: ¿SI yo fuera una persona que profesa una determinada religión, tendría que oponerme a este planteamiento de la Comunidad?
R: No veo cómo este planteamiento pueda oponerse a las religiones.
P: ¿Si yo efectuara esa experiencia y se produjera en mí ese cambio profundo, esa conversión, de qué modo ello afectaría mi conducta?
R: Usted comprendería de inmediato que hay cosas en su acción diaria que deben ser descartadas y otras que deben ser impulsadas. Surgiría de inmediato una verdadera moral.
P: ¿Y cuáles serían los principios de esa moral?
R: El más grande de ellos, seria éste: «Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas».
P: ¿Habría otros principios?
R: Por supuesto.
P: ¿Sería necesario creer en la trascendencia para vivir de acuerdo a esos principios?
R: No, pero al observarlos también se descubrirla la necesidad de creer en la trascendencia. De este modo, esos principios deberían servir para lograr unidad y superar la contradicción… La unidad lleva a la trascendencia, la contradicción aleja de la trascendencia.