Hay planos donde la acción de la forma resulta más evidente que en otros. A nivel molecular variando las posiciones, las formas de los componentes, varía el compuesto.
En electricidad estática no es indiferente la forma de los conductores. Es bastamente conocido el llamado “poder de las puntas” cuando se trata de expulsar energía fuera de un cuerpo cargado, o la capacidad de carga de la forma esférica.
En Arquitectura no es extraña la idea de forma referida a los ámbitos habitacionales (manteniendo el mismo color, luz y capacidad pero variando la forma de un habitáculo, se hace variar el sistema de relaciones de los habitantes, amén de alterar la disposición del siquismo individual de los sujetos). En Arquitectura religiosa seguramente lo más importante es la forma.
Los cuerpos orgánicos reciben la misma acción al ser incluidos en continentes de estructura geométrica similar, aunque hayan sido armados con distintos materiales.
Un plano que recibe con fuerza la acción de las formas es el plano síquico. Sucede que en la disciplina morfológica, las formas que actúan son las de las representaciones. Resulta paradójico pensar que el operador represente en su siquismo una determinada forma y que luego esta forma, actúe sobre su siquismo.
En general, decimos que es característico de la energía síquica el fluir, y de la imagen el permanecer. Las formas geométricas tienen la ventaja de no ser deformadas por la conciencia a riesgo de perder su identidad. Son formas a-temporales y exactamente idénticas tanto para un pitagórico como para un contemporáneo. Puestos de acuerdo en la estructura matemática del triángulo equilátero, en la representación se obtendrá siempre la misma imagen dada por las precisas relaciones matemáticas de sus componentes. Las variaciones de color y extensión no harán al triángulo en sí. Puede variarse color y extensión sin que varíe la geometricidad de la figura… en todos los casos estará presente algún color y, por cierto, la extensión. Por otra parte, no podría representarse nada extenso sin color, ni a la inversa. Esos contenidos son entre si, totalmente dependientes el uno del otro en cuanto categorías pero no en cuanto casos particulares. La extensión puede permanecer y variar el color y a la inversa, pero no puede existir uno sin el otro.
Al evocar una determinada figura geométrica me encuentro siempre con el fluir de la energía de la conciencia, pero este fluir se ‘materializa’, se detiene en la figura aún cuando permanece móvil la conciencia ya que la representación se deforma o se precisa, se vuelve nítida o, en general, fluctúa. Pero la forma exacta no depende de las variaciones de la conciencia: es atemporal, idéntica a sí misma y configurada del mismo modo, para cualquier conciencia que tenga aptitud de representación geométrica.
La representación de una figura se efectúa con la materia prima del pensar, que paradójicamente es energía. Esta materia singular, paraliza su ser al articular una forma geométrica. Debe distinguirse entre la existencia mental de la figura (que es el modo, color y extensión con que esta aparece) y la esencia de la figura (que es su geometricidad invariable, de la cual se aleja o a la cual accede la conciencia).
Aquí surgen disensiones importantes. Puedo representar una figura considerando mi punto de vista enfrentando la figura (esta aparece “de frente”). Puedo representarla también, colocándome (o colocándola) “de lado”, sin por ello variar su geometricidad. En ambos casos mi punto de vista es externo a la figura y se mantiene en su mismo plano. Ahora bien, si a la figura la doto de corporeidad (p. ej. a un círculo lo convierto en esfera), puedo ver toda su estructura simultáneamente si el color se hace transparente y los límites toman una coloración menos traslúcida (o si acaso más brillante p. ej.). De todas maneras, mi punto de vista sigue siendo externo, estando ahora en el mismo plano del “cuerpo”.
Advierto que existe una cierta “pantalla” un cierto “fondo” del que se destaca una “figura” y, por tanto, mi punto de vista no está incluido en él sino enfrentado a él. Pero, qué sucede si trato de representar al cuerpo geométrico simultáneamente, es decir, ¿desde todos los puntos de vista al mismo tiempo?… esto es posible, aunque difícil. Advierto de inmediato que la pantalla se “curva” en torno al cuerpo y que mi punto de vista no está ya en el mismo plano de la representación, sino que la envuelve. Mi punto de vista se difunde en simultaneidad. La representación puede registrarse como “interna” y no como proyectada en una pantalla “externa”.
Ahora bien, si mi punto de vista se coloca dentro de la esfera y se difunde a fin de observarla completa y simultáneamente, los límites de la representación coinciden con los límites de la pantalla y el punto de vista queda incluido.
De modo que el “espacio” mental puede ser trabajado de distinto modo según sea el punto de vista utilizado con respecto a la representación. Si el punto de vista (y por tanto, el espacio mental) queda incluido en una figura sufrirá la acción de forma de ésta. De esa manera, al adecuar el espacio mental al límite que impone una forma, ésta se convierte en el ámbito mayor que incluye los contenidos y el fluir de la conciencia.. Por cierto, que el fluir energético regresa hacia el centro de la esfera y en cambio, escapa por las “puntas” en la pirámide, p. ej.
Las ideas de continente y contenido, sirven para hacer patente los casos en que incluyo a la figura o soy incluido en ella. En el segundo caso, como contenido, experimento la acción de forma de mi continente.
Ahora puede comprenderse la paradoja del comienzo. Efectivamente, una reproducción mental puede actuar sobre la propia mente.
Tengamos ahora presente un aspecto práctico de trabajo.
Si dibujo un círculo a compás sobre un papel blanco, puedo, concentrando mi atención en él, representar una esfera. Si trazo otro círculo que cruce al primero pero con punto central externo a él surge la figura de mandorla que atendida cuidadosamente se convierte en cuerpo (como si fuera un huso). Si trazo dos nuevos círculos (quedando cuatro que se cruzan equidistantemente) surge una nueva mandorla. Entre ambas mandorlas, aparece una tercera con vértices truncos. A esta figura puedo convertirla, mentalmente, en rectángulo, estirando los lados y rectificando los vértices truncos. Luego, dándole corporeidad (como sucedió con la esfera y con el huso) obtengo el cilindro.
Por último, si tomo los cuatro conos curvados externos al cilindro, puedo triangularlos y finalmente unirlos hasta obtener la pirámide de tres lados y base triangular.
De modo que usando el dibujo de los cuatro círculos cuento con un apoyo interesante para trabajar las cuatro formas fundamentales de la disciplina morfológica.
Antes de comenzar los pasos, conviene ejercitar todo lo mencionado a fin de educar correctamente la capacidad de representación.
De modo que: se encara la disciplina luego de trabajar y dominar el dibujo de los cuatro círculos.
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P R O C E S O
1 CONDICIÓN
En el primer paso, la ubicación del operador con relación a la figura, es fija. Se está incluido en ella. El punto de vista está difundido, obteniéndose la visión de simultaneidad en todo el interior de la figura.
Al trabajar con la esfera, se experimenta la acción centrípeta de la energía (carga energética del operador).
2 FUSIÓN
Registrada la acción de forma de la esfera, se hace ingresar en ella una segunda hasta su mitad, pero sin perder la difusión en todo lo anterior de la primera. Posteriormente, el operador puede difundirse solamente en el espacio que se forma por el entrecruzamiento de ambos “cuerpos”, siendo los límites los de la mandorla. El registro de acción de forma se produce cuando el nuevo “cuerpo” queda inmóvil, la visión está difundida y las tensiones se desplazan a los dos ángulos opuestos. Se registra la descarga, o fuga energética.
3 DIVISIÓN
Desde el estado de difusión de la mandorla se provoca un súbito achatamiento de las puntas, al par que se distienden las paredes, quedando configurado el cilindro. Correcta difusión hasta el aquietamiento del espacio interno. “Pared”, “techo” y “piso” del cilindro no son infinitos en la representación, sino que todo el “cuerpo” tiene el límite que impone el espacio de representación. La acción de forma se experimenta ahora dividida entre la pared circular que “carga” y la energía que se dirige hacia el “techo” y el “piso”.
4 DISOLUCIÓN
La acción de forma, ha dividido la energía del operador. Esta pasa a triangular el “piso”, repitiendo la figura con la “materia” de la pared del cilindro. En síntesis, queda formada una pirámide con tres lados y base triangular. Estabilizado el cuerpo y difundido el punto de vista, se registra la acción de forma y la fuga de energía hacia todos los vértices del “cuerpo”.
5 ACTIVACIÓN
Cambio en el mecanismo de representación. Ahora se trata de no visualizar la esfera, sino de experimentar la acción de forma. El punto de vista no es centrífugo sino centrípeto y la referencia a un “centro” está dada por la equidistancia de todos los puntos externos que confluyen sobre el operador. En síntesis: se experimenta, cuando la representación de la esfera queda quieta, un vacío central y un “rebote” desde el centro en movimiento centrífugo que se dilata fuera de todo límite (ya que se ha hecho desaparecer la representación de la esfera). De manera que la acción final de esta no-forma, se registra como una suerte de descompresión.
6 CIRCULACIÓN
Trabajando con la acción de forma de la mandorla, se continúa la separación hacia las “puntas” con mayor facilidad que hacia el centro del cuerpo. La descompresión, tiende a identificarse con la acción de forma de la esfera.
7 PRECIPITACIÓN
Procediendo con la acción de forma cilíndrica, la descompresión opera desequilibradamente, operándose en primer lugar en la “pared” y luego en el “piso” y “techo” hasta que todo se compensa como en la esfera.
8 FORMACIÓN
Se trabaja con la acción piramidal. La descompresión continúa hacia los vórtices y luego se equilibra y compensa como en la esfera.
9 COMPENETRACIÓN
Cambio en el mecanismo de representación. Ahora se trata de trabajar simultáneamente con el paso 1º y 5º. Para ello se procede primeramente a construir la forma esférica difundiendo el punto de vista en el interior de la figura. Obtenida esa figura de modo fijo, se registra la acción de forma por “rebote” centrípeto. Es entonces, cuando sin dejar de visualizar el interior-límite se trabaja para hacer el vacío central, operándose el “rebote” centrífugo que llega al límite interno de la esfera. En ese límite se produce la mayor tensión y cuando se estabiliza el trabajo, está operada la neutralización de fuerzas.
10 DES-CON-FUSIÓN
Se trabaja la neutralización (no de imágenes sino de acciones de formas y no-formas aun cuando la representación de los límites internos de la esfera y del vacío central permanezca como apoyo de las fuerzas hasta el momento de reposo de ambas en perfecta simultaneidad. En esa situación, se amplía súbitamente el límite de “espacio” interno de tal manera que la representación del límite interno de la esfera desaparece por alejamiento simultáneo de todas las partes hacia el infinito, anulándose a su vez el vacío central. Inmediatamente se produce una descompresión de género distinto a la experimentada por “rebote” en el paso 5º.
11 CONVERSIÓN
En el momento de la descompresión (por acción de forma vacía) surge la compensación como acción de forma no representable pero que se experimenta llegando de todas las direcciones en simultaneidad. Esta vivencia del acto de vacío (de la acción de la no-forma) que es compensado por un objeto no representable (por una forma pura) pero que manifiesta su acción de forma, provoca en el operador el cambio de la forma mental y su concomitancia más evidente que es el caso de la ampliación de la conciencia.
12 PROYECCIÓN
Aquí se está en condiciones de trabajar con la acción de la forma pura sobre uno mismo o proyectando. Si se trata del segundo caso, es necesario tener en cuenta las leyes de acción de forma sobre distintos planos.