Un lago muy dilatado. Al final y en semicírculo montes azulados por la distancia. Próximo, el bosque alto.

Irene y sombra de siesta. Acostada en el verde los dedos juegan con una flor blanca, la otra mano descansa alargada como su cuerpo.

Un hombre camina lentamente desde la arboleda. Parado ante ella la contempla con gran expresividad, con aire de reencuentro intensamente deseado.

Ella lo ve como a un objeto m s, pero luego lo observa y sonríe afable.

–Ciudadano usted también…– pero es interrumpida.

–¿Cuántos hijos has tenido, Irene?– Pregunta él manteniéndose en idéntica posición.

–Hasta ahora tres… ¡no lo recuerdo a usted ciudadano!– aclara ella conservando también su inmovilidad.

–Hace mucho tiempo querida mía, cuando no eras tan pobre… cuando podías descubrir lo bello acá mismo en la tierra obscura, en el rastro que dejan los animales pequeños…Hace mucho tiempo… –Sentado junto a ella que permanece estirada y quieta, él se reclina y levanta luego a la altura de su pecho la cada vez más blanca mano de Irene.

–…Ahora tan pobre… ¿Qué haces sola por estos lugares?

Un tanto perpleja responde:

–Cambio de aire, de objetos…¡Está dentro del plan ciudadano! pero…

–¡Qué pobrecita!– lamenta él con enorme piedad.

Y las l grimas caen tibias sobre las manos blancas. Entonces el cuerpo de la mujer cobra vida, se incorpora…

–¡Lloras!– advierte Irene… y sorpresivamente se siente disparada como un proyectil arrojada contra la naturaleza.

Los labios de ambos se juntan y ella es rozada por los pasos que cortaban las noches frías, por las manos y la mirada… tristísima. Sin poderlo remediar su mente se deshace en recuerdos extraños y aparece otra vida que no recuerda… ¡pero que fue vivida! Baila en ritmo salvaje y transporta círculos; triángulos… Desesperada se aleja de los labios de Az, pero el horror al vacío hace que se una nuevamente a él.

Entonces aparece una escalera con bordes muy rojos perdida en el infinito del cielo azul.

Llenos de luz y de llanto sus ojos se abren. Los labios se despegan y vida, temblorosa, pregunta:

–¿ No son buenas las cosas que ha hecho el Hombre?–

El sin responder apaga su mirada lentamente…

«Vio entonces subir al Hombre por la escalinata y en una de sus manos vio el ave con humo aún de las ciudades humeantes.

«El ave, la máquina, el monstruo, ahora ¡recién ahora! estaba dominado beneficiando a su creador.

«Az se detuvo un instante en el ascenso para sonreírle y ella comprendió que no estaba sola, que las gentes empezaban a vivir…

«Súbitamente la naturaleza en el aire, en la tierra, en el agua y el fuego se impregnó de una substancia parecida a aquella que los primitivos llamaban amor.

«Entonces la antigua música creció, se inundaron todas las cosas de luz purísima y aparecieron fulgurantes las aristas de todos los seres.

«Retumbaron los montes y los valles, se estremecieron los mares y el Hombre alzando sus brazos rugió imponente: ¡Despierta ya universo!»

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Sale del bosque. Ya nos es A-Z, es cualquier otro nombre.

Montes lejanos, agua, verde y … alguien.

Se detiene. Ella bajo un árbol duerme.

«Elohnh. ¡Oh, Irene! Diosa de la paz «. Un enorme recuerdo… pero ella no es Irene, es cualquier otro nombre.

Calma la sed. El espejo del lago llama a los tiempos perdidos. Su frente no es joven.

En sus manos el agua fresca, en su rostro el viento, en su cuerpo… cansancio.

Allá, caminando a la ciudad. ¿Será posible? la enorme ciudad nueva; vieja. Hombres iguales.

Caminando. Ojos cuajados de tristeza.

Horizonte rojo. El sol hundiéndose. El sol en su ocaso…