Hoy en día la comunicación es de masas. ¿Cómo va a ser nuestra comunicación? ¿Con folletos, libros, CD, internet, páginas web, con todo eso, con algunos de esos medios o con ninguno de ellos? Ya no es como antiguamente, que para comunicar las cosas se clavaba un manifiesto en la puerta de la catedral del pueblo, y bastaba que llegaran dos o tres que sabían leer para que se enteraran todos los otros 2000 del poblado. Ahora en un pueblito está el cura, el alcalde y una sucursal de la banca conectada con todo el mundo. Si ellos quieren, al segundo informan a toda a la población. Se puede saber muy bien qué es lo que ellos quieren que la gente sepa y qué es lo que quieren que la gente no sepa. Los medios tienen que hacer un fino equilibrio entre los ratings (lo que la gente acepta y le gusta) y aquello por lo que les pagan para que difundan. La televisión cada vez más va reflejando lo que quiere la gente.

Los políticos y demás cada vez tienen que poner más plata, porque no les resulta. O bien juntar a los políticos y opinadores con la farándula. Pero por otro lado la farándula también comienza a opinar. «Yo opino que habría que salvar al planeta,» dice uno. El que se lava los dientes (del programa de TV «El Gran Hermano») tiene más aceptación, más audiencia que cualquier otro programa con políticos y opinadores. Eso es lo que gusta. La gente siente que ese tiene que ver con él. En los mítines políticos, por ejemplo en las convenciones partidarias americanas, apelan a la farándula (actores, cantantes, etc.).

Los conservadores, los que hacen fuerza para que las cosas no avancen, históricamente siempre hubo un porcentaje de ellos. Siempre emplean el mismo procedimiento de atemorizar a la gente. Por ejemplo, las sectas, el agujero de ozono, los clones, pero no lo van a poder parar. Con el tema de la clonación, ellos perciben que la cosa no les viene a favor. No saben por qué, pero saben que no les viene a favor.