El guía interno es una imagen que puede perfeccionarse a medida que se trabaja con ella. Una buena forma de empezar es esta: imaginar a un familiar o ser querido (presente o fallecido) por el que se ha experimentado un gran cariño y que posee atributos de bondad, sabiduría, seguridad, etc. En otros casos, el guía puede ser totalmente imaginario: un ser que uno jamás ha visto. También puede tratarse de la imagen o la sensación de Dios o alguna persona de la religión por la que (si uno es creyente), se tiene especial devoción.

Dejando de lado la realidad de tales imagines, se los considera «guías internos» ya que se apela a ellos en momentos de necesidad y a su vez estas imágenes reconfortan y a veces solucionan problemas internos.

Por lo anterior, se usan pequeños «llamados» o «pedidos» al guía interno. He aquí algunos ejemplos:

  1. «Oh guía, reconforta mi soledad».
  2. «Oh guía, acompaña mi tristeza».
  3. «Oh, guía, responde a mi pedido».
  4. «Oh, guía, ayuda mi esfuerzo».
  5. «Oh, guía, clarifica mi mente».
  6. «Oh, guía, haz que cumpla mi propósito».
  7. «Oh, guía, dame la Fuerza».
  8. «Oh, guía, colabora conmigo en la ayuda a X».
  9. «Oh, guía, responde a mi pregunta».
  10. «Oh, guía, ilumina el sentido de mi vida».
  11. «Oh, guía, fortalece mi amor».
  12. «Oh, guía, fortalece mi alegría».
  13. «Oh, guía, fortalece mi ayuda a los demás», etc.

Generalmente, esos cortos pedidos se realizan en los momentos de dificultad, siempre de un modo profundo y sentido. También se formulan como agradecimiento, para recordar en el futuro las mejores situaciones de la vida. Ejemplo: «Oh guía, gracias por esta alegría».