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Se produce cuatro veces al año:
21 de Marzo,
21 de Junio,
21 de Septiembre y
21 de Diciembre.
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Comienza con la reunión semanal.
Inmediatamente, los concurrentes que así lo deseen pueden participar de la experiencia de la Fuerza. Esta consiste en una preparación en la que una persona creyente se encuentra con fe en su Dios y pide repetidamente ser alcanzado por su Fuerza, del siguiente modo: ¡Oh Dios, dame la Fuerza!. Este pedido interno, se realiza rítmicamente como si fuera un canto en el que se repite con gran sentimiento, la misma frase.
Los no creyentes, efectúan su preparación, apelando al siguiente pedido: «Oh, guía dame la Fuerza!».
La preparación es de unos 10 minutos. Luego de esto algunas personas se ponen de pie y llegan hasta quien dirige la reunión. Este apoya sus manos suavemente en la frente de quienes están delante de él. Inmediatamente, los que han hecho contacto, lo repiten con otras personas que así lo deseen.
En todos los casos, quienes se acercan al contacto, siguen repitiendo su canto interno con gran sentimiento.
Es excepcional, que algún auxiliar diga en voz alta: «Oh guía!» y el conjunto responda: «¡Dame la Fuerza!» en un cambio rítmico de unos 10 minutos. Siguiéndose luego, con el contacto de unos pocos que lo multiplican al resto de la concurrencia. Con esto termina la experiencia que cada persona sabrá como agradecer internamente.
La experiencia de la Fuerza es un hecho de muy difícil explicación. En todo caso, tal explicación no tiene mayor importancia comparada con el registro interno de esa Fuerza capaz de dar una inmensa alegría y un nuevo sentido en la vida a quien la experimenta.
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Frecuentemente, se cierra la reunión estacional con la Declaración, que efectúan una o varias personas deseosas de convertirse en miembros activos de la comunidad.
La Declaración, se realiza así: el declarante se coloca en pie frente a quien dirige la reunión y hablando por si solo o en representación de un conjunto (que en ese caso, está de pie al lado de él), afirma:
«Mi doctrina dice: tengo libertad para creer o no creer en Dios».
«Mi doctrina dice: tengo libertad para creer o no creer en la inmortalidad».
«Mi doctrina explica: puedo y debo aprender a vencer el sufrimiento».
«¡No hay doctrina más buena y grande que ésta!»
Entonces, recibe ésta corta instrucción.
Hay tres vías del sufrimiento. El ser humano sufre por lo que cree que pasó en su vida, por lo que cree que pasa y por lo que cree que pasará. Es decir: sufre por la memoria, por la sensación y por la imaginación.
Pero las cosas que cree son ilusorias.
Para romper la ilusión, el ser humano necesita una disciplina que pueda practicar en todo momento.
Tú debes practicar la disciplina en la vida diaria siguiendo estas reglas o Principios, que dicen así:
- Ir contra la evolución de las cosas, es ir contra uno mismo.
- Cuando fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario.
- No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite; entonces, avanza con resolución.
- Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente.
- Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones.
- Si persigues el placer, te encadenas al sufrimiento. Pero en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente.
- Si persigues un fin te encadenas. Si todo lo que haces lo realizas como si fuera un fin en si mismo, te liberas.
- Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando quieras resolverlos.
- Cuando perjudicas a los demás, quedas encadenado. Pero, si no perjudicas a otros, puedes hacer cuanto quieras con libertad.
- Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas.
- No importa en qué bandos te hayan puesto los acontecimientos; lo que importa es que comprendas que tú no has elegido ningún bando.
- Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte.
Para entender y aplicar bien estos Principios, recomendamos participación en los trabajos de la comunidad. Esos trabajos iluminan y fortalecen. Ellos son la misma Doctrina convertida en experiencia.
¡No hay doctrina más grande y buena que esta!.