Notas de memoria al día siguiente de una comida del Negro con los delegados de equipo
El planteo ideológico, el argumento doctrinario, la propuesta política, la opinión de los humanistas, no es tomada en cuenta, es leída de costado, es ignorada porque no tiene fuerza social. Siempre llegamos a lo mismo. Es casi estúpido, pero siempre se termina allí. Todo lo que queremos hacer, todo lo que queremos proponer, no llega a escucharse porque detrás del pensamiento no hay fuerza social. Es decir, no hay una fuerza que lo haga interesante y urgente. La idea, sin fuerza, no pasa, no se escucha, no se entiende. La idea, con fuerza, se escucha, se atiende, se impone. Es muy triste, pero es así. Es incivilizado, pero es así. Las ideas deberían atenderse por su valor intrínseco, sin necesidad de un respalo de fuerza, pero las cosas no funcionan así y siempre terminamos en lo mismo: nuestras ideas no se escuchan porque no tenemos fuerza social.
Como no tenemos fuerza social no podemos producir un fenómeno social. Si no podemos producir un fenómeno social, entonces no somos tomados en cuenta. No nos hacen caso porque somos pocos. Con pocos no se pueden crear fenómenos sociales porque no tenemos fuerza para ello. Fuerza social es igual a estructura del Movimiento. Siempre terminamos ahí. Ya casi ni se puede seguir pensando. Siempre nos topamos con lo mismo. Es elemental, primitivo, casi aburrido, pero todo razonamiento termina en eso. Un tipo protestando en calzoncillos no produce nada. Diez mil tipos protestando en calzoncillos son un fenómeno social. Entonces la gente atiende, se asusta, dicen qué es eso, eso es grave, y al día siguiente tienes a todo el mundo tratando el asunto.
Si queremos que nos empiecen a escuchar tenemos que crecer rápido y bien para irrumpir como fenómeno social. Si vamos lento el sistema nos pone sus trabas, sus palos en las ruedas. Si los sorprendes y les ganas la partida el sistema no va a poder reaccionar. El cinco por ciento político en Chile hay que ganarlo aprovechando el factor sorpresa. Ahora no somos nadie políticamente, pero con el cinco por ciento ya no te pueden ignorar porque ya representas fuerza social.
Una vez más: fuerza social = estructura del Movimiento. Estructuras pequeñas no pueden producir fenómenos sociales que deban ser tomados en cuenta. El proyecto se juega en el crecimiento estructural.
Es bueno ponerse un plazo. Ahora sabemos que lo podemos hacer. Está a nuestro alcance. Algunos de los nuestros lo vienen haciendo ya. Depende de nosotros. Si no lo hacemos, entonces nos vamos a pescar. Por lo menos sabremos con toda certeza que no servimos.
Hay que entrar a las casas. Hay que hablarle a la gente de lo que ella registra en su interior. Ya no nos dirigimos solamente al individuo. Ahora nos dirigimos al individuo y su medio, o sea, a la familia. Ya estamos integrando familias. Nos ocupamos de la familia, no por un afán de salvar la “célula de la sociedad”, sino porque en este momento lo que está ocurriendo -los despidos, la desocupación, la asfixia, y todo eso- está generando un gran sufrimiento en los individuos. Por eso tenemos que hablar de corazón a corazón. Es distinto hacer una encuesta para pedir opiniones que no tienen que ver de cerca con lo que la gente siente, a que te dirijas al otro y le preguntes por como le va a su familia, cuál es la situación dentro de su familia, cómo ven el futuro de sus hijos, en qué estado está su padre, su madre, ese jubilado que no tiene ni para mantenerse, ese hijo despedido que ya no puede ayudar a su hogar, ese padre de familia que no puede alimentar a sus hijos.
Hay que llegar no sólo al individuo, sino al individuo y su medio por excelencia: la familia. Ahí está concentrado el sufrimiento y ahí está nuestra propuesta para enfrentarlo y aliviarlo y superarlo con reuniones semanales donde se traten esos problemas y donde la gente se fortalezca y gane en fe para enfrentarlos por medio del trabajo personal, la actividad social y la integración a un movimiento, a un proyecto, a un conjunto, que crece acumulando fuerza social para hacerse escuchar cada vez con más fuerza y para rescatar para sí los despojos del poder formal, de la cosa política y jurídica, que hay que cambiar. Entonces se podrán dictar otras leyes o poner sobre el tapete otros planteos. Entonces se podrá acometer otro nivel de cambios. Pero ahora ésto no sucede porque sencillamente somos pocos y no tenemos la fuerza social (estructura) necesaria para hacernos escuchar.
Nos damos un plazo para ésto: el dos mil. Es un plazo corto, pero suficiente si lo hacemos bien. No hay que obligar a nadie, no hay que forzar a nadie, pero sí hay que informar de esta propuesta. Los que quieran se suman. Los que no, ellos sabrán. No hay ningún lío. Hay tantas personas esperando por la lucha. Hay que llegar a ellos, hay que ir a sus casas, hay que hablarles de corazón a corazón, hay que hacer las reuniones semanales y hay que hacer actividad para crecer estructuralmente para llegar a ser una fuerza social que deba ser tenida en cuenta en el dos mil. Por eso decimos 1999. Ahí veremos si nos vamos a pescar porque no servimos para ésto. Este es el proyecto, éstos son los plazos y ésta la metodología.