El hecho de ser un sujeto es un hecho universal y el cogito cartesiano expresa a la vez la experiencia más singular y la verdad más absoluta.

La fuente de todos los valores reside en la libertad humana. Por tanto se toma por punto de partida el principio según el cual la existencia del derecho y del deber y la esencia del sujeto pensante y actuante son absolutamente idénticas.

La fuente de los valores no es el hombre impersonal universal, sino la pluralidad de los hombres concretos, singulares, proyectándose hacia sus propios fines a partir de situaciones cuya particularidad es tan radical, tan irreductible como la misma subjetividad. Originalmente separadas ¿Cómo podrían los hombres unirlas?.

No hay moral mas que cuando hay problemas a resolver.

La separación entre los hombres es. Y las morales que han olvidado esto no son válidas.

El designio original del hombre es ambiguo: quiere ser y en la medida en que coincide con esta voluntad, naufraga; todos los proyectos a través de los cuales se actualiza ese querer ser, son condenados, y los fines circunscriptos por ese proyecto permanecen como espejismos.

Pero el hombre se quiere también como descubrimiento del ser.

La libertad es la fuente de donde surgen todas las significaciones y todos los valores.

Quererse moral y quererse libre es una sola e idéntica decisión.

Quererse libre es efectuar el tránsito de la naturaleza a la moralidad.

Mi proyecto jamás se ha fundado. Se funda.

La voluntad se desarrolla a través del tiempo; es a lo largo del tiempo que el fin es entrevisto y la libertad se confirma. Esto supone que se realiza como unidad a través de la participación del tiempo.

Una existencia no podría fundarse si no se hundiera instante tras instante en la nada.

El niño es incapaz de formularse ningún interrogante moral, pues no puede reconocerse en el pasado ni preveerse en el porvenir; tan solo cuando los momentos de su vida comienzan a organizarse como conducta puede decidir y escoger.

Hoy no podría querer auténticamente un fin sin quererlo a través de mi existencia entera, como futuro de este momento presente, como pasado sobrepasado de los días por venir; querer significa comprometerse a perseverar en mi voluntad.

El creador se apoya en creaciones anteriores para crear la posibilidad de creaciones nuevas.

Cuando un esfuerzo sucumbe, declararse con amargura que se ha perdido el tiempo derrochando las fuerzas, el fracaso condena aquellas partes de nosotros mismos que habíamos comprometido en ese esfuerzo. Los Estoicos, con objeto de escapar a ese dilema predicaron la indiferencia.

Mi libertad no debe tratar de aprehender el ser, sino de develarlo. El tránsito del ser a la existencia es el develamiento. Se conquista la existencia a través de la substancia siempre fallida del ser.

La prisión perpetua reduce la existencia a su pura facticidad, prohibiéndole toda legitimación.

Cuando el obstáculo es natural se lo supera o se lo rechaza, pero cuando el obstáculo está constituido por otra libertad humana que opera sobre nosotros opresivamente, la superación o el rechazo de ese obstáculo se manifiesta como rebeldía. No se es rebelde contra el orden natural, sino contra el orden humano.

Por el en sí se arriba a la significación y a través de él, al para sí que proyecta. El para sí lleva en su corazón la nada. El proyecto nihiliza.

La prisión es negada como tal cuando huye el prisionero.

Hay situaciones límites en donde ese retorno a lo positivo es imposible, donde el futuro está clausurado definitivamente, entonces la rebeldía solo puede llevarse a cabo en la repulsa definitiva de la situación impuesta. Esto es, mediante el suicidio.

Así como la vida se confunde con el querer vivir, la libertad siempre surge como movimiento de liberación.

Si el hombre quiere cambiar su existencia (que solo a él le compete) es necesario que su espontaneidad original se eleve a la altura de una libertad moral, concibiéndose ella misma como fin a través del develamiento de un contenido singular.

Porque puede haber «mala voluntad», el término «quererse libre» cobra sentido.

Porque existen verdaderos fracasos morales se puede hablar de victoria.

Asumirse como ser que «se hace carencia de ser a fin de que tenga ser».

Pero el juego de la mala fe permite que uno se detenga en cualquier momento; se pueda vacilar en hacerse carencia de ser, retroceder ante la existencia; o bien uno puede afirmarse falsamente como ser, o afirmarse como nada; uno puede realizar su libertad solo como independencia abstracta, o por el contrario rehusar con desesperación la distancia que nos separa del ser.