En cualquier trabajo hacia los espacios internos (y más que en cualquier otro caso, en trabajos para entrar en los espacios sagrados), hay un “trance”, una desestructuración del “yo” cotidiano, que constituye la puerta de entrada a esos espacios tan profundos.

La experiencia no está presentada por el “yo”. Sabemos que para entrar hay que hacerlo sin el “yo”.

No hacemos desaparecer el “yo” para eliminar el egoísmo, sino porque coincide con el espacio y tiempo cotidiano.

Los datos actuales más memoria son el centro de gravedad y referencia de relación con el mundo. Esto constituye el “yo”.

Lo que piense de la realidad está ligado al “yo”.

Da la impresión de que uno debería liberarse, correrlo, y entonces tomar contacto con la realidad de la que no se puede hablar.

Así que de qué realidad puedo hablar.

Cuando desaparece el “yo”, aparece otra cosa.

La Ascesis hace su trabajo trascendiendo al “yo”, tratando y traspasando las categorías espacio-temporales.

Los progresos en la Ascesis tienen sus registros. La valoración del “yo” tiene cambios (disminuye enormemente en la medida en que surge el “centro”). Sobre todo si se accede a Experiencias Fundamentales. (C2)