Se dice: “Nada bueno puede salir de una ciudad” y ese dicho revela una cierta animadversión que se ha generado en puntos no urbanos.
Lo urbano, la ciudad, cuenta con una particular sensibilidad. La mentalidad de la ciudad no es afín a la consideración de los procesos, es adversa a la conservación de casi todos los elementos procesales. La conformación urbana no es procesal sino fragmentaria, está fragmentada e instintivamente se aleja de lo procesal. La invención del reloj muestra la especialización del tiempo y este tipo de “tiempo” es, claramente, un invento urbano. Con esta invención, el tiempo queda dividido, fragmentado y las horas se suceden sin continuidad real en una simulación de lo continuo dada por segmentos separados a los que se llama “minutos” en un salto de escala que permite enlazar lo no continuo. Del mismo modo que los días se suceden sin continuidad, fingiéndose en su representación, una “continuidad” como la que dan las hojas que se van desgajando del cuerpo de los almanaques. La vida de las ciudades está fragmentada y cada vez es más ajena a la experiencia del tiempo de la vida, al proceso de la vida.
Hoy, las ciudades comienzan a convertirse en “ecológicas”; tratando de “cuidar” al campo y, desde luego, simulan en sus plazas y en sus arboledas suertes de oasis implantados en la continuidad del campo pero que, de todas maneras, muestran la “rupturas” de la continuidad del campo.
Por cierto, con un ligero espasmo de temor, se comienza a pensar en las ciudades acerca qué aire se va a respirar, qué agua se va a tomar, y qué alimentos se van a consumir. Ya se ha comprendido que no es posible comer transistores. Necesitaremos comida y por eso en las ciudades se ha fomentado un gran debate acerca del problema del agua. En realidad, este debate no es acerca del problema del agua; es acerca del control sobre el campo. Saben que uno de los principales problemas del futuro será la comida. Las ciudades no han ayudado a la gente del campo a mejorar su situación. Sin embargo, hoy las potencias económicas quieren apropiarse totalmente del campo para beneficio propio. Quieren apropiarse de la producción agrícola y por este motivo quieren controlar el agua. Al controlar el agua controlarán el campo.
Para nosotros hay una ley de convivencia fundamental dada por el profundo respeto hacia los que viven y provienen del campo, porque es allí donde todo se origina.
Si la gente de las ciudades pudiera conectarse íntimamente con la del campo, todo avanzaría, pero no queda claro como se desarrollaría este proceso.
En Bolivia, se puede ver como algunos de los “blanquitos” simpatizan con Evo y esto es muy interesante, porque con esta gente no hay choque.