Dra. Noemí Otero,
Vice-presidenta de La Comunidad.

Voy a tomar doce minutos, para tratar de encuadrar el pensamiento de Silo, en sus puntos más importantes.

Si dijéramos: «el pensamiento de Silo es científico, o religioso, o político»; todo quedaría bien determinado. Consecuentemente Silo sería un científico, o un religioso, o un político. Pero sucede, que su pensamiento es una filosofía. Por lo tanto su autor es un filósofo, o más simplemente, un pensador. Las cosas se complican, al tratar de entender qué piensan los filósofos, ya que a veces piensan en la Ciencia, en la Religión, en la Política y en muchas cosas más, tratando siempre de organizar sus ideas, estructurándolas en sistema. En cuanto a la forma de trabajar y exponer, los pensadores han sido tan diversos que tampoco tenemos un modelo claro en el cual apoyarnos. Por ejemplo: se dice de uno de los más grandes, que andaba molestando a toda una ciudad con sus preguntas indiscretas, pero que el asunto quedó solucionado asesinándolo bajo la acusación de «corromper a la juventud y mofarse de sus dioses».

Algunos, pues, han explicado su pensamiento desde la cátedra universitaria, o desde sus libros; otros, recluídos con un pequeño grupo de discípulos, y no faltaron quienes lo hicieron desde el panfleto, el tumulto y la barricada. Así es que, ni por el objeto de reflexión, ni por la forma de exposición, queda definido el pensar filosófico.

Afortunadamente, en nuestro país los formadores de opinión han encontrado las definiciones precisas, ya que un pensador es un curandero, un expositor es un santón y una corriente de pensamiento es una secta. De este modo, todo queda perfectamente claro y bien delimitado…Nosotros otorgamos el beneficio de la duda a los formadores de opinión, suponiendo que dicen esas enormidades no por mala fe, sino en razón de sus muchas e importantes ocupaciones y por su falta de tiempo para informarse correctamente.

Por otra parte queda la duda en cuanto a la utilidad de este tipo de pensar. Después de todo, ¿para qué podría servir la filosofía frente a la deuda externa, a un plan económico recesivo, a un congelamiento de sueldos de hambre? ¿Qué podría hacer una filosofía para generar una corriente popular y progresista de signo antiimperialista… y, en términos más amplios, ¿cómo podría contribuir a la transformación del mundo? No nos abalancemos en responder a estas preguntas porque mucha gente puede estar interesada en comprender ideas generales que luego tienen consecuencia práctica y cotidiana.

Entremos en tema.

Silo explica que el ser humano, antes de ponerse a pensar respecto a sus orígenes, o su destino, etc., se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así, nace sumergido en un mundo natural y también social, plagado de agresiones físicas y mentales, que registra como dolor y sufrimiento. Y, se moviliza contra los factores agresivos, tratando de superar el dolor y el sufrimiento. A diferencia de otras especies, la humana es capaz de ampliar sus capacidades corporales mediante la producción y utilización de instrumentos, de «prótesis» (en su etimología: Pro=delante y thesis=poner). Así es que en su accionar contra los factores dolorosos, produce objetos y signos que se incorporan a la sociedad y que se transmiten históricamente.

La producción organiza a la sociedad y, en continua retroalimentación, la sociedad organiza a la producción. Este, desde luego no es el mundo social y natural de los insectos, que transmiten su experiencia genéticamente. Este es un mundo social que modifica el estado natural y animal del ser humano. En este mundo nace cada ser humano. Un mundo en que su propio cuerpo es parte de la naturaleza y un mundo no natural sino social e histórico. Es decir, un mundo de producción (de objetos, de signos), netamente humano. Un mundo humano en que todo lo producido está cargado de significación, de intención, de para qué. Y esta intención es, en última instancia superar el dolor y el sufrimiento.

Con su característica ampliación de horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esta libertad la que permite negarse a sí mismo, negar aspectos de su cuerpo, negarlo completamente (como en el caso del suicidio), o negar a otros. Esta libertad ha permitido que algunos seres humanos se apropien ilegítimamente del todo social. Es decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad de otros seres humanos, reduciéndoles a prótesis, a instrumentos de sus propias intenciones. Allí está la esencia de la discriminación siendo su metodología la violencia física, económica, racial y religiosa.

Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros seres humanos, han provocado con esto nuevo dolor y sufrimiento, reiniciando en el seno de la sociedad la antigua lucha contra la naturaleza, pero ahora contra otros seres humanos convertidos en objetos naturales. Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural, es una lucha entre intenciones humanas y esto es, precisamente, lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos, de justos e injustos, de héroes y cobardes. Esto es lo único que permite rescatar la subjetividad personal y es lo único que permite practicar con sentido la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados, sean estos mayorías o minorías.

A estas alturas se impone una definición del ser humano. No bastará decir: «el hombre es el animal social», porque otros animales también lo son. Será incompleto definirlo como fabricante de objetos, poseedor de lenguaje, etc. En la doctrina siloísta, “el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza”. Si admitimos esta definición, tendremos que aceptar que puede transformar también, su propia constitución física… Y así está sucediendo: comenzó con prótesis externas y hoy las está introduciendo en su propio cuerpo. Está cambiando sus órganos. Está interviniendo en su química cerebral. Esta fecundando in vitro y ha comenzado a manipular sus genes.

Reconociendo que todo ser humano se encuentra en situación y que esta situación se da en el mundo de lo natural (cuyo exponente más inmediato es el propio cuerpo), al par que en el mundo social e histórico; reconociendo las condiciones de opresión que algunos seres humanos han establecido en el mundo al apropiarse del todo social, se desprende una ética social de la libertad, un compromiso querido de lucha no solo contra las condiciones que me producen dolor y sufrimiento, sino que lo provocan a otros. Porque la opresión a cualquier ser humano es también mi opresión. Su sufrimiento es el mío y mi lucha es contra el sufrimiento y aquello que lo provoca.

Pero al opresor no le basta con encadenar el cuerpo. Le es necesario llegar más lejos; apropiarse de toda libertad y de todo sentido, por tanto apropiarse de la subjetividad. Por ello las ideas y el pensar, deben ser cosificados por el Sistema. Las ideas «peligrosas» o «sospechosas» deben ser aisladas, encerradas y destruidas como si se tratara de gérmenes contaminantes.

Vistas así las cosas, el ser humano debe reclamar su derecho a la subjetividad: a preguntarse por el sentido de su vida y a practicar y predicar públicamente sus ideas y su religiosidad o irreligiosidad. Y cualquier pretexto que trabe el ejercicio, la investigación, la prédica y el desarrollo de la subjetividad… ¡que lo trabe o lo postergue!, muestra el signo de la opresión que detentan los enemigos de la humanidad.

Sintetizo rápidamente.

El ser humano nace en una situación que no ha elegido. Se encuentra sumergido en un mundo natural en el que padece agresiones físicas y mentales que registra como dolor y sufrimiento. Todo lo que hace el ser humano, está impulsado por superar el dolor y el sufrimiento. Para ello produce socialmente objetos y signos que se transmiten históricamente, sentando premisas de nuevas acciones. Ese es el progreso, y el progreso humano no es natural, sino social e histórico.

La sociedad organiza la producción y la producción a la sociedad en realimentación continua. En ese mundo nace cada ser humano: un mundo natural en que se encuentra el propio cuerpo y un mundo social de producción de objetos y signos… de intenciones humanas, del para qué.

Con su enorme horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, planificar el futuro y optar entre posibilidades. Esto configura su ámbito de libertad de elección. Libertad que puede llegar a nihilizar el mundo, negar el mundo de sí mismo o de otros, o negar el dolor. Esa misma libertad ha permitido que algunos violenten física, económica, racial y religiosamente a otros, negando su intencionalidad, con la siguiente contradicción: una parte se constituye en el todo de la intención humana. A eso, llamamos discriminación.

La lucha social no es entre fuerzas mecánicas, es una lucha de intereses e intenciones, una lucha entre opresores y oprimidos.

El hombre es definido como el ser histórico cuya acción social transforma a su propia naturaleza y esto se produce ya desde la creación de los primeros instrumentos, como prótesis del cuerpo, hasta la modificación interna del organismo, por medios no naturales.

Se deriva una ética de la libertad en la que la lucha por la superación de aquello que provoca dolor y sufrimiento, se extiende más allá de lo personal, por cuanto todo lo que oprime a otros, a mí me oprime. Esto me pone en situación de decidir luchar no solo por mí, sino por otros y para otros. El ser humano, queda comprometido también en la lucha por el derecho a la subjetividad.

Quiero terminar mi intervención con la prosa poética de Silo en una parte de su libro: «Humanizar la Tierra».

«Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo… tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la Tierra. Cuando pierdes tu sentido, la tierra se oscurece y el abismo se abre. Te diré cual es el sentido de tu vida aquí: ¡humanizar la Tierra! ¿Qué es humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes.»