1ª Cuestión:
LA COMPRENSIÓN DEL FENÓMENO HUMANO EN GENERAL
Si se dice que lo característico de lo humano es la sociabilidad o el lenguaje, o la transmisión de experiencia, no se define cabalmente lo humano, por cuanto en el mundo animal (aunque desarrollado elementalmente), encontramos todas esas expresiones. También encontramos una suerte de “moral” animal y resultados sociales punitivos para los transgresores, aún cuando desde afuera de la regulación de esas conductas, se pueda interpretarlas por el instinto de conservación de la especie, o por una imbricación de reflejos condicionados e incondicionados.
Observamos reconocimientos químicos de organismos de otra colmena, hormiguero, cardumen o manada, y atracciones o rechazos consecuentes.
El rudimento técnico tampoco es ajeno al mundo animal, ni tampoco sentimientos de afecto, odio, pena y solidaridad entre miembros de un grupo o entre grupos, o entre especies. Existen organizaciones huéspedes, parásitas y simbióticas en las que reconocemos formas elementales de lo que luego veremos peraltado en las agrupaciones humanas…
Y bien, qué define a lo humano en cuanto tal? Lo define la reflexión de lo histórico-social como memoria personal. Todo animal es siempre el primer animal, pero cada ser humano es su medio histórico y social y es, además, la reflexión y el aporte a la transformación o inercia de ese medio. El medio para el animal, es el medio natural.
El medio para el ser humano, es medio histórico y social, es transformación del mismo y por cierto, es adaptación natural a las necesidades inmediatas y a las de más largo plazo.
Esta respuesta diferida del ser humano, frente a los estímulos inmediatos, este sentido y dirección de su obrar respecto de un futuro calculado (o imaginado), nos presenta una característica nueva frente al sistema de ideación, de comportamiento y de vida de los exponentes animales.
La aplicación del horizonte temporal de la conciencia humana, permite a ésta retardo frente a los estímulos y ubicación de ésta en un espacio mental complejo, habilitante para el emplazamiento de deliberaciones, comparaciones y resultantes fuera del campo perceptual inmediato.
En otras palabras: en el ser humano no existe “naturaleza” humana, a menos que esta “naturaleza” sea considerada como una capacidad diferente a la animal, de moverse entre tiempos fuera del horizonte de percepción. Dicho de otro modo: si hay algo “natural” en el ser humano, no lo es en el sentido mineral vegetal o animal, sino en el sentido de que lo natural en él es el cambio, la historia, la transformación.
Tal idea de cambio no se aviene convenientemente con la idea de “naturaleza” y por ello preferimos no usar esta última palabra como se ha venido haciendo, y con la cual se han justificado numerosas deslealtades hacia el ser humano. Por ejemplo: porque los nativos de un lugar eran diferentes a los conquistadores de otro lugar, fueron llamados los “naturales”, o aborígenes. Porque las razas presentaron algunas diferencias morfológicas o pigmentarias, fueron asimiladas a diferentes naturalezas dentro de la especie humana y así siguiendo.
De ese modo, existía un orden “natural” y cambiar ese orden era un pecado contra lo establecido de un modo definitivo. Razas distintas, sexos distintos, posiciones sociales distintas, estaban establecidas dentro de un orden supuestamente natural, que debía conservarse de modo permanente. Así es que la idea de naturaleza humana, sirvió a un orden de producción natural, pero se fracturó en la época de la transformación industrial.
Aún hoy quedan vestigios de la ideología de la naturaleza humana, en la psicología, por ejemplo, en la cual todavía se habla de ciertas facultades naturales como la “voluntad” por ejemplo, y cosas semejantes. El derecho natural, el Estado como parte de la naturaleza humana proyectada, etc., no han aportado sino su cuota de inercia histórica y de negación de la transformación. Si la copresencia de la conciencia humana trabaja gracias a su enorme ampliación temporal, y si la intencionalidad de aquella permite proyectar un sentido, lo característico del ser humano es ser y hacer el sentido del mundo. “Nombrador de mil nombres, hacedor de sentidos, transformador del mundo… tus padres y los padres de tus padres, se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido, iluminas la tierra. Te diré cual es el sentido de tu vida aquí: Humanizar la Tierra. Qué es Humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límites, es amar la realidad que construyes!…
Bien, estamos a una gran distancia de la idea de naturaleza humana. Estamos en lo opuesto. Quiero decir, si lo natural había asfixiado lo humano, merced a un orden impuesto con la idea de lo permanente, ahora estamos diciendo lo contrario: que lo natural debe ser humanizado y que esta humanización del mundo hace al hombre un creador de sentido, de dirección, de transformación. Si ese sentido es libertador de las condiciones supuestamente “naturales” de dolor y sufrimiento, lo verdaderamente humano es lo que va más allá de lo natural: es tu proyecto, tu futuro, tu brisa, tu amanecer, tu tempestad, tu ira y tu caricia. Es tu temor y es tu temblor por un futuro, por un nuevo ser humano libre de dolor y sufrimiento.