El ser humano no ha concluido su evolución. Es un ser incompleto y en desarrollo que tiene la posibilidad de formar un centro interno de energía… tal cosa ocurrirá o no de acuerdo al tipo de vida que lleve. Según que los actos realizados sean conscientes y unitivos, se irá estructurando un sistema de fuerzas centrípetas al que llamamos “espíritu”. Según que los actos no sean conscientes ni unitivos sino contradictorios, el sistema de fuerzas será centrífugo y por tanto no habrá nacido el espíritu o tendrá una conformación elemental sin desarrollo. Un ser humano puede nacer, llevar adelante su vida, morir y disolverse para siempre y otro puede nacer, llevar adelante su vida, dejar su cuerpo y seguir evolucionando sin límite. El ser humano en su bondad, en la eliminación de las contradicciones internas, en sus actos conscientes y en su sincera necesidad de evolución, hace nacer su espíritu. Para la evolución son necesarios el amor y la compasión. Gracias a ellos es posible la cohesión interna y la cohesión entre los seres que posibilitan la transmisión del espíritu de unos a otros. Toda la especie humana evoluciona hacia el amor y la compasión. Quien trabaja para sí en el amor y la compasión, lo hace también para otros seres.