15 de Noviembre de 1998
Discurso de SILO en el debate de la Duma Rusa el 15-11-99
(Leído por Antonio Carvallo)
Señores diputados.
Quienes adherimos a los postulados de la Internacional Humanista, reconocemos los antecedentes del humanismo histórico y nos inspiramos en los aportes de las distintas culturas, no solamente de aquellas que en este momento ocupan un lugar central.
Los humanistas sentimos que nuestra historia es muy larga y que nuestro futuro es aún más extendido. Pensamos en el porvenir, trabajando para superar la crisis general del presente.
Los humanistas somos optimistas porque creemos en la libertad y en el progreso social. Somos internacionalistas y aspiramos a una nación humana universal. Comprendemos globalmente al mundo en que vivimos y actuamos en nuestro medio inmediato. No deseamos un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad.
Los humanistas no queremos jefes, ni nos sentimos jefes de nadie. Por otra parte, no queremos un Estado centralizado, ni un Paraestado que lo reemplace. No queremos ejércitos policíacos, ni bandas armadas que los sustituyan.
Permítaseme ahora destacar algunos puntos del Documento humanista que informa nuestra visión de la situación mundial actual.
En primer lugar, nuestro diagnóstico apunta a lo que llamamos ¨tiranía del dinero¨. Una tiranía que no es abstracta porque tiene nombre, representantes, ejecutores y procedimientos indudables. Se trata del capital especulativo que se va concentrando mundialmente. De esta suerte, hasta los estados nacionales requieren, para sobrevivir, del crédito y el préstamo. Todos mendigan la inversión y dan garantías para que la banca se haga cargo de las decisiones finales. Está llegando el tiempo en que las mismas compañías, así como los campos y las ciudades, comienzan a ser propiedad indiscutible de la banca. Está llegando el tiempo del Paraestado, un tiempo en el que el antiguo orden debe ser aniquilado.
El gran capital domina no solo la objetividad gracias al control de los medios de producción, sino la subjetividad gracias al control de los medios de comunicación e información. En estas condiciones, puede disponer a gusto de los recursos materiales y sociales convirtiendo en irrecuperable a la naturaleza y descartando progresivamente al ser humano. Para ello cuenta con la tecnología suficiente. Y, así como ha vaciado a las empresas y a los estados, ha vaciado a la Ciencia de sentido convirtiéndola en tecnología para la miseria, la destrucción y la desocupación.
No necesitamos abundar en argumentaciones para comprender que hoy el mundo está en condiciones tecnológicas suficientes para solucionar en corto tiempo los problemas de vastas regiones en lo que hace a pleno empleo, alimentación, salubridad, vivienda e instrucción. Si esta posibilidad no se realiza es, sencillamente, porque la especulación monstruosa del gran capital lo está impidiendo.
Pero el gran capital ya ha agotado la etapa de economía de mercado y comienza a disciplinar a la sociedad para afrontar el caos que él mismo ha producido. Frente a esta irracionalidad no se levantan, como sería de esperar, las voces de la razón sino los más oscuros racismos, fundamentalismos y fanatismos. Así, un fuerte caudal de desesperación colectiva es agitado y capitalizado por tendencias regresivas de la sociedad. Y si es que este neo-irracionalismo va a liderar regiones y colectividades, el margen de acción para las fuerzas progresistas queda día a día reducido. Por otra parte, millones de trabajadores ya han cobrado conciencia tanto de las irrealidades del centralismo estatista, cuanto de la falsedades de la democracia capitalista. Y así ocurre en muchos países que los obreros se alzan contra sus cúpulas gremiales corruptas, del mismo modo que los pueblos cuestionan a los partidos y los gobiernos. Pero es necesario dar una orientación a éstos fenómenos que de otro modo se estancarán en un espontaneísmo sin progreso. Es necesario discutir en el seno del pueblo los temas fundamentales de los factores de la producción.
Para los humanistas existen como factores de la producción, el trabajo y el capital, y están demás la especulación y la usura. En la actual situación, los humanistas trabajan para que la absurda relación que ha existido entre esos dos factores sea totalmente transformada. Hasta ahora se ha impuesto que la ganancia sea para el capital y el salario para el trabajador, justificando tal desequilibrio con el «riesgo» que asume la inversión…. como si todo trabajador no arriesgara su presente y su futuro en los vaivenes de la desocupación y la crisis. Pero, además, está en juego la gestión y la decisión en el manejo de la empresa. La ganancia no destinada a la reinversión en la empresa, no dirigida a su expansión o diversificación, deriva hacia la especulación financiera. La ganancia que no crea nuevas fuentes de trabajo, deriva hacia la especulación financiera. Por consiguiente, la lucha de los trabajadores ha de dirigirse a obligar al capital a su máximo rendimiento productivo. Pero esto no podrá implementarse a menos que la gestión y dirección sean compartidas. De otro modo, ¿cómo se podría evitar el despido masivo, el cierre y el vaciamiento empresarial? Porque el gran daño está en la subinversión, la quiebra fraudulenta, el endeudamiento forzado y la fuga del capital, no en las ganancias que se puedan obtener como consecuencia del aumento en la productividad. Y si se insistiera en la confiscación de los medios de producción por parte de los trabajadores, siguiendo las enseñanzas del siglo XlX, se debería tener en cuenta también el reciente fracaso del socialismo real. En definitiva, se está necesitando un nuevo tipo de ley de propiedad participada de los trabajadores que revierta la situación de indefensión de los trabajadores conviertiéndolos en partícipes de la propiedad y en factor decisorio de la gestión de la empresa.
En cuanto a la objeción de que encuadrar al capital, así como está encuadrado el trabajo, produce su fuga a puntos y áreas más provechosas ha de aclararse que esto no ocurrirá por mucho tiempo más ya que la irracionalidad del esquema actual lo lleva a su saturación y crisis mundial. Esa objeción, aparte del reconocimiento de una inmoralidad radical desconoce el proceso histórico de la transferencia del capital hacia la banca, resultando de ello que el mismo empresario se va convirtiendo en empleado sin decisión dentro de una cadena en la que aparenta autonomía. Por otra parte, a medida que se agudiza el proceso recesivo, el mismo empresariado comienza a considerar éstos puntos.
Los humanistas sentimos la necesidad de actuar no solamente en el campo laboral sino también en el campo político para impedir que el Estado sea un instrumento del capital financiero mundial, para lograr que la relación entre los factores de la producción sea justa y para devolver a la sociedad su autonomía arrebatada.
Debemos hacer ahora algunas consideraciones en torno al esquema general del poder y a las diferencias entre la dmocracia formal y la democracia real. Hoy es muy evidente que a medida que se ha ido concentrando el capital en pocas manos y que el poder decisorio se ha ido alejando de la base social, también se ha ido arruinando el edificio de la Democracia resquebrajándose sus bases principales: la independencia entre poderes, la representatividad y el respeto a las minorías. La teórica independencia entre poderes es un contrasentido. Basta pesquisar en la práctica el origen y composición de cada uno de ellos, para comprobar las íntimas relaciones que los ligan. No podría ser de otro modo. Todos forman parte de un mismo sistema. De manera que las frecuentes crisis de avance de unos sobre otros, de superposición de funciones, de corrupción e irregularidad, se corresponden con la situación global, económica y política, de un país dado.
En cuanto a la representatividad. Desde la época de la extensión del sufragio universal se pensó que existía un solo acto entre la elección y la conclusión del mandato de los representantes del pueblo. Pero a medida que ha transcurrido el tiempo se ha visto claramente que existe un primer acto mediante el cual muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que estos pocos traicionan a los muchos, representando a intereses ajenos al mandato recibido. Ya ese mal se incuba en los partidos políticos reducidos a cúpulas separadas de las necesidades del pueblo. Ya, en la máquina partidaria, los grandes intereses financian candidatos y dictan las políticas que éstos deberán seguir. Esto evidencia una profunda crisis en el concepto y la implementación de la representatividad. Y tal situación no podrá ser revertida hasta que no haya una legislación estricta de control de financiamiento de los partidos políticos, una clara paridad en el manejo de la difusión pública de las propuestas que se hacen a la ciudadanía, y un sistema de igualdad de oportunidades sin discriminación para todas las fuerzas políticas. Por otra parte, la manipulación de la voluntad del ciudadano por sistemas eleccionarios indirectos muestra que la Democracia real está siendo asfixiada y que en esta situación la participación cada día es más escasa reflejándose este hecho hasta en el crecimiento de la abstención eleccionaria, particularmente en las franjas poblacionales más jóvenes.
Los humanistas trabajan para transformar la práctica de la representatividad dando la mayor importancia a la consulta popular, el plebiscito y la elección directa de los candidatos. Porque aún existen, en númerosos países, leyes que subordinan candidatos independientes a partidos políticos, o bien, subterfugios y limitaciones económicas para presentarse ante la voluntad de la sociedad. Toda Constitución o ley que se oponga a la capacidad plena del ciudadano de elegir y ser elegido, burla de raíz a la democracia real que está por encima de toda regulación jurídica. Y, si se trata de igualdad de oportunidades, los medios de difusión deben ponerse al servicio de la población en el período electoral en que los candidatos exponen sus propuestas, otorgando a todos exactamente las mismas oportunidades. Por otra parte, deben imponerse leyes de responsabilidad política mediante las cuales todo aquel que no cumpla con lo prometido a sus electores arriesgue el desafuero, la destitución o el juicio político. Porque el otro expediente, el que actualmente se sostiene, mediante el cual los individuos o los partidos que no cumplan sufrirán el castigo de las urnas en elección futura, no interrumpe en absoluto el segundo acto de traición a los representados. En cuanto a la consulta directa sobre los temas de urgencia, cada día existen más posibilidades para su implementación tecnológica. No es el caso de priorizar las encuestas y los sondeos manipulados, sino que se trata de facilitar la participación y el voto directo a través de medios electrónicos y computacionales avanzados.
En una democracia real debe darse a las minorías las garantías que merece su representatividad pero, además, debe extremarse toda medida que favorezca en la práctica su inserción y desarrollo. Hoy, las minorías acosadas por la xenofobia y la discriminación piden angustiosamente su reconocimiento y, en ese sentido, es responsabilidad de los humanistas elevar este tema al nivel de las discusiones más importantes encabezando la lucha en cada lugar hasta vencer a los neofascismos abiertos o encubiertos. En definitiva, luchar por los derechos de las minorías es luchar por los derechos de todos los seres humanos.
Pero también ocurre en el conglomerado de un país que provincias enteras, regiones o autonomías , padecen la misma discriminación de las minorías merced a la compulsión del Estado centralizado, hoy instrumento insensible en manos del gran capital. Y esto deberá cesar cuando se impulse una organización federativa en la que el poder político real vuelva a manos de dichas entidades históricas y culturales.
Podemos decir, a modo de resumen, que poner por delante los temas del capital y el trabajo, los temas de la democracia real, y los objetivos de la descentralización del aparato estatal, es encaminar el trabajo político hacia la creación de un nuevo tipo de sociedad. Una sociedad flexible y en constante cambio, acorde con las necesidades dinámicas de los pueblos.
La atmósfera de inseguridad en que viven las poblaciones convierten a los temas de la violencia callejera en favoritos de las encuestas de opinión en númerosos países. Pero esa violencia ciudadana que comienza a afectar a las generaciones más jóvenes, no es ajena a la violencia generalizada que se desarrolla a partir de las jefaturas políticas y religiosas y que tienen carácter institucional en númerosos casos. Debemos observar como punto de capital importancia el surgimiento de corrientes violentistas y neo fascistas que comienzan a fortalecerse como se ha visto en las úlltimas elecciones de Austria y Suiza y que desde hace tiempo se desarrollan en diferentes regiones de Italia, Francia y Alemania. Por otra parte, la agresividad demostrada por la OTAN en situaciones como la guerra del Golfo y recientemente con su intervención en Yugoslavia, muestran una fuerte tendencia a apurar soluciones por la fuerza poniendo a la paz mundial nuevamente en situación de fragilidad. A su vez, gobiernos como los de India y Pakistán hoy en manos de facciones fundamentalistas de distinto signo, contribuyen a dibujar un mapa mundial de conflicto en el que la lucha étnica, cultural y religiosa no ha quedado relegado a los países del medio oriente. En definitiva, el tema de la violencia admite diferentes cortes para su estudio pero, en todo caso, no deja de estar presente en todas las facetas de la vida nacional e internacional. Derivado de este punto debe observarse al fenómeno del terrorismo como uno de los más graves que afrontan las sociedades, pero para comprender su desarrollo se lo debe tratar de comprender en sus raíces y no responder al mismo con procedimientos propios del terrorismo de Estado. Este asunto es particularmente delicado porque el poder de fuego en manos del ciudadano común ha crecido enormememnte en estas décadas recientes. Y ya no se trata de ejércitos regulares equipados para la destruccióno sino de pequeños grupos y, a veces, de individuos aislados que pueden contar con tecnología suficiente para provocar verdaderas catástrofes o para extorsionar a poblaciones enteras. Se ha pasado en pocas décadas de los explosivos deflagrantes a los moleculares y plásticos, de los detonadores mecánicos y de reloj a los electrónicos y de control remoto. Han aparecido los primeros intentos terroristas de esparcir gas neurotóxico y se presume que muchos grupos podrían contar con artefactos bacteriológicos y, tal vez, rudimentariamente nucleares. Por otra parte, existe un descontrolado mercado de armamentos convencionales entre los que se destacan misiles tierra-tierra y tierra-aire, capaces de llevar cargas de distinto tipo a kilómetros de distancia.
Así las cosas, el tema de la violencia creciente debe ser resueltamente enfrentado por todo aquel que adhiera a una visión humanista no solamente de la política, sino de la simple vida cotidiana que se encuentra cada día más afectada por este fenómeno.
Por otra parte, también se está ejercitando una violencia inusitada contra la naturaleza y de este modo, se está poniendo en peligro la supervivencia del ser humano. Una franja importante de gente perceptiva adhiere al ecologismo porque entiende la gravedad del problema que este denuncia. Pero si ese ecologismo toma el carácter humanista que corresponde, orientará la lucha hacia los promotores de la catástrofe, a saber: el gran capital y la cadena de industrias y empresas destructivas, parientes próximas del complejo militar-industrial. Ese ecologismo humanista se ocupará del hambre, el hacinamiento, la mortinatalidad, las enfermedades y los déficits sanitarios y habitacionales en muchas partes del mundo, y destacará los problemas de la desocupación, explotación, racismo, discriminación e intolerancia, en el mundo tecnológicamente avanzado; Mundo que, por otra parte, está creando los desequilibrios ecológicos en aras de su crecimiento irracional.
Por último, para dejar una imagen aproximada de las preocupaciones y modos de acción de los partidos de la Internacional Humanista, agregaré que el humanismo organiza frentes de acción en el campo laboral, habitacional, gremial, político y cultural con la intención de ir asumiendo el carácter de movimiento social. Al proceder así, crea condiciones de inserción para las diferentes fuerzas, grupos e individuos progresistas sin que éstos pierdan su identidad ni sus características particulares. El objetivo de tal movimiento consiste en promover la unión de fuerzas capaces de influir crecientemente sobre vastas capas de la población orientando con su acción la transformación social.
Los humanistas no son ingenuos ni se engolosinan con declaraciones propias de épocas románticas. En ese sentido, no consideran sus propuestas como la expresión más avanzada de la conciencia social, ni piensan a su organización en términos indiscutibles. Los humanistas no fingen ser representantes de las mayorías. En todo caso, actúan de acuerdo a su parecer más justo apuntando a las transformaciónes que creen más adecuadas y posibles en este momento que les toca vivir.
Aprovecho esta circunstancia para agradecer la paciencia con que los señores diputados han escuchado la exposición de este esquema general del pensamiento y las actividades del Humanismo. Nada más.
Moscú 15/11/99