Mendoza
17 de Enero de 1997
Este es un libro piadoso. La autora ha explicado que muchos de los trabajos que lo conforman fueron saliendo de su pluma en las noches del otoño de 1996. Ena escribía animada por su madre enferma que mañana tras mañana pedía la lectura de un nuevo escrito. Esta atmósfera que rodea a sus cuentos, esa lucha por prolongar la vida me hizo asociar, por esos misterios de las ideas enlazadas en intrincados laberintos, en los cuentos de Cheherezada. Pero ¿en qué se podía asemejar la situación de ambas mujeres? Los cuentos de Las Mil y Una Noches parecen haber sido entregados, uno tras otro, para salvar la vida de una prisionera… Cheherezada no podía dejar pasar una noche sin hacer un nuevo relato a su captor bajo pena de perder la vida. Ena, a su vez, escribía para que su madre mantuviera el interés por la vida al despuntar el amanecer. En ambos casos hay un clamor de trasfondo que alimenta a la prolongación de la existencia. Se trata de urgencias personales en dos contextos culturales y en dos épocas totalmente diferentes. La angustia por aplacar las iras del destino hermana a estas mujeres, al tiempo que las separa la adaptación de sus fantasías a un sultán y a una anciana a punto de morir. Creo que para la comprensión del texto que nos ocupa, el tema de la adaptación a las exigencias del destinatario es esencial.
Por otra parte, no se escapa la relación entre los escritos de Ena y los trabajos de otras dos creadoras singulares. En el extremo norte de Latinoamérica, Laura Esquivel (1950) y en el extremo sur Isabel Allende (1942), marcan con Ena (1938), esa coetaneidad que se refleja en el tratamiento de temas que, además, están tejidos con el hilo mágico de esta cultura. Y, si de influencias se trata, la particularidad Mapuche de Temuco tiene su homenaje en estos cuentos que comentamos sin entrar en su análisis de forma y contenido.
Latinoamérica ha producido incontables fenómenos literarios. Esto no es algo nuevo. Tampoco lo es la tradición de las mujeres escritoras. Pero ahora una nueva generación, con sensibilidad y conciencia de pertenencia a un mismo ambiente cultural, con recursos expresivos propios y ya no dependientes de otras regiones va configurando nuevos perfiles en poesía, cuento, novela y ensayo. No estamos hablando del «boom» de la narrativa latinoamericana como nos lo presentaran, en la década del ’70, críticos y comentaristas al estilo de Emir Rodríguez Monegal, sino de un fenómeno nuevo en el que númerosas ataduras anteriores han quedado disueltas. Al decir esto último, menciono la orfandad que padecen hoy los intelectuales latinoamericanos luego de producirse el colapso de las viejas interpretaciones del mundo, de un modo de ver las cosas con ojos ajenos. Porque hasta hace poco tiempo se pensaba que al describir situaciones y usar el lenguaje y el argot nacional y regional, se cumplía la condición de exponer una visión propia y original. Cualquiera entiende que escribir al «estilo» latinoamericano adhiriendo a la fe cristiana, psicoanalítica, marxista, o liberal, de todas formas es escribir en clave interpretativa y de sensibilidad cristiana, marxista, psicoanalítica o liberal. Aún el folklore, que nos parecía lo más enraizado y auténtico, estaba tocado por una óptica foránea a este ambiente. He aquí la originalidad de la situación y he aquí la soledad en que se encuentran los nuevos escritores de Latinoamérica al haber tomado conciencia de estos hechos.
Algún día llegará a nuestras manos el mensaje de nuevas escritoras que nos hablen de leyendas y nos hagan relatos de este continente inmenso y múltiple, que nos transmitan los rasgos prominentes del mito de Latinoamérica que silenciosamente se está estructurando; entonces tendremos un cuadro más completo de la creatividad literaria de la mujer de esta región del mundo que ya ha dado sobrados ejemplos en casi todos los países de la zona. Entre tanto, el lector corriente, el estudioso, el escritor y el poeta, no deberían dejar pasar la oportunidad de experimentar cómo se va formando el alma de esta extensa y joven nación latinoamericana a través de sus originales expresiones, de las que este libro es un caso altamente significativo.
Mendoza 17/01/1997
Silo.