CONFERENCIA DADA POR SILO EN LA SALA MANUEL M. PONCE DEL PALACIO DE BELLAS ARTES

 

Ya en otras ocasiones hemos comentado este libro. De hecho, en esta edición mejicana que hoy tenemos ante nosotros, aparece la conferencia dada en Islandia en el mes de noviembre pasado. Se han hecho pues, algunos desarrollos sobre este trabajo, en ocasión de su publicación en diferentes lugares y lenguas.Hoy,en México,sin alterar lo dicho en otros momentos quisiera volver sobre algunos puntos que, al parecer, no han quedado suficientemente aclarados. En aquellas oportunidades dijimos que Humanizar la Tierra es, en realidad, un conjunto de tres trabajos.

El primero de ellos, la Mirada Interna, fué concluído en 1972 y corregido en 1988. El segundo, El Paisaje Interno, se terminó en 1981 y sufrió algunas modificaciones en 1988. Por último, El Paisaje Humano, fué redactado en 1988. Se trata pues, de tres producciones de distintas épocas, pero ajustadas definitivamente en su forma, en el mismo año. Por otra parte, guardan entre sí estrecha relación y, además, tienen continuidad de desarrollo.

En cuanto al aspecto formal, observamos tres escritos redactados en prosa poética, cada uno de ellos dividido en capítulos que a su vez se desglosan en parágrafos. En el trabajo del texto es frecuente la función apelativa del discurso formalizada en oraciones imperativas (a diferencia de las declarativas) que no pueden ser sometidas a prueba de verdad. Pero las sentencias no están tratadas solamente de modo imperativo sino que, muy frecuentemente, se discurre y se da oportunidad al lector para que compare con su propia experiencia la validez de lo que se enuncia. Quiero decir con esto que no me parece del todo correcta alguna crítica que se ha leído sobre esta obra en la que se la ha tratado como «dogmática». Más bien ha ocurrido que se han expresado las opiniones del autor de modo directo, escapando a toda demagogia seductora tan reiterada en la literatura de la década del ’70 y del ’80. Así, en el capítulo II de La Mirada Interna, se dice: «No argumentes tampoco que te desagrada mi modo de presentar las cosas, porque eso no dices de la cáscara cuando te agrada el fruto. Expongo del modo que me parece conveniente, no del que fuera deseable…»,

etc., etc. Puede apreciarse, que esa manera de llegar al lector refuerza la apreciación de dogmatismo vertida por algunos críticos. Como se comprenderá, no nos asusta demasiado que se califique a nuestra obra de ese modo, lo que estamos tratando de decir es algo muy diferente, es que el dogmatismo, para nosotros, no es una cuestión de formas más o menos rígidas, más o menos blandas. Es cuestión, sobre todo de contenidos y de intenciones y por ello nos parece oportuno afirmar que pocas veces se ha pergueñado tanto autoritarismo y tanta imposición como en estos momentos a través de la manipulación de las palabras, escogiendo sistematicamente aquellas que resultan aceptables a la sensibilidad general pero que colocadas en un discurso completo, revelan su inconfundible sabor de forzamiento. Forzamiento de la realidad, forzamiento de los significados, forzamiento dulzón de las expresiones, pero forzamiento al fin en tanto se violenta deliberadamente una verdad.

En lo que a temática se refiere, se ha opinado frecuentemente que esta obra es de carácter filosófico pero cualquiera que se adentre en sus páginas verá que no se parece en nada a un texto de ese tipo y mucho menos a un tratado ordenado con rigor sistemático.El Paisaje Humano, tercer libro de esta obra, es el que induce con mayor fuerza a ese error de clasificación. En él, también, se ha visto a un escrito sociológico o sicológico, cuando en realidad todo eso ha estado muy lejos de la intención del autor. Lo que no podemos negar es que a lo largo de la obra se deslizan apreciaciones que caen dentro de la órbita de esas disciplinas. Y, por qué se ha clasificado a este libro desde ángulos tan diferentes? Sencillamente porque en él se presentan situaciones diversas en las que se desenvuelve la polifacética existencia humana y toda reflexión sobre ese existir puede ser objeto de distintas disciplinas. Así es que decir que algunos temas son tratados con una óptica sicológica, sociológica, filosófica o hasta mística, sería del todo aceptable. Pero clasificar a la obra como específica de cualquiera de las formas mencionadas, no parece correcto. Creo de cierta importancia dar nuestra propia opinión en torno a este tema de clasificación temática. Así, este trabajo ha sido realizado sin pensar en encuadres ajustados y se refiere a las situaciones más amplias, más generales en las que se encuentra una persona a lo largo de su vida. De la consideración de esas situaciones, parten reflexiones diversas expuestas fuera del rigor propio de disciplinas intelectuales estrictas. Así las cosas y frente a tal vaguedad conceptual, si se me exigiera una suerte de definición del libro diría que es una obra de pensamiento sobre la existencia humana, tratada en estilo de prosa poética. Por otra parte, los tres libros que forman el cuerpo de Humanizar la Tierra, son tres momentos puestos en secuencia que van desde la interioridad más profunda, desde el mundo de los sueños y los símbolos, hacia los paisajes externo y humano. Se trata de un recorrido, de un deslizamiento del punto de vista que comenzando en lo más íntimo y personal concluye en apertura al mundo interpersonal, social e histórico.

Ahora bien, si hubiera que precisar qué tipo de enfoque campea en la obra, qué tipo de ideas impregna sus páginas diría que, desde luego, hay una concepción del mundo y del hombre subyacente y que tal concepción no está desarrollada en esta obra sino en otras, por lo que en definitiva me vería en la obligación de remitir a otros libros como por ejemplo, Contribuciones al Pensamiento. En efecto, en aquella obra las preguntas por el sistema de pensamiento que nos orienta, pueden ser satisfechas. En lo que hace a los temas principales del escrito que nos ocupa diremos que:

El primer libro titulado La Mirada Interna, trata sobre el sentido de la vida. El tópico principal que se estudia es el estado de contradicción y se aclara que el registro que se tiene de la contradicción en la vida es el sufrimiento; que la superación del sufrimiento mental es posible en la medida en que se oriente la propia vida en acciones no contradictorias y que estas acciones son aquellas que van más allá de lo personal y se dirigen positivamente a otras personas. En resumen: La Mirada Interna habla de la superación del sufrimiento mental lanzada hacia el mundo social, el mundo de las otras personas, siempre que esa acción sea registrada como no contradictoria. El texto se hace un tanto oscuro por la gran cantidad de alegorías y símbolos que aparecen en forma de caminos, moradas y paisajes extraños por el que va pasando una persona de acuerdo a la situación que le toca vivir.

En este libro hay una especie de plano, de mapa de los estados internos en los que se encuentra el individuo en un momento dado.

El estado de confusión, de venganza, de desesperanza, aparecen alegorizados en las posiciones de caminos y moradas que se recorren, pero también están allí las salidas de las situaciones contradictorias: la esperanza, el futuro, la alegría, en suma el estado de unidad o no-contradicción. Encontramos también una parte dedicada a Los Principios de acción válida. Estos son un conjunto de recomendaciones o dichos para recordar ciertas leyes de comportamiento que contribuyen a lograr una vida con unidad y sentido. Al no escapar al estilo alegórico de todo este libro, los Principios toman un carácter metafórico del que cito algun ejemplo: «Si para tí están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones»; o bien, este otro: «No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite, entonces avanza con resolución»… Los Principios son, en realidad,leyes de comportamiento que no están pensadas como prescripciones de tipo moral o jurídico, sino casi como constantes de fuerzas que actuan en acción o reacción según sea la ubicación de quien actúa.

El segundo libro, El Paisaje Interno, se continúa en el estilo del precedente poniendo ya menos énfasis en las alegorías y en los símbolos. La descripción se va externalizando hacia el mundo de los valores culturales y con referencias cada vez más decididas hacia el campo social. En los comienzos de este segundo libro se lee: «…salta por encima de tu sufrimiento y no crecerá el abismo sino la vida que hay en tí. No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa». En este planteamiento, el «abismo» no es sino esa pérdida de sentido que a veces nos atrapa, esa situación en la que da igual una cosa que otra y que llevada a su extremo pone a una persona ante la muerte como si esta fuera mejor que el hecho de seguir viviendo. Pero esa situación es, en verdad, extrema. Habitualmente el sinsentido no se expresa de modo tan definitivo sino como trasfondo de la propia vida. Es un trasfondo sobre el que se monta todo aturdimiento y todos los sentidos provisionales del existir con una ficción personal de que tales cosas y tales comportamientos fueran a mantenerse indefinidamente. Estamos hablando de conductas que aparentemente reemplazan el absurdo de la finitud, de la muerte pero que si bien distraen de los problemas fundamentales no logran hacernos salir de ese trasfondo que, en realidad, tememos profundamente. Se trata, desde otra perspectiva, de las preocupaciones fundamentales por el crecimiento de la vida y por la aniquilación de la vida. Desde luego que en nuestra vida cotidiana tales cosas nos tienen sin cuidado. Es más, normalmente todo lo que hacemos trata de alejar tales preocupaciones dando por supuesto que el problema no tiene solución. La aniquilación de la vida, tomada como «abismo» no es sino una licencia poética que no está destacando una sustancialidad sino por lo contrario una falta de ser, un oscurecimiento del sentido de la vida, de la dirección de la vida. Queda en claro que el primer efecto dualista desaparece al comprender el concepto de abismo como no-ser, como no-vida y no como entidad en sí. Se escogió el concepto de «abismo» por las implicaciones sicológicas que tiene ya que suscita registros internos del tipo del vértigo asociados a una contradictoria sensación de atracción y rechazo. Esa atracción de la nada que vence en el suicidio o en la embriagadora furia destructiva y que moviliza al nihilismo de un individuo, de un grupo o de una civilización en los momentos de crisis y que habitualmente no aparece manifestándose porque se ha logrado ocultar, distraer el problema. Aquí no se está hablando de la angustia o de la náusea que provoca una pasiva desintegración del sentido de la vida, sino del vértigo y la atracción de la nada como actividad destructiva. Como una suerte de motor de acontecimientos personales y sociales que disputan con la vida la preminencia y el poder. Y el hecho de que el acontecimiento destructivo, nihilista, se produzca solo en momentos críticos de la vida personal o social, no indica que las cosas hasta ese momento hayan marchado bien, sino que se estaba preparando silenciosamente el desenlace luego sorprendente. Y, desde el punto de vista de la libertad humana, no es lo mismo suponer que cada uno hace su vida como respuesta a los acontecimientos que la rodean a suponer que la intención humana modifica conductas y acontecimientos. Si en el ser humano existe la libertad de elegir, entonces es posible modificar aquellas condiciones que se preanuncian catastróficas en su mecánico desarrollo. Si, por el contrario, la libertad humana es sólo un mito piadoso, no importa qué decidan los individuos y los pueblos ya que los acontecimientos habrán de desarrollarse hacia el crecimiento de la vida, simple y mecánicamente o bien, todo irá hacia la catástrofe, hacia la nada, hacia el sin-sentido. En este libro se afirma la libertad de la vida humana, libertad entre condiciones, pero libertad al fin. Es más, se dice que su sentido es por esencia libertad y que esta libertad rechaza el absurdo y lo «dado» aun cuando lo dado sea la misma Naturaleza. Es esta lucha contra lo dado, contra el dolor y el sufrimiento, contra las adversidades que ha puesto la naturaleza al ser humano, lo que ha permitido el desarrollo de la sociedad y la civilización. De manera que la vida humana no ha crecido gracias al dolor y el sufrimiento sino, al contrario, se ha pertrechado para vencerlos. La decisión de ampliar la libertad no queda ya limitada al individuo ya que éste no tiene una naturaleza fija sino una dinámica histórica y social y, por esto, el individuo debe responsabilizarse y actuar por la sociedad y por todos los seres humanos. Por todo lo anterior, en el capítulo VII se dice: «Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo… Tus padres y los padres de tus padres se continúan en tí. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido, la tierra se oscurece y el abismo se abre» Y más adelante, «Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: humanizar la Tierra. Qué es humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes… No cumplirás con tu misión si no pones tus fuerzas en superar el dolor y el sufrimiento en aquellos que te rodean y si logras que ellos, a su vez, emprendan la tarea de humanizar el mundo, se abrirá su destino hacia una vida nueva».

En resumidas cuentas, El Paisaje Interno trata sobre el sentido de la vida con referencia a la lucha contra el nihilismo en el interior de cada ser humano y en la vida social y exhorta a que esta vida se convierta en actividad y militancia al servicio de la humanización del mundo. Como puede comprenderse, en este libro no se habla de soluciones simplemente personales ya que estas no existen en un mundo social e histórico. Quienes piensan que sus problemas personales pueden ser solucionados con una suerte de instrospección o técnica sicológica cometen un gran error porque es la acción hacia el mundo y hacia las otras personas, desde luego la acción con sentido, la que permite salir hacia todas las soluciones. Y si se dijera que una técnica sicológica puede tener utilidad, parece responderse en el libro que su beneficio solo podrá ser medido en la perspectiva de la acción hacia el mundo, en la perspectiva de considerarla una herramienta auxiliar de la acción coherente. Finalmente,este escrito trata el problema del tiempo y lo hace de un modo alegorizado. Es el tiempo el que aparece en su temporalidad real actuando simultaneamente y no como pretende la percepción ingénuao numerosas teorías filosóficas en las que el pasado, el presente y el futuro, no tienen estructura sino que son una sucesión de intantes que fluyen en un infinito hacia «atrás» y hacia «adelante» sin tocarse entre sí en cuanto instantes. En el libro el tiempo vivencial está presentado como una estructura en la que actúa simultaneamente todo lo que me ha ocurrido en la vida, tanto como lo que en este instante me ocurre y también lo que me va a suceder como posibilidad, como proyecto en plazo más o menos previsible. Si bien ese futuro se me aparece como «todavía no», él está determinando mi presente de acuerdo al proyecto que lance desde mi ahora, desde mi «en este momento». La idea del tiempo como estructura y no como simple sucesión de instantes independientes, es una intuición que el ser humano ha tenido desde antiguo aunque no la haya formalizado correctamente desde el punto de vista filosófico o estricto.

Así, el pasado, el presente y el futuro no son sucesiones de instantes sino determinantes estructurales de situación. Bien, en el Paisaje Interno leemos: «… Extraños encuantros éstos en los que el anciano sufre por el corto futuro y se refugia en su largo pasado. El hombre sufre por su situación actual, buscando abrigo en lo que pasó o habrá de suceder según se lo ajuste por el frente o por atrás. Y el joven sufre porque un corto pasado muerde sus talones , impulsando su fuga hacia un largo futuro… Sin embargo, reconozco en el rostro de los tres mi propio rostro y me parece advertir que todo ser humano, sea cual fuere su edad, puede transitar por esos tiempos y ver en ellosfantasmas que no existen. O es que existe hoy aquella ofensa de mi juventud? O existe hoy mi vejez? O anida hoy, en esta oscuridad, mi muerte? Todo sufrimiento se desliza por recuerdo, por imaginación o por aquello que se percibe. Pero gracias a esas tres vías, existe el pensamiento y el afecto y el quehacer humano. Ha de ser, entonces, que si esas vías son necesarias, también son conductos de destrucción si lascontamina el sufrimiento».

El tercer libro, El Paisaje Humano, está dedicado en sus primeros capítulos a esclarecer los significados de paisaje y de mirada que se refiere a ese paisaje, cuestionando la forma de mirar el mundo y de apreciar los valores establecidos. Hay, en este trabajo, una revisión sobre el significado del propio cuerpo y sobre el cuerpo de los otros, sobre la subjetividad y sobre el curioso fenómeno de apropiación de la subjetividad del otro. Consecuentemente, se desarrolla un estudio fragmentado en capítulos sobre la intención: la intención en la educación; en el relato que se hace de la Historia; en las ideologías; en la violencia; en la Ley; en el Estado y en la Religión. Este no es un libro, como se ha dicho, simplemente contestatario porque propone nuevos modelos respecto a cada tema que critica. El Paisaje Humano trata de fundamentar la acción en el mundo, reorientando significados e interpretaciones sobre valores e instituciones que parecían definitivamente aceptados. Con respecto al concepto de «paisaje» diré que él se constituye en pieza fundamental de nuestro sistema de pensamiento como luego se ha visto en otras producciones como Sicología de la imagen y también en Discusiones Historiológicas. Sin embargo, en el libro que estamos comentando, la idea de «paisaje» está más modestamente explicada y dentro del contexto de la obra que aparece sin las pretenciones del pensar riguroso. Así, pues, se dice:»Paisaje externo es lo que percibimos de las cosas; paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad». Si bien el ser humano se encuentra siempre en un paisaje no por ello tiene conciencia de tal cosa porque su paisaje original siempre se impone a su visión perceptual, porque todos nosotros vemos no solamente lo que está ahí delante sino que nuestras comparaciones y aún el descubrimiento de lo nuevo lo hacemos desde lo que ya antes hemos conocido. De este modo, es como si soñáramos al ver las cosas, tomando luego estas imágenes como si fueran la misma realidad.

Pero el concepto tiene más amplitud ya que el paisaje no es, solamente, lo natural que aparece ante los ojos sino sobre todo lo humano, lo social. Por cierto que cada persona interpreta a las otras desde su propia biografía y pone en lo ajeno más de lo que percibe. De acuerdo a esto, nunca vemos de la realidad del otro lo que el otro es en sí, sino que tenemos del otro un esquema, una interpretación surgida de nuestro paisaje interno. El paisaje interno se superpone al externo que no solamente es natural sino social y humano. Claramente ocurre que la sociedad cambia y que las generaciones se suceden y, entonces, cuando a una generación le toca actuar lo hace tratando de imponer valores e interpretaciones formados en otra época. Las cosas van relativamente bien en momentos históricos estables, pero en momentos como el actual, de gran dinámica, la distancia generacional se acentúa al tiempo que el mundo cambia bajo nuestros pies. A dónde irá nuestra mirada? Qué debemos aprender a ver? No es extraño que en estos días se popularice la idea de «dirigirnos a una nueva forma de pensar». Hoy hay que pensar rápido porque todo va más rápido y lo que creíamos hasta ayer como si fuera una realidad inmutable, hoy ya no es más. Así, está claro que no podemos pensar ya más desde nuestro paisaje si este no se dinamiza y universaliza, sino se hace válido para todos los seres humanos. Hemos de comprender que los conceptos de «paisaje» y de «mirada» pueden servirnos para avanzar a esa anunciada «nueva forma de pensar» que está exigiendo este proceso de mundialización crecientemente acelerado. Es necesario hacer un alto en el camino y reconsiderar el mundo y el paisaje en el que fuí formado porque en él aprendí y soñé con el futuro, pero ahora que las cosas cambian podré sostener aquellos sueños? No tendré que reformular aquello que creí y aprendí como algo definitivo y válido para siempre? Porque si hoy ocurren cosas increíbles en la ciencia, la tecnología, la política y las relaciones humanas, aún en las elementales relaciones interpersonales, esto que designo como «increíble» refleja el choque de lo que creía con lo que en realidad sucede y esto que creía es una traslación del paisaje en el que fuí formado a un paisaje actual no-coincidente. Lo que estamos comentando nos parece más importante para las gentes de mayor edad y, sobre todo, para aquellos que tienen en sus manos poder de decisión, grande o pequeño, ya que su comportamiento afecta la vida de otras personas. Pero este desfasaje entre el paisaje de formación y el actual si no aparece tan abrupto en las nuevas generaciones ahora mismo las está afectando y en poco tiempo más las tendremos prematuramente envejecidas, sicologicamente envejecidas al no acertar a comprender el cambio… Se harán insosteniblemente conservadoras sacrificando el sentido de sus vidas. Estas nuevas generaciones que deberían estar ya revisando las cosas que creen que permanecerán en el futuro como antes lo creyeron las generaciones anteriores. Sabemos, por otra parte, que este movilismo excesivo que estamos describiendo, esta relatividad de punto de vista puede desconcertar y quitar estabilidad, pero esto ocurriría si no existieran varios elementos en los que la vida humana puede apoyarse aún en momentos de grandes cambios. Esos apoyos tendrán que ser valores dinámicos y acciones con dirección, realizados sin contradicción interna. Entonces el juicio por la acción de una vida no estará dado por efímeros triunfos o fracasos sino por haber sido efectuados con sentido.

Pero volviendo al tercer libro, al Paisaje Humano, diremos que los temas de las instituciones, la Ley y el Estado se hacen relevantes y que en la formación del paisaje humano, la educación recibida, las ideologías vigentes y la concepción del momento histórico en que se vive son factores dignos de ser tenidos en cuenta. De todo ello se habla en este tercer libro, no simplemente para criticar aspectos dañinos sino, sobre todo, para proponer una forma especial de observarlos, para ayudar a la mirada a buscar otros objetos, para aprender a ver de un modo nuevo.
Nada más. Muchas gracias.

Ciudad de México. 4 de Junio de 1990