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Cámara 2

CONFERENCIA DE SILO DADA EN LA XV FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO
CON MOTIVO DEL LANZAMIENTO DE SU OBRA

En los veinticinco siguientes minutos, me propongo dar una idea general de esta trilogía que hoy se lanza bajo el título de «Humanizar la Tierra». He pensado que entrar en tema directamente, sin dar algunos datos sobre los contextos que operaron en esta producción era, cuando menos, insuficiente. Además, he considerado que debía dar mi opinión francamente comprometida sobre tales contextos y no limitarme a una descripción neutra.

Las tres obras que conforman el presente volumen fueron escritas en un poblado pequeño, rodeado de viñedos y olivos, plantaciones estas que corresponden, en general, a la producción agrícola de las zonas semidesérticas. Ese es el enmarque «paisajístico» en el que se ha generado este libro. Pero también es necesario mencionar otros aspectos entre los que quisiera destacar el del ambiente cultural de este país, tan refractario al surgimiento de las nuevas ideas.

Estos escritos no son fruto de la gran ciudad ni del gran centro cultural. Son resultado del silencio y la lejanía. Esta ausencia, esta barrera sicológica puesta entre nosotros y la cultura oficial, ha sido beneficiosa. Y el empecinamiento en nuestras declaraciones por colocarnos en franca dialéctica con respecto al ambiente intelectual de este país, no se modificará hasta que comience realmente un proceso de cambio de mentalidad y procedimientos. Pero el cambio no sobrevendrá por importar los valores de un mundo que en los mapas escolares aparece «encima» de Latinoamérica, ni ocurrirá tampoco por el rescate de supuestas «raíces» telúricas.

Nosotros que venimos empeñados en enseñar que no hay identidad, ni se logra progreso por la toma de modelos del mundo externo, chocamos desde hace mucho tiempo con las diversas interpretaciones de la llamada «cultura nacional». Porque es evidente que la cultura no consiste en un ropaje, en un folclore, ni en una lucha estéril y superficial contra tal ropaje y tal folclore.

Si es que tiene que nacer tal identidad, sólo se logrará pensando y haciendo desde adentro de un país y desde adentro de un continente, con la intención puesta en devolver al mundo los aportes positivos que ese mundo ha dado y en no devolver todas las maldades que ese mundo también ha generado. Por otra parte, en el proceso de mundialización que estamos viviendo, no tiene sentido ningún chauvinismo nacional ni regional. En cambio, tiene que ver con el progreso de nuestras sociedades desarticuladas, que éstas vertebren su producción y su cultura para integrarse a un proceso mayor en marcha.

Cuando hablo entonces, de identidad nacional o regional, lo estoy haciendo desde esa óptica y no desde el chauvinismo retrógrado o desde la dependencia neocolonial a la que las sociedades desarticuladas están expuestas en el momento actual. Porque se enfrentará al mundo que viene creando una identidad productiva basada en la industria y la tecnología y, en ese contexto, la cultura habrá de contribuir al esclarecimiento de esos objetivos de progreso material.

Así es que pensar a nuestras sociedades desde «adentro», significará básicamente pensar en desarrollarlas en base a la creación de centros productores de energía, industria y tecnología.

Cómo definiremos entonces la cultura que queremos no para el mundo, por cierto, sino para este país, para este continente y para esta etapa inmediata? La definiremos como una Ö orientadora ideológica lanzada en todos los campos del quehacer intelectual hacia el logro de la producción material de bienestar. Mientras eso no ocurra la cultura continuará manipulada por incompetentes sirviendo sólo como instrumento desviatorio de los cambios profundos que hoy requieren nuestros pueblos.

Entre tanto, todos los que quieren ese cambio son silenciados, y marginados no solamente en el campo político, sino en el campo de la producción material, ideológica y artística.

Cuánta mentira se ha pergueñado aquí, haciendo creer a través de ciertos medios de difusión corruptos, a través de algunos círculos intelectuales y políticos, que nuestra obra es simplemente una mixtura ideológica europea, como si no hubiera que rescatar de Europa vigorosas enseñanzas y como si la crítica lanzada no fuera hecha, a su vez, desde ideologemas europeos.

Cuántas veces se ha dicho que nuestra actividad atenta contra los valores nacionales cuando en realidad muchos de esos valores son totalmente importados tanto en su expresión como en su contenido.

Cuánto irresponsable ha afirmado, haciéndose eco de centros de poder foráneos, que nosotros dependemos de lo foráneo…

Para terminar estas consideraciones en torno al enmarque cultural en el se ha producido nuestra obra, digamos esto: si en una sociedad se instala como uso la falsedad de juicio y se institucionaliza tal falsedad, es porque algo grave está ocurriendo allí y, no sería de extrañar que todo fuera saliendo cada vez peor en esa torre de Babel en la que las personas ya no se entienden porque se afirma que lo blanco es negro, lo negro azul y lo azul es amarillo.

Pero dejando de lado nuestras luchas en este país y en este continente, dejando de lado contextos mayores aún en los que se da nuestra obra, nos concentraremos en el comentario específico del libro que hoy lanzamos.

Las 21.407 palabras ordenadas en 4.434 líneas que plasman el pensamiento de esta obra, son pocas palabras y pocas líneas. Esa escasez material suelta, a nuestro parecer, las alas de una reflexión pausada.

Nada mejor para redondear la información, que citar la nota de la primera página de la presente edición en la que se da cuenta de fechas y circunstancias asociadas a la producción de esta trilogía.

«La Mirada Interna quedó concluída hacia fines del otoño de 1972, siendo corregida en Agosto de 1988. A su vez, El Paisaje Interno fue terminado en el invierno de 1981 y sufrió modificaciones también en Agosto de 1988. Por último, El Paisaje Humano se redactó completamente en Octubre del mismo año.

«Entre la primera publicación de La Mirada Interna y su corrección pasaron dieciséis años. En ese lapso, el libro circuló en numerosas lenguas de Oriente y Occidente, motivando el contacto personal y epistolar del autor con lectores de distintas latitudes. Ese hecho, seguramente contribuyó a decidir la modificación de varios capítulos del escrito, porque se advirtió que los diferentes sustratos culturales a los que arribaba la obra, producía innumerables diferencias en la interpretación de los textos. Incluso, hubo palabras que presentaron serias dificultades a la hora de la traducción y que más bien equivocaron el sentido primigenio con el que se las utilizara.

«Lo dicho más arriba también vale para El Paisaje Interno, aunque en este caso mediaron siete años entre la producción original y la elaboración del texto modificado.

«Posiblemente – continúa diciendo el comentarista- formó parte del plan del autor, haber realizado ese aggiornamiento de los dos primeros libros a fin de ensamblarlos con el tercero. Obsérvese que es en Agosto de 1988 cuando se efectúan las correcciones y dos meses después, el tercer libro aparece terminado. Y es que El Paisaje Humano, si bien mantiene los rasgos fundamentales del estilo de las dos producciones anteriores, a diferencia de ellas destaca particularidades del mundo cultural y social, forzando un giro en el tratamiento de los temas que inevitablemente arrastra a todos los componentes de este cuerpo literario que luego conocemos bajo el título de “Humanizar la Tierra”.»

Y aquí terminamos la cita.

Por nuestra parte podemos decir que esta trilogía refleja el desplazamiento del punto de vista del autor desde la interioridad del ser humano hacia la exterioridad natural y social.

En efecto, el primer texto a considerar es el de La Mirada Interna que está referido a descripciones de fenómenos síquicos que ocurren en distintos niveles de conciencia. Así, las alegorizaciones y el tratamiento simbólico de esos fenómenos apoyados en la prosa poética, nos permite detener el fluir asociativo y plasmar estados cambiantes en cuasi objetos detenidos para su mejor disección.

A esta forma de describir, se le podría oponer otra bien diferente: la del tratamiento conceptual y racional de los fenómenos del fluir de la conciencia, tal cual hace la Fenomenología. Pero cómo haríamos, por ejemplo, con la experiencia del simple transcurrir? Ya Husserl en la Fenomenología de la Conciencia del Tiempo Inmanente, cita al Agustín de las Confesiones, en las que éste dice: «Cuando trato de comprender el tiempo, no lo experimento y cuando lo experimento, no lo comprendo». Esto es así, sin duda, porque una de las funciones del concepto es la de detener los fenómenos para abstraer de ellos su estructura esencial. Pero ocurre que no es intención, en La Mirada Interna, hacer descripción de esencias sino mostrar y sugerir por medio de alegorizaciones, aquellos fenómenos que son significativos de un sentido, de una dirección de la conciencia y de la vida.

Recuérdese que antes de entrar en esas oscuras descripciones, se recomienda al lector que tenga en cuenta la intención del autor y que observe una determinada actitud si quiere seguir el hilo por esos extraños laberintos.

Pero si se quisiera explicar de qué trata finalmente ese libro, podría decirse que trata acerca del sentido de la vida, que su tópico principal es el estado de contradicción y que tal estado se corresponde con el registro de sufrimiento; que la superación del sufrimiento mental es posible en la medida en que se oriente la propia vida en la acción no contradictoria; que tal acción no contradictoria (o unitiva) trasciende lo personal y se dirige al mundo de los otros. En resumidas cuentas, La Mirada Interna habla de la superación del sufrimiento mental por la acción lanzada hacia el mundo social, siempre que esa acción sea registrada como unitiva, como no contradictoria.

El segundo libro, titulado «El Paisaje Interno», ha sido comentado en su momento, por lo que me remitiré en más de un punto a tales consideraciones.

Poco debe agregarse aquí respecto del sistema de alegorización apoyado en la prosa poética que se continúa en este escrito.

Lo que aparece como diferente es la temática que se va externalizando hacia el mundo de los valores culturales y con referencias cada vez más decididas hacia el campo de lo social.

En los comienzos del libro se lee: «…Salta por encima de tu sufrimiento y no crecerá el abismo sino la vida que hay en ti. No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa.»

Conferencia del autor en la VIII feria internacional del libro. Buenos Aires, Abril de 1982. (¿¿¿¿)

Este planteamiento aparentemente dualista, pone en evidencia las preocupaciones fundamentales sobre el «crecimiento de la vida» y la aniquilación de la vida. La aniquilación parece tomar una cierta sustancialidad al designarla como «abismo». Pero no se trata sino de una licencia poética en la que la sola mención de nihilización del ser o «tachadura» del ser como propondría Heidegger, provocaría una fractura de estilo irreparable. No estamos pues hablando de «abismo» en término de sustancia sino de anonadamiento u oscurecimiento de la existencia humana. Queda en claro que el primer efecto dualista desaparece al comprender el concepto de abismo como no-ser, como no-vida y no como entidad en sí.

Se escogió el concepto de abismo por las implicancias sicológicas que tiene y porque suscita registros del tipo del vértigo, asociados a una contradictoria sensación de atracción y rechazo. Esa atracción de la nada que vence en el suicidio o en la embriagadora furia destructora y que motiva al nihilismo de un individuo, de un grupo, o de una civilización.

Así es que aquí no se está tratando la angustia o la náusea como una pasiva desintegración del sentido, sino el vértigo y la atracción nihilista, «deus inversus» de la vida, que disputa con ésta su reconocimiento.

Si en el ser humano existe la libertad de elegir, entonces es posible modificar las condiciones que se preanuncian catastróficas en su mecánico desarrollo. Si, por lo contrario, la libertad humana es sólo un mito piadoso, entonces no importa qué rumbo tomen los acontecimientos colectivos o la vida de los individuos, ya que la fatalidad gobierna los hechos.

En El Paisaje Interno, se afirma la libertad de la vida humana. Es más, se dice que su sentido es, por esencia, libertad y que esta libertad rechaza el absurdo y la noción de lo «dado», aún cuando lo «dado» sea la misma naturaleza.

Y esta decisión de ampliar la libertad no queda limitada al individuo ya que éste no tiene naturaleza, sino que al darse en un proceso histórico, responsabiliza al individuo con el conjunto humano.

El mundo objetal puede ser modificado y transformado por el hombre, pero en tanto él mismo no se considere en devenir y transformación, sus objetos serán portadores de su falta de sentido y nihilizarán al mundo. Por todo lo anterior, en el capítulo VII, se dice: «Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo… Tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido, iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido, la tierra se oscurece y el abismo se abre.»

«… Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: humanizar la tierra. Qué es humanizar la tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes… No cumplirás con tu misión si no pones tus fuerzas en vencer el dolor y el sufrimiento en aquellos que te rodean. Y si logras que ellos, a su vez, emprendan la tarea de humanizar el mundo, se abrirá su destino hacia una vida nueva».

El Paisaje Interno trata, en resumidas cuentas, del sentido de la vida con referencia a la lucha contra el nihilismo en el interior de cada ser humano y en la vida social, y exhorta a que esta vida se convierta en actividad y militancia al servicio de la humanización del mundo.

Por último, el tercer libro titulado El Paisaje Humano, está dedicado en sus primeros capítulos a esclarecer los significados de paisaje y de mirada que se refiere a ese paisaje, cuestionando la forma de mirar el mundo y de apreciar los valores establecidos.

Hay, en este trabajo, una revisión sobre el significado del propio cuerpo y sobre el cuerpo de los otros, sobre la subjetividad y sobre el curioso fenómeno de apropiación de la subjetividad del otro. Consecuentemente, se desarrolla un estudio fragmentado en capítulos sobre la intención en la educación, en el relato que se hace de la Historia, en las ideologías, en la violencia, en la Ley, en el Estado y en la Religión.

Este no es un libro, como se ha dicho, simplemente contestatario porque propone nuevos modelos respecto a cada tema que critica.

El Paisaje Humano, trata de fundamentar la acción en el mundo, reorientando significados e interpretaciones sobre valores e instituciones que parecían definitivamente aceptados.

Luego de haber mostrado el método usado para tratar distintos temas, el libro se cierra con las palabras que usaremos para cerrar también esta disertación: «…Es innecesario hablar de

nuevas cosas si es que hay quienes se interesan en ellas y en la forma que hemos usado para hablar hasta aquí, porque ellos pueden hablar del mismo modo en que lo haríamos nosotros. Y, en cambio, si habláramos sobre cosas que no interesan a nadie, o con una forma de expresión que no permitiera develarlas, sería un contrasentido seguir hablando para otros.-