1989

 

Hay cuatro cuestiones que, como intuiciones, han operado en lo profundo de la conciencia humana, desde siempre. Las cuatro están relacionadas entre sí y referidas a lo mismo, aunque se presenten como formulaciones diferentes.

  1. Existe un orden (lo que supone un sentido previo, un responsable, un creador, etc.).
  2. Los humanos somos una especie rara, única.
  3. Está todo vacío, no hay nada.
  4. La muerte es algo absurdo.

A partir de estas intuiciones, se han originado dioses, religiones, filosofías, etc. Esta situación se ha mantenido a lo largo de miles de años, sin embargo hoy parece estar a punto de cambiar, debido al avance tecnológico.

En efecto, las posibilidades abiertas a la investigación en general, y en particular la exploración del espacio y los progresos de las comunicaciones, han hecho que tales formulaciones comenzaran a desplazarse del campo de la intuición al de la percepción y a la comprobación: ondas radiales, rayos láser, satélites de todo tipo, etc., produjeron y producen información que corrobora las intuiciones mencionadas.

En todo lo que se va recorriendo o reconociendo, se descubren leyes («alguien se está divirtiendo con todo esto»); en todo la Vía Láctea -o sea, al menos en esta galaxia, no se sabe en otras- somos una especie única y rara: las enormes distancias temporo-espaciales que separan un planeta de otro, hablan del enorme vacío, de la nada en la que estamos suspendidos; y todo ello refuerza la impresión respecto del absurdo de la muerte.

Al mismo tiempo, la comunicación en el planeta permite la circulación de estos datos entre todos los humanos, de modo que es factible suponer a corto plazo (máximo veinte años) la concreción de una experiencia sin precedentes: la caída en cuenta conjunta de toda la especie respecto de esto, y ello podría traer aparejado una toma de decisión sobre la dirección en que se orienta la vida humana.

Lo que hay en juego es muy importante: ya existen los medios -están resueltos científicamente- para prolongar la vida humana de modo INDEFINIDO.

Los principales aspectos involucrados son:

  • ALIMENTACIÓN (se estaría en condiciones de proveer todo el alimento que fuera necesario para cualquier número de gente);
  • SALUD (aparte de lo que quedaría resuelto sólo por una alimentación y organización de la vida adecuadas, se cuenta además con significativos avances en el campo de la biogenética: clones, transplantes, etc.).

La concreción de esto requiere poner todos los recursos con que cuenta la especie al servicio de este objetivo (y no al de los que plantea el sistema: armamentismo, guerra, etc.). Osea, se requiere que el sistema cambie.

¿Qué pasa si uno imagina que va a vivir 3000 o 4000 años? (para no asustar con la palabra «inmortal»). De inmediato TODO se modifica. Esto es porque el tiempo (y la finitud) es el condicionamiento más importante de nuestra vida. La desaparición del tiempo como límite sería para nuestra conciencia un salto cualitativo tan importante como lo fue la oposición del pulgar en los primates.

Nuevas funciones generaron nuevas condiciones nerviosas, modificación del sistema en general y, en síntesis, otra especie.

La decisión sobre si eso va a ocurrir o no, se tomará en algún momento en los próximos veinte años. Tal como están las cosas (consolidación del sistema y creencia en la muerte) no parece que vaya a elegirse la opción de prolongar la vida humana indefinidamente. De hecho, la información sobre la existencia de esta posibilidad no es secreta, los datos circulan, pero nadie está dispuesto a creerlo. Los ciudadanos que pagan impuestos salen a manifestar para conseguir reivindicaciones en el marco del sistema, pero no lo hacen para hacer que se investigue y se prolonguen su vida o la de sus hijos).

Los únicos que apostamos a favor de la vida y el salto cualitativo somos nosotros. Si no estamos influyendo en lugares claves en el momento de tomar esa decisión -transformar el sistema y ponerlo al servicio de la prolongación de la vida- tal cosa no se producirá.