Conferencia dada en el teatro central de Colombo
Colombo, Sri Lanka. 24 de Octubre de 1981
Revisado por el autor el 29/09/96.

1981-10-24 - Misión de los 80 - Colombo - Sri Lanka

down-AUDIO

Hay numerosos problemas en el mundo, que nosotros no podemos resolver; problemas entre culturas, sistemas y países.

¿Cómo los podríamos solucionar si no contamos con programas ni planes concretos?. Nosotros no hemos inventado este mundo, ni hemos creado la actual crisis de este mundo, ni tenemos poder de decisión para cambiar las cosas.

Nuestro planteo es más humilde y se refiere sólo a un cambio en el individuo y su medio inmediato: su familia, sus compañeros de trabajo, sus vecinos, con los que hoy podré poner en marcha comunidades que puedan reestablecer esas vías de comunicación hoy cortadas.

¿Y por qué quisieramos cambiar la dirección de los acontecimientos? Lo responderé en pocas palabras.

Si las cosas marcharan en buena dirección, nosotros no formularíamos objeciones. Si los sistemas vigentes no hubieran fracasado adheriríamos a ellos con decisión, pero ya no confiamos en sistemas que han traicionado a la humanidad y han traído guerras en las que han muerto millones de seres humanos.

¿Por donde podemos encontrar una nueva salida? Buscamos aplicar un supremo acto moral que dice así: «Trata a los demás como quieres que te traten a tí». Y si como individuos queremos lo mejor para todos, tomaremos este imperativo moral y habrá otros que también lo apliquen.

Y quienes son los otros?

Los otros son los más próximos y allí donde surjan posibilidades reales de superar el sufrimiento de otros, allí está el próximo.Y si mis posibilidades reales de ayudar a superar el sufrimiento de otros es llegar a todo el mundo, en todo el mundo estará mi próximo. Pero cometería un despropósito al preocuparme por el mundo si mis posiblidades reales llegaran sólo hasta mi vecino. Por eso es que hay un alcance mínimo de nuestro acto moral y consiste en que cada cual actúe en su medio inmediato.

Es contrario a esta moral el asfixiante individualismo en el que se sumergen las personas creyendo que así se protegen de todo peligro inmediato y futuro. En realidad, nadie puede aislarse y, entonces, ese individualismo se convierte en agresión para tomar de otros y no dar a otros… pero esa falta de reciprocidad se extiende de manera que todos terminamos siendo agredidos y siendo agresores y, por supuesto, luego atribuímos a los demás todo tipo de maldades.

Cuando hablamos de moral nos referimos a un acto libre, y a la posibilidad de realizarlo o no realizarlo; decimos que este acto moral está por encima de todo otro acto humano. Este es nuestro acto libre y moral: «Trata a los demás como quieres que te traten a tí». Ninguna teoría y ninguna excusa está por encima de este acto libre y moral y es por ello que nuestra comunidad se preocupa por aliviar el sufrimiento humano.

No es nuestra moral la que está en crisis, son otras morales las que están en crisis pero no la nuestra, ya que ella no está orientada por sistemas políticos o religiosos anteriores, culpables de tantos desastres. Toda persona religiosa o no religiosa, política o no política, está expuesta al sufrimiento y al dolor porque en definitiva no tiene en sus manos sino repetir la rueda de acciones propia del medio en que nació. Para saltar por encima de nuestro propio sufrimiento debemos romper esas repeticiones y eso se hace asistiendo compasivamente a otros. De este modo, nos hacemos un beneficio a nosotros mismos. Así, convocamos en todo el mundo a voluntarios capaces de saltar por encima del propio sufrimiento e ir hacia otros para ayudarlos en su progreso.

Para qué cosa sirve y es necesario cambiar la dirección de la propia vida? Para lograr la reconciliación, la paz y la alegría de vivir. Uno se debe reconciliar con su propio pasado y con su medio inmediato. Y si no se hace ésto, la vida no cambiará. Aquí surje un problema como ya nos ocurrió en otro acto público en Europa. En esa ocasión se me acercó una señora y dijo:

– Cómo me pide que me reconcilie con una persona que arruinó mi vida?. He pasado treinta años recordando aquello y qué sentido tendría ahora reconciliarme?.

Entonces le pregunté: – Cómo han sido para Ud. estos treinta años de resentimiento?.

– Tristes y terribles-, me respondió.

– Entonces, prefiere vivir otros treinta años así, o cambiar de dirección?.

Hay dos condiciones para hacer un cambio positivo en la vida: trabajar para superar el sufrimiento en los otros y reconciliarse consigo mismo y con el medio inmediato. Estas dos ideas básicas pueden transformar el medio en cuanto se lleven a la práctica organizadamente.

Hoy nosotros decimos: deja por primera vez de buscar culpables. Ojalá se pueda declarar que no hay culpables y se establezca para todo ser humano la responsabilidad de reconciliarse con su propio pasado.

Esto empezará aquí y ahora, en tí y en mí, y seremos responsables de que esto continúe con aquellos que nos rodean, hasta llegar al último rincón de la Tierra.

Si la dirección de tu vida no ha cambiado todavía necesitas hacerlo, pero si ya cambió necesitas fortalecerla.

Para que todo esto sea posible, acompáñame en un acto libre, valiente y profundo que sea además un compromiso:

Pongámonos en pié y frente a nuestro futuro, preguntemos:

Es necesario para mí y para otros que cambie la dirección de mi vida? Entonces, en silencio, escuchemos la respuesta de nuestra voz interna…

¿Es necesario para mí y para otros que cambie o se fortalezca la dirección de mi vida?

¿Quiero cambiar o fortalecer la dirección de mi vida?.

¿Tengo fe en que cambiará o se fortalecerá la dirección de mi vida?.

Entonces, que brote en mi la fuerza y la luz de mi vida.

Hoy y no mañana busca la reconciliación. Saluda a tu padre y a tu madre, a tu marido o tu mujer, a tu hijo, a tu amigo y tu enemigo, y díles con el corazón abierto: «Algo grande y nuevo ha pasado hoy en mi», y explícales lo que pasó a fín de que ellos también puedan llevar este mensaje.

Quisiera repetir estas frases:

Hoy y no mañana busca la reconciliación. Saluda a tu padre y a tu madre, a tu marido o tu mujer, a tu hijo, a tu amigo y tu enemigo, y díles con el corazón abierto: «Algo grande y nuevo ha pasado hoy en mi», y explícales lo que pasó a fín de que ellos también puedan llevar este mensaje.

Ahora para todos paz, fuerza y alegría!