Conferencia dada en Barcelona, España. Misión de los 80
Palacio de congresos de Montjuich – 1 de octubre de 1981
Espero que terminemos antes de que se cierre el metro… (risas), creo que es a las 11 que cierra.
Ha sido un día terrible, Acá ha llovido una enormidad. En el pueblo de donde yo soy, no llueve nunca, así que, espero que al salir todo esté bien.
Hay mucha gente que pregunta ¿por qué hacen lo que hacen?
Lo responderé con pocas palabras: lo hacemos como supremo acto moral.
Nuestra moral se basa en este Principio: «Trata a los demás como quieres que te traten a ti». Y, si como individuos queremos lo mejor para nosotros, estamos exigidos por este imperativo moral, a dar a otros lo mejor.
¿Y quiénes son los otros? Los otros son los más próximos, y allí a donde lleguen mis posibilidades reales, reales de dar y de modificar, allí está mi próximo; y si mis posibilidades de dar y de modificar llegaran a todo el mundo, el mundo sería mi próximo. Pero, cometería un despropósito, al preocuparme declamativamente por el mundo, si mis posibilidades reales llegaran sólo hasta mi vecino.
Por ello hay una exigencia mínima en nuestro acto moral, y es la de esclarecer y actuar cada cual en su ámbito inmediato. Y es contrario a esta moral no hacerlo, asfixiándose en un individualismo sin salida. Esta moral da una dirección precisa a nuestras acciones y además fija claramente a quienes está destinada. Y cuando hablamos de moral nos referimos a un acto libre, a la posibilidad de hacerlo o no hacerlo, y decimos que este acto está por encima de toda necesidad y de toda mecanicidad. Este es nuestro acto libre, nuestro acto moral: «trata a los demás como quieres que te traten». Y ninguna teoría, ninguna excusa está por encima de este acto libre y moral.
No es nuestra moral la que está en crisis, son otras morales las que están en crisis, no la nuestra. Nuestra moral no se refiere a cosas, a objetos, a sistemas políticos, a tipos de fe religiosa, nuestra moral se refiere a la dirección de los actos humanos. Y toda nuestra crítica y todas nuestras soluciones van orientadas a la dirección de los actos humanos.
Pero hay otro punto que quisiera tratar acá, dada la cortedad de nuestro tiempo y habría que hacerlo rápidamente. Este punto, en el que nos preguntamos ¿cómo hemos llegado a esta situación actual? ¿Cómo sucedió todo esto? y ¿quiénes han sido culpables? No haré de ello un análisis convencional, ni científico, ni estadístico. Lo pondré en imágenes que lleguen al corazón de cada cual.
Sucedió hace mucho tiempo que floreció la vida humana en este planeta. Entonces y con el correr de los milenios, los pueblos fueron creciendo separadamente. Y hubo un tiempo para nacer, un tiempo para gozar, un tiempo para sufrir y un tiempo para morir. Individuos y pueblos, construyendo, se fueron reemplazando, hasta que heredaron por fin la tierra, y dominaron las aguas y el mar, y volaron más veloces que el viento, y atravesaron las montañas, y con voces de tormenta y luz de soles mostraron su poder. Entonces vieron a lo lejos su planeta, redondo, verde y azul, amable protector, velado por sus nubes.
¿Qué energía movió todo? ¿Qué motor poderoso puso el ser humano en la historia, sino la rebelión contra la muerte? Porque ya desde antiguo, la muerte como sombra acompañó su paso. Y también desde antiguo, entró en él y quiso ganar su corazón.
Aquello que en los principios fue continua lucha, movida por las necesidades inmediatas de la vida, luego fue lucha movida por temor y por deseo. Dos caminos se abrieron ante él: el camino del sí y el camino del no. Entonces, todo pensamiento, todo sentimiento y toda acción fueron turbados por la duda entre el sí y el no. El sí creó todo aquello que hizo superar el dolor y el sufrimiento. El no agregó dolor y sufrimiento. Ningún objeto, o relaciones, u organización quedó libre de su interno sí y de su interno no.
Luego los pueblos separados, se fueron ligando y por fin las civilizaciones quedaron conectadas; el sí y el no de todas las lenguas, invadieron simultáneamente los últimos rincones del planeta.
¿Cómo vencerá el ser humano a su sombra? ¿Acaso huyendo de ella? ¿Acaso enfrentándola en incoherente lucha? Si el motor de la historia es la rebelión contra la muerte, rebélate, contra la frustración y la venganza.
Deja por primera vez en la historia, de buscar culpables. Tu y el otro son responsables de lo que una vez hicieron, pero nadie es culpable de lo sucedido. Ojalá en este juicio universal se pueda declarar: «no hay culpables». Y se establezca como obligación para cada ser humano, reconciliarse con su propio pasado.
Esto empezará aquí, en ti y en mi, y seremos responsables de que esto continúe entre aquellos que nos rodean, así hasta llegar al último rincón de la tierra.
Si la dirección de tu vida no ha cambiado todavía, necesitas hacerlo; pero si ya cambió necesitas fortalecerla.
Para que todo esto sea posible, acompáñame en un acto libre, valiente y profundo que sea además un compromiso.
Pongámonos de pie, y frente a nuestro futuro, preguntemos: ¿Es necesario, para mí y para otros, que cambie o se fortalezca la dirección de mi vida? Entonces, en silencio, escuchemos la respuesta de nuestra voz interna. ¿Es necesario, para mí y para otros que cambie o se fortalezca la dirección de mi vida? ¿Es necesario, para mí y para otros que se fortalezca la dirección de mi vida?
¿Tengo fe en que cambiará o se fortalecerá la dirección de mi vida? Si esto es así, que brote en mi la fuerza y la luz de la vida.
Hoy, y no mañana, ve a la reconciliación, besa a tu pareja y a tu hijo, a tu madre y a tu padre, abraza a tu amigo y tu enemigo y diles con el corazón abierto: «algo grande y nuevo ha pasado hoy en mí».
Y explícales luego lo que pasó, a fin de que ellos también puedan llevar este mensaje.
Quisiera repetir esta frase.
Hoy, y no mañana, ve a la reconciliación, besa a tu pareja y a tu hijo, a tu madre y a tu padre, abraza a tu amigo y tu enemigo y diles con el corazón abierto: «algo grande y nuevo sucedió hoy en mí».
Y explícales luego lo que pasó, a fin de que ellos también puedan llevar este mensaje.
Y ahora para todos: ¡Paz, Fuerza Y Alegría!